Fontenla.
El apellido familiar ya es sinónimo de muebles de diseño. Los momentos de mayor crecimiento coincidieron con períodos de crisis económica, dice Roberto Fontenla.
la historia de Fontenla arrancó hace exactamente 70 años cuando los muebles Luis XV y Luis XVI volvían a ser moda y don Roberto Fontenla, atento a las tendencias y fiel a su espíritu comercial, se subió a la ola asociándose con un fabricante. Las ventas las concretaba a través de un pequeño local que había montado en el barrio de Flores y, a través de otros muebleros, en el interior del país.
Fue Roberto Miguel Fontenla hijo, a sus 20 años, quien propuso un cambio drástico: que fabricaran sus propios muebles y les pusieran su apellido como marca. “No sé si fue sólo confianza, pero una de las virtudes de mi padre fue su apertura a lo nuevo. Si bien cambié el rumbo del negocio que él había iniciado, creo que vio en mí la dedicación que tenía al trabajo y me dejó hacer”, dice el actual presidente de la empresa.
“Convencí a un capataz de la firma Nordiska, una fábrica de muebles europea muy reconocida, para que venga a trabajar conmigo. Con su asesoramiento compré las primeras máquinas y empezamos a fabricar en un taller que alquilamos en un pulmón de manzana en Flores”, recuerda.
Las mudanzas de la fábrica son, para el empresario, momentos clave en el crecimiento de la marca. Cuenta que cuando rescindieron el contrato de alquiler del taller de Flores, construyeron un edificio de cinco pisos, sobre la avenida San Juan, que incluía un showroom, un sector de tapicería y otro de lustre. Allí estuvieron hasta que en 2002 se mudaron a su planta actual de Villa Lugano. El edificio sobre avenida San Juan, cuenta, hoy es de viviendas. “Pero los
dueños actuales mantuvieron hasta el ascensor monta carga”.
En 2002, cuando la crisis se llevaba puestas a las empresas, la familia Fontenla invirtió US$ 4,1 millones en su nueva fábrica de Villa Lugano, de 6.000 metros ccuadrados, que inauguró con fiesta incluida. A unas cuadras, desde 2008, está el Fontenla Design Mall donde, en 9.000 m2, distribuidos en tres pisos, se exhiben todas las colecciones de la marca. También funciona allí un auditorio donde dan charlas, fundamentalmente sobre decoración y arquitectura. “El predio lo ganamos en una licitación. La inversión fue de US$ 8,9 millones y lo financiamos con un crédito bancario”, recuerda el empresario.
“Creo que el gran salto de la empresa se dio en los últimos 15 años como resultado de la convicción de que teníamos que ir hacia arriba, de que si no crecíamos estábamos perdiendo una batalla. Hoy mismo, aun con este contexto de país, escucho propuestas y me engancho, cuando quizás, en realidad, debería ser más cauteloso”, analiza Fontenla.
Una apuesta que requirió visión a largo plazo fue la que Fontenla define como “una locura, única en Argentina”. Se trata del Mega Showroom que inauguró en 2016 en el Polo Mueblero Maderero de Hudson (Berazategui, provincia de Buenos Aires). Todos los análisis, consultores y Focus Group daban negativo; montar allí una tienda suponía una mala inversión. Sin embargo, el empresario le hizo caso a su instinto, e inspirando en el modelo de negocio de la sueca IKEA, invirtió alrededor de US$ 7,2 millones y construyó un edificio de 10.000 m2 con una torre de 30 metros de alto con el logo de la firma que se distingue fácilmente desde la autopista Buenos Aires - La Plata. “Yo ya conocía el Country Abril, el barrio privado Las Golondrinas, Ranelagh y todos los proyectos inmobiliarios que estaban en marcha. Así como explotó Pilar en el norte, el sur también va a explotar. Y no me equivoqué, toda esta zona está en crecimiento y al showroom vienen clientes de los barrios cerrados de la zona, de La Plata e incluso de la zona Norte”, explica.
Hoy la empresa tiene en total 10 puntos de venta en Buenos Aires. Llegó a tener franquicias, pero decidió no renovar los contratos y quedarse con la exclusividad en cuanto a la comercialización de los muebles en la zona metropolitana. Al interior del país llegan a través de locales de terceros que representan a la marca.
Sus muebles, cuenta, no sólo están en las casas particulares. También abarcan el mobiliario del Palacio San Martín, la Casa de Gobierno, el Congreso de la Nación y todas las butacas del Teatro Colón. También han abastecido a los principales hoteles del país, como el Alvear, El Sheraton, el Hilton, el Four Season y el Faena. A la vez, son fabricantes de camas básicas, para una licitación que ganaron del PAMI, así como de los muebles de melanina del Sanatorio Los Arcos, el mobiliario de Villa Olímpica y muebles de los locales Startbucks y Le Pain Quotidien. Fontenla cuenta que su sello está hasta en el comedor del programa de Mirtha Legrand. “Estamos preparados para hacer de todo y creo que hacer un poco para cada mercado fue lo que nos permitió crecer y pasar un poco mejor los tiempos de crisis. Trabajar con el segmento hotelero y corporativo nos mantiene en permanente actividad”, explica.
Fontenla pone en relieve que sus muebles se destacan por calidad y diseño. Pero también señala que el crecimiento de la empresa está atado a un compromiso rayano en lo obsesivo, tipo “24x7”. “Por tener locales, trabajamos de lunes a lunes. Si un domingo surge algún problema, la familia está siempre disponible. Si se quiere, un defecto mío es que no puedo delegar, quiero estar al tanto de todo”, explica. De hecho, los empleados tienen la orden de hacer pasar por el escritorio de Fontenla todos los reclamos de clientes o proveedores. “Muchas veces me encargo personalmente de resolver el problema y llamar al cliente para pedirle disculpas; eso tranquiliza y da respaldo”, argumenta.
Respecto de los muebles, aunque los clásicos predominan en sus vidrieras, para el empresario es clave no casarse con un estilo en particular sino más bien ir evolucionando y adaptarse a las
“Por tener locales, trabajamos de lunes a lunes. Si surge un problema con un cliente, muchas veces los llamo personalmente. Eso tranquiliza y da respaldo”.
tendencias. “El departamento de diseño continuamente está lanzando nuevas colecciones. Este año participamos de la Feria de Diseño de Milán, fuimos la primera empresa argentina que participó. Por supuesto nosotros también viajamos y visitamos muchísimas ferias, para conocer las nuevas tendencias”, destaca. Por eso, asegura que quien conoció la marca hace 40 años, hoy los desconoce porque solían ser aún más clásicos.
Un golpe para la empresa fue el freno de las exportaciones, hasta fines de los años ’90, Fontenla exportaba más del 60% de su producción, fundamentalmente a Estados Unidos, por un convenio que había logrado con una empresa a la que le fabricaban los productos. “Eso lo hicimos durante diez años con mucho esfuerzo; con ellos aprendimos a exportar y nos bancaron todos los errores de la inexperiencia del principiante. Después, con las continuas crisis, tuvimos que ir paulatinamente dejando ese negocio que no sólo ya no era rentable sino que perdíamos mucha plata exportando”, cuenta. Ahora, aunque no descarta volver en un futuro a las fuertes exportaciones, realiza envíos puntuales a Uruguay y a Miami para clientes residenciales.
UNA FAMILIA, BUENA MADERA
Fontenla cuenta que está jubilado pero que, por ahora, no piensa retirarse del negocio. Hace una década que trabaja con sus hijos Fernando –el mayor, que es el vicepresidente y se ocupa del área comercial– y Federico, el menor, que es director responsable del área financiera de la empresa y de los más de 200 empleados que tienen.
Para prevenir conflictos, armaron un protocolo familiar que, entre otras medidas, establece la prohibición de familiares políticos. Fontenla padre lo ejemplifica con un caso concreto: “Mi hijo menor se casó con una de nuestras arquitectas. Pero decidimos que lo más sano era desafectarla y siguió colaborando con nosotros, pero desde afuera”.