Pymes

El casamiento con la empresa

¿Qué cosas podemos hacer para que los jóvenes alcancen el mayor grado de autonomía y motivación en su elección de formar parte (o no) del negocio de la familia?

- JORGE HAMBRA Jorge O. Hambra es psicólogo (UBA), consultor en Desarrollo & Capacitaci­ón de Recursos Humanos y titular del Club de Negocios de Familia (CANF).

Una leyenda japonesa cuenta que, con la pretensión de escalar en la jerarquía social, un joven agricultor fue enviado por su familia a aprender el arte de la guerra con un anciano y famoso samurai. Así, se encaminó a la montaña con nueve monedas de oro para pagar su educación. Habiendo pagado, se dispuso a tomar la primera lección, pero el samurai lo mandó a buscar leña para hacer fuego. Cuando creyó cumplida la tarea volvió con un atado. El anciano se quejó de lo exiguo de la carga y, cuando el joven quiso justificar­se, le pegó con su bastón. Los días siguientes no fueron muy diferentes.

Un día, el joven, harto de las palizas, intentó atacar el anciano. El golpe fue hábilmente detenido y, con sorprenden­te rapidez, el joven se vio enfrentado al guerrero y a su temible bastón. Y en vez de huir, el joven afirmó el madero en su mano y se dispuso a dar combate. Fue entonces que el anciano le hizo una reverencia y se ofreció humildemen­te a enseñarle el arte de la guerra.

Mi abuela española, que no sabía cuentos de samurais, decía: “Lo que Natura no da, Salamanca no presta” y Freud nos hablaría de la dinámica del Deseo. Pero todo se referiría a lo mismo, son las cosas del querer, o no… que nos salen del alma.

A muchas familias empresaria­s les preocupan las cuestiones del mandato. El “casamiento” de los jóvenes con la empresa puede ser un asunto arreglado de antemano, o algo sobre lo que se esfuerzan por ser neutrales. En mi opinión, en ambos casos fallarán, porque tal como no se puede decretar la felicidad, tampoco es posible lo contrario. La vida se vive y las elecciones son complejas.

Ahora bien, ¿qué cosas podemos hacer para que los jóvenes alcancen el mayor grado de autonomía y motivación posible en su elección de vida y por formar parte (o no) del negocio de la familia?

Lo primero, reconocer que forman parte de una familia empresaria. Una familia que no es normal, donde se entrelazan los intereses económicos, profesiona­les y de poder. Es una trama sobre la cual deberán actuar.

Solemos hacer ejercicios que ayudan a los jóvenes a reflexiona­r sobre un tema central para el futuro desarrollo de sus vidas, no sobre la visión de la empresa, sino la propia visión de vida.

Los seres humanos padecemos y gozamos de un vacío existencia­l: nadie nos dice por qué ni para qué estamos acá. Pero tal como explica con maestría Victor Frankl en El hombre en busca de sentido, nos resulta esencial asignar un propósito a nuestras vidas. Toda visión es un anhelo de ser, y no hay anhelo sin costo asociado, que es el precio que deberemos pagar para lograr lo que nos proponemos. Y aquí se dan varios vectores que se pueden y deben trabajar con los más jóvenes: ¿Adónde voy, por dónde voy, cómo voy? Y dos preguntas cruciales: ¿Qué sentido tiene para mí ir hacia allí? ¿Qué estoy dispuesto a poner de mí para transitar ese camino?

Si el destino viene de afuera, como una obligación; o si viene desde dentro, pero sin la debida evaluación de sus costos, el resultado es el mismo: la falta de autoafirma­ción existencia­l. Un hornero cumple con la orden genética de hacer un sólido nido. En las personas, la orden no es genética. Se conforma entrelazan­do las múltiples carreteras del alma que convergen en el deseo.

La cooperació­n para que ese deseo pueda ser distinguid­o, pensado, evaluado y decidido con autonomía de criterio es parte del legado que nos toca ofrecer.

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