Negocios orgánicos.
Huertas, almacenes, restaurantes, mercados y tiendas de compras online ya apuestan por esta tendencia. Por jésica rychter
En la Argentina se transita hace varios años una toma de conciencia acerca de los efectos que ocasionan los agroquímicos y cada vez más hay información sobre los beneficios de la alimentación orgánica, tales como prevenir enfermedades y cuidar al medio ambiente. En la mayoría de los casos, los consumidores eligen las frutas y verduras orgánicas frescas de la huerta, pero también hay quienes se animan a los productos orgánicos elaborados y a las novedosas líneas de cosmética orgánica, limpieza e higiene. A su vez, el movimiento orgánico impulsa que muchas familias subsistan gracias a este tipo de agricultura y que puedan distribuir sus productos en ferias de Capital y en ciudades y pueblos más pequeños.
Los responsables de los cinco emprendimietnos consultados para este informe, si bien hacen de sus iniciativas un negocio, subrayan la importancia de ir más allá de lo comercial: concientizar sobre los hábitos de consumos saludables, comprometerse con el cuidado del medio ambiente y trabajar colaborativamente con los productores locales.
MEDIO AMBIENTE
Carlos Marro (48) y Viviana Novelle (48), ambos ambientalistas, crearon en 2003 Tallo Verde, una huerta orgánica certificada que produce hortalizas, hierbas aromáticas y frutas “de manera sustentable y en armonía con el medio ambiente”, en sus propias palabras. “Tuvimos la idea de llevar al mercado interno los productos orgánicos que en su mayoría eran exportados. Contamos con una inversión inicial de unos US$ 150.000 y reinvertimos todos los años de acuerdo al crecimiento”, comenta Marro, director ejecutivo.
En Tallo Verde cultivan verduras y frutas de estación. “Respetamos los ciclos de naturaleza. Lo más importante del proceso productivo es la convivencia con la maleza y con los insectos. Hay islas ecológicas que permiten que los cultivos crezcan sin problema y hacemos también nuestras propias
semillas”, explica Marro. En paralelo, trabajan con una red que los abastecen de productos que la huerta no puede producir por condiciones geográficas y climáticas, tales como la manzana, pera y ciruela que provienen del valle de Río Negro y los espárragos que provienen de Mendoza, entre otros.
Los emprendedores desarrollaron un sistema de ventas online para llegar de manera directa hasta el consumidor. “Somos los únicos que llevamos los productos frescos recién cosechados. Los pedidos se procesan el mismo día que se entregan y la empresa es la responsable de llevarlos al domicilio del comprador”, destaca Marro. Un pedido o caja con productos para una semana, para una familia tipo, ronda los $650 pesos y las zonas de entrega son en Capital y en GBA. Con respecto a las ventas, cerraron el 2017 con un crecimiento del 20%.
En cuanto al equipo de trabajo, está conformado por un grupo interdisciplinario de personas que viven en el pueblo bonaerense de Open
Door. Trabajan en el campo, en el call center, en administración y en la distribución de productos. Marro considera que cumplió con los objetivos de “llevar productos orgánicos a las familias permitiendo un beneficio en la alimentación y crear redes de productores”. Y agrega: “Concientizar sobre el cuidado del medio ambiente, utilización de aguas, residuos y el trabajo constante con la comunidad son nuestra mayor satisfacción”. A futuro, planea que Tallo Verde llegue a más barrios y también al interior del país.
COMERCIO JUSTO
Diego González Carvajal (40) gestó un proyecto en la universidad, mientras cursaba la carrera Economía, junto con sus compañeros Leandro Martelletti (35), Rafael Goldberg (36) y Nicolás Novaro Hueyo (39). “Después de una búsqueda de generar herramientas de cambio social surgió Interrupción en el año 2000, en el que frente a un contexto de crisis era el momento para interrumpir la apatía que había en general”, comenta Carvajal.
En una primera etapa no tenían en claro el modelo de negocios ni el producto, pero sí sabían que la empresa “buscaría la creación de valor, tanto
económico como social y ambiental”, según cuenta el emprendedor. Los socios organizaron ferias de arte para financiar la producción. Mientras comercializaban frutas y verduras frescas, elaboraban productos como mermeladas, dulce de leche, miel y chimichurri a baja escala. Para 2002 decidieron probar suerte en Estados Unidos: “Pusimos dos mil dólares y luego otros US$ 20.000 para adquirir una empresa de Nueva York y comprar nuestros propios productos. Importábamos y vendíamos en locales de la ciudad”, dice Carvajal.
En la actualidad, Interrupción comercializa fruta fresca: manzanas, peras, arándanos, frutillas, moras, bananas, mangos, tomates, espárragos, brócoli, alcaucil, lechuga, kale, calabaza, papa y batata. También están desarrollando una nueva línea de productos y están próximos al lanzamiento de una gaseosa orgánica. Venden los productos principalmente en Estados Unidos y Canadá, y en menor medida en países de Europa y Latinoamérica. Los canales de distribución, en general, son cadenas de supermercados y distribuidores. “En 2017 la facturación total fue de 30.000.000 millones
de pesos”, informa Carvajal.
Además de la agricultura orgánica, en Interrupción comenzaron a aplicar los métodos de la agricultura biodinámica en sus fincas. “Eso implica un compromiso mayor tanto social como ecológico, y debido a sus procesos permite maximizar la liberación de los nutrientes de la tierra, obteniendo así productos de una gran calidad nutricional para los consumidores”, según detalla.
Los emprendedores adoptaron como filosofía de trabajo el Comercio Justo, “lo que significa que el producto final se comercializa en un nicho de mercado dispuesto a pagar un valor agregado por fruta producida bajo condiciones de responsabilidad social y ética”, define. “Los trabajadores y productores deciden sobre el destino del dinero recaudado, en asambleas. Tras identificar las necesidades más importantes que tiene la comunidad, priorizan las mismas de acuerdo a su importancia. Luego, en trabajo conjunto con Interrupción, se llevan a cabo las decisiones tomadas”, explica. Los dueños de este emprendimiento son abastecidos o se vinculan con más de 7.000 trabajadores rurales en Argentina, Chile, Perú y Estados Unidos, detalla Carvajal. A su vez, en dichos países están ubicadas las oficinas productivas. También cuentan con oficinas comerciales tanto en Argentina como en Estados unidos y Europa. En total trabajan 35 personas en áreas de agricultura, compliance, desarrollo de productores, operaciones, finanzas, ventas, marketing, investigación y desarrollo.
“A futuro queremos construir valles orgánicos. Son lugares donde está prohibido el uso de químicos, lo cual fomenta una industria orgánica exportadora de alimentos saludables, que cuida el medio ambiente, genera divisas y nuevos puestos de trabajo”, explica Carvajal. Los emprendedores planean construir valles orgánicos en países de América Latina, entre ellos Argentina (específicamente en Río Negro).
EMPRESA FAMILIAR
Claudia Carrara (65) trabaja desde 1989 con
“Los alimentos orgánicos no han sido tratados con pesticidas sintéticos o fertilizantes artificiales y no pueden ser tratados genéticamente”.
productos orgánicos. Comenzó con una tienda y también con una distribuidora de productos orgánicos, Sol de Acuario, que había creado junto con su ex marido. “Allí sacamos el primer producto orgánico certificado de Argentina”, comenta. En el 2002 fundó el restaurante BIO, junto con una socia. “Desde el 2015 se convirtió en el primer restaurante orgánico certificado del país”, asegura Carrara, quien dice que la inversión inicial fue mínima: “Una amiga me regaló tres mesas, la cocina la fui armando, la heladera era una familiar que compré usada. Cuando me asocié compramos mesas de pino que pintamos y yo misma cosí los almohadones para las sillas, los individuales y las cortinas”. A partir de 2012, se sumó la familia: Carrara trabaja junto con sus hijas y su nuera.
En BIO elaboran platos cocidos macrobióticos, vegetarianos y raw. “Todos los días ofrecemos una sugerencia con los vegetales que hay ese día. Hay clásicos como el “Risotto de Quinoa”, que tenemos hace 16 años, y platos que vamos creando cada temporada, por ejemplo este año sacamos la “Ensalada de la Tierra”, que tiene mucha aceptación”. Además tienen un almacén con productos orgánicos certificados, un servicio de catering para eventos, ofrecen viandas a particulares y a empresas y brindan cursos de cocina: “Son cursos donde, además de las recetas, damos información sobre los beneficios de los productos y sus combinaciones”, cuenta Carrara. Con respecto a las ventas, del 2012 al 2016 crecieron entre un 10% y 15% según la emprendedora. “El año pasado se desaceleró un poco, pero siempre venimos creciendo”, aclara.
Carrara siente que al ofrecer “comida rica y sana”, cumplió una meta. “El hecho de trabajar con mi familia es un logro muy importante, sumado a que la gente venga a comer y entienda lo que ofrecemos”. Están lanzando una tienda online, con productos y venderán platos. Y cuenta que proyecta “ampliar BIO con un almacén más grande, tener una cocina para los cursos y dar clases todos los días. También invitar gente de otros lugares a participar y sacar la marca propia de productos”.
COMPRA ONLINE
Fernando Baz (40) es fundador y socio gerente de Jardín Orgánico, una tienda de compra online que ofrece productos orgánicos certificados. El proyecto comenzó hace diez años de forma familiar, en un depósito del barrio porteño Villa Devoto, y con una inversión inicial de US$ 10.000.
“Muchos consumidores locales y también almacenes naturales comenzaron a consultar cómo y dónde se podían conseguir los productos orgánicos en Argentina”, cuenta Baz.
Desde un comienzo, Jardín Orgánico tuvo su plataforma de compra online y el negocio de la tienda se consolidó a través de esa vía. “La incorporación de productos elaborados no fue una tarea sencilla, ya que tuvimos que incentivar a los productores a que confíen en el crecimiento del mercado local y se lancen a desarrollar marcas basadas en la producción orgánica. Pero valió la pena el esfuerzo”, comenta.
Actualmente Jardín Orgánico trabaja con 80 productores locales quienes abastecen de productos orgánicos certificados. También importan productos.
Los clientes deben registrarse en el sitio web de Jardín Orgánico. En el sitio se pueden encontrar varias categorías de productos: frutas y verduras, carnes y huevos, panificados, lácteos, congelados, bebidas y viandas, entre otras. Al momento de realizar el pedido tienen que seleccionar el método de pago y el día de entrega. “Estamos permanentemente buscando mejorar la experiencia de compra online. Hace algunos meses, por ejemplo, lanzamos un sitio completamente nuevo que tuvo muy buena aceptación entre nuestros clientes”, comenta Baz. De acuerdo al emprendedor, Jardín Orgánico realiza entregas en Capital y GBA, a un ritmo de 1.000 por mes.
El equipo de Jardín Orgánico se encuentra en Buenos Aires y trabaja en los sectores de administración, compras, depósito, ventas, atención al cliente y marketing. Baz considera que su principal objetivo fue “facilitar el acceso de los productos orgánicos a los consumidores”. Pero también destaca el trabajo en conjunto con los productores locales. “El principal apoyo que recibí fue por parte de ellos, por la confianza que depositaron en el proyecto”, menciona.
El proyecto de Baz consiste en seguir ampliando la oferta de productos orgánicos en variedad y calidad, llegando a cada vez más personas. Y entiende que la tarea de su emprendimiento va más allá de la comercialización: “Se está generando una nueva conciencia hacia el consumo responsable, pero aún falta mucho por hacer. Es nuestra tarea seguir promoviendo hábitos de alimentación
ambiente”.• consciente y cuidado del medio