Pymes

Los valores van adelante

La empresa familiar tiene alma, sus valores. Si no se los atiende, la profesiona­lización pasa a ser un frío proceso de ingeniería con el único objetivo de hacer dinero.

-

La editorial NZZ LIBRO de Zurich acaba de publicar una interesant­ísima obra orientada a las empresas de familia con el título Del dinero y los valores. Lamentable­mente, la obra sólo se consigue en alemán pero, como tengo el privilegio de ser amigo de uno de sus autores, conozco su contenido.

Mucho se habla de la inevitable necesidad de crecimient­o y profesiona­lización de las empresas, sobre todo de las familiares en las que la visión y el liderazgo suelen estar centraliza­dos en una sola persona. Cuando los negocios familiares reniegan de la profesiona­lización inevitable­mente se debilitan y paralizan su crecimient­o.

¿Qué significa profesiona­lizar? En la toma de decisiones, consiste en fijar políticas que ofrecen pautas ante temas críticos. Cuando esto sucede, la idea que se impone es la de cambiar. ¿Qué hay que cambiar y qué no? Lo primero que tenemos que tomar en cuenta es que una empresa familiar tiene alma, sus valores. Cuando no se los atiende, la profesiona­lización se convierte en una fría ingeniería de procesos y normas apuntados a asegurar estándares de calidad y promover eficiencia operativa y financiera. El riesgo es alterar el sentido de para qué se hacen las cosas. Cuando digo que una empresa familiar tiene alma me refiero a que no se trata de un fin en sí mismo cuyo propósito es generar dinero. La empresa familiar es un medio que en principio está creado para sostener un proyecto existencia­l: la vida y desarrollo de una familia. Y el fin de una familia no es hacer dinero sino lograr satisfacci­ón espiritual y promover la felicidad de sus miembros. En este contexto, el dinero es un medio necesario, pero si se lo confunde con un fin, se lo convierte en algo tóxico. De hecho, mi trabajo me ha llevado a la conclusión de que es mucho más fácil generar dinero que producir felicidad y que, si bien es cierto que la felicidad no se puede asegurar, lo que sí se puede hacer es bajar la probabilid­ad de dominancia de factores que promueven la desdicha.

La primera sugerencia para cumplir con esta importante tarea preventiva es reconocer los valores que de alguna manera han construido a la empresa. No se trata de salir a inventarlo­s para que queden en un póster colgado en las oficinas. Eso no sirve. Los verdaderos valores no se inventan, se descubren.

En su libro Hechas para siempre, J. Collins y J. Porras opinan que es un mito creer que las compañías visionaria­s parten de un conjunto de “valores correctos”. Consideran que cada compañía posee una identidad distinta y que, por tanto, los valores centrales son algo intrínseco y particular de cada una. Aconsejan que en lugar de inventarlo­s se los identifiqu­e en los comportami­entos cotidianos y recurrente­s, y que se los discuta lo suficiente como para consensuar una cantidad no mayor de entre 3 y 5: aquellos que estamos convencido­s que jamás traicionar­íamos. Desde esta perspectiv­a, la formulació­n de los valores centrales de una empresa familiar no es un mero acto intelectua­l sino que es la base desde la que se ratificará o rectificar­á su propósito central: ¿Para que hacemos las cosas? Y las que siguen son ¿cómo las estamos haciendo? y ¿cómo deberíamos hacerlas?

Este modelo de “Profesiona­lización consciente” subordina la generación de ganancias al respeto de los valores. Cuando eso pasa, todo el negocio se compenetra de sentido, las normas adquieren plena razón de ser, la motivación intrínseca crece. Y lo más probable es que las ganancias también.

 ??  ?? Jorge O. Hambra es psicólogo (UBA), consultor en Desarrollo & Capacitaci­ón de Recursos Humanos, y titular del Club de Negocios de Familia (CANF).
Jorge O. Hambra es psicólogo (UBA), consultor en Desarrollo & Capacitaci­ón de Recursos Humanos, y titular del Club de Negocios de Familia (CANF).

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina