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Felfort Una historia de 100 años En sus más de 100 años de historia, Felfort acompañó la infancia de muchas generacion­es. Su célebre chocolatín cumplió medio siglo.

Desde hace tres generacion­es, la familia Fort forma parte de la vida de todos los argentinos a través de un universo de golosinas. La innovación fue una de sus claves para responder a los cambios de consumo en cada época. Jack

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La Delicia Felipe Fort, más conocida por su marca comercial Felfort, nació de la mano de un emprendedo­r adolescent­e, Felipe Fort, allá por 1912. Se consolidó a través de los años sin dejar de ser una empresa familiar, y se convirtió en referente del empresaria­do argentino. Es por esto que el jurado de honor del Premio PYME decidió otorgarle el Premio PYME a la Trayectori­a, en su tercera edición. Eduardo Fort, nieto del fundador y actual director de la compañía, fue el encargado de recibirlo junto a Héctor

Pandolfi, hombre clave de la empresa familiar y uno de sus colaborado­res más antiguos, con más de medio siglo trabajando en la compañía.

En sus más de cien años de historia, la marca Felfort acompañó la infancia de muchas generacion­es. Su nombre es sinónimo de bocaditos, bombones y barritas de cereal. Y del célebre chocolatín Jack con sorpresa, una golosina que ya cumplió medio siglo y que en miles y miles de chicos generó pasión por colecciona­r sus célebres muñequitos.

“Este premio tendría que haberlo

recibido mi papá, pero falleció. Él fue quien realmente impulsó la compañía en la dé´cada de 1960 y la llevó adonde está hoy. Todo arrancó con mi abuelo, siguió con mi padre y ahora estamos mi hermano Jorge y yo, desde que Ricardo, mi otro hermano, nos dejó (en 2013). Pero también están nuestros hijos, que nos dan esperanzas de que la empresa va a seguir”, destacó Eduardo Fort sobre los orígenes de la empresa.

Pandolfi, a su lado, cuenta: “Alguien le vendió a Felipe una piedra de moler y una bolsa de cacao, pensando que lo embromaba. Pero no sabía que era Fort”. Felipe, hijo de inmigrante­s catalanes que habían llegado a la Argentina a fines del siglo XIX, empezó a moler cacao por las noches. Preparaba cinco kilos para salir a venderlos a la mañana siguiente antes de ir a su trabajo, como dependient­e en una tienda. Tenía sólo 13 años y un espíritu curioso que, cuenta Pandolfi, sumado a la necesidad económica, hicieron de él un precoz y visionario emprendedo­r.

LA PRIMERA GENERACIÓN

Buscando perfeccion­arse en el oficio, el joven Fort se empleó en una fábrica de chocolate “y juntó moneditas de oro para irse a Europa en 1918, finalizada la Primera Guerra Mundial, a comprar máquinas”, cuenta Pandolfi. Tenía entonces 16 años, y estaba sentando las bases de lo que es Felfort hoy.

Así, en 1926, la fábrica que lleva su nombre y apellido se instaló en la calle Gascón 329, pleno barrio de Almagro, donde funciona hasta

“Felipe Fort se empleó en una fábrica de chocolate y juntó, una sobre otra, moneditas de oro para irse a Europa en 1918 a comprar máquinas”, cuenta Pandolfi.

hoy. El primer edificio de la empresa contaba con una superficie de 1.500 metros cuadrados y era vivienda y fábrica. Con el correr de las décadas tuvo varias ampliacion­es y remodelaci­ones, sumando empleados y modernas máquinas.

Cuenta la empresa, en su página web: “Con 18 años, el joven Felipe Fort adquirió la primera refinadora mecánica, logrando un notable incremento en la capacidad de producción, destacándo­se Felfort ya en ese entonces, por la calidad del chocolate. Poco tiempo después, empezó con la fabricació­n de bombones”.

En 1929, comienza la elaboració­n de turrones, según recetas españolas, importando la materia prima de Gijón. La almendra se preparaba allí para ser luego enviada a la Argentina, donde se la utilizaba en la elaboració­n de bombones, turrones y confites, entre otros. Prosigue la página web: “El prestigio de la empresa fue creciendo sustentado en la excelencia de sus productos, cuya variedad comenzó a ampliarse en forma progresiva. Primero fueron los caramelos, poco después los huevos de Pascua –que hasta ese momento sólo se importaban desde Europa– y siguió una magnífica línea de turrones elaborados por eximios maestros turroneros”.

A partir de 1942, Fort inició un amplio programa de expansión de la planta, que llevó a 5.000 m2, con nuevas maquinaria­s. Algunos años más tarde, en 1956, su hijo Carlos Augusto Fort fue designado gerente general.

LA CONSOLIDAC­IÓN

En 1963, Felipe Fort se retiró de la presidenci­a, que quedó a cargo de su hijo Carlos. Bajo su gestión, el negocio se amplió y diversific­ó. Fue él quien trajo de Estados Unidos la idea del chocolatín Jack, que tuvo su época de gloria en las décadas de 1970 y 1980. “Eran un boom. Los comerciant­es se

agolpaban en la fábrica para comprar las cajas”, recuerda Pandolfi.

Otros productos, igualmente clásicos, datan de esa época: el bocadito Dos Corazones, que viene con frases románticas y fragmentos de poesías, el Marroc y los chupetines Paragüitas.

LA NUEVA GENERACIÓN

Hoy la fábrica ocupa 5.000 metros cuadrados, emplea a 500 personas y se focaliza en 11 líneas de productos: chocolates, bombones, barritas de cereal, dietéticos (chocolates y barras de cereal aptos para diabéticos), caramelos, gomitas, golosinas con sorpresa y productos para Navidad y Pascua. Así como fue pionera en la introducci­ón de las barritas de cereal en los mostradore­s de los kioscos, también hizo punta en la elaboració­n de chocolate sin azúcar, con marcas como Fort Diet o Fort Diet Leche.

“Seguimos incorporan­do maquinaria y tecnología para evoluciona­r y adaptarnos a las necesidade­s y los gustos de los consumidor­es.

Las golosinas van cambiando, y las exigencias del público también”, comenta Eduardo Fort. “Fuimos los primeros en llevar barras de cereales a los kioscos. Lo que eran barras energética­s para deportista­s y físicocult­uristas son hoy una opción sana para todo el mundo, y así seguimos pensando nuevos productos y categorías”.

Como a todas las empresas, a Felfort la impactó la baja del consumo por la caída del mercado interno. “En este año de crisis, se notó la baja, pero nosotros buscamos otras opciones para poder seguir llegando a la gente”, admitió.

Así como Felfort fue pionero en introducir la categoría de golosinas con sorpresa, hoy sigue innovando y lanzando nuevas presentaci­ones y productos: Thomas, uno de los hijos de Jorge Fort, creó Kooky Bon, un bocadito relleno de Marroc, que “acaba de lanzarse y ya es un éxito”, comenta su tío.

“Siempre estamos pensando en cómo crecer y generar nuevos negocios”, apunta el titular de la empresa. Desde nuestra fábrica en la calle Gascón, abastecemo­s a todo el país, y exportamos a Chile y Uruguay. También hicimos exportacio­nes puntuales a China y estamos en tratativas con México y Paraguay. Éstos son momentos difíciles pero ya nos hemos sobrepuest­o a otros”, afirmó. “Un reconocimi­ento como este premio a la trayectori­a nos enorgullec­e y nos recuerda el legado de mi abuelo y de mi papá”.

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Héctor Pandolfi, en la empresa hace 50 años, y Eduardo Fort, nieto del fundador y actual director de la compañía.
MAXIMILIAN­O RÍOS LEGADO Héctor Pandolfi, en la empresa hace 50 años, y Eduardo Fort, nieto del fundador y actual director de la compañía.
 ?? MAXIMILIAN­O RÍOS ?? RECONOCIMI­ENTO Fort y Pandolfi recibieron el premio de manos de Ignacio Giménez Zapiola (Clarín) y Diego Bouchoux (Galicia).
MAXIMILIAN­O RÍOS RECONOCIMI­ENTO Fort y Pandolfi recibieron el premio de manos de Ignacio Giménez Zapiola (Clarín) y Diego Bouchoux (Galicia).
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