Pymes

Turismo ecológico.

Colonia Carlos Pellegrini, en Corrientes, es un pueblo que pasó a explotar el turismo ecológico y cuyos habitantes dejaron de emigrar. El rol de la familia Tompkins.

- POR LAURA ANDAHAZI KASNYA

Los Esteros del Iberá son para los 870 habitantes de Colonia Carlos Pellegrini, en la provincia de Corrientes, la oportunida­d de un trabajo sustentabl­e en su lugar de residencia. Sorprende la cantidad de jóvenes que hay en el pueblo. Sin embargo, no siempre fue así, más de la mitad de la población en algún momento tuvo que irse en busca de mejores oportunida­des laborales.

“Yo, gracias a Dios, pude volver, pero cuando cumplí 15 años me había tenido que ir a trabajar a Buenos Aires para ayudar a mis padres. La vida de antes era más dura. Para mí es un orgullo enorme trabajar con mi hermana como guía turística en mi pueblo. Ahora con el turismo hay trabajo”, cuenta Mercedes Medina, nacida y criada en la Colonia. En Buenos Aires había trabajado como empleada doméstica y volvía a su pueblo una vez por año.

Desde las creaciones del Parque Provincial Iberá en 1989 y del Parque Nacional Iberá en 2018, el turismo se convirtió en una de las principale­s actividade­s económicas de los pueblos linderos al gran pantanal argentino. Pymes estuvo en Colonia Carlos Pellegrini, donde participó de las actividade­s turísticas y conversó con sus emprendedo­res, quienes relataron cómo fueron viviendo el cambio.

CAZA

Hasta la llegada del turismo, las principale­s actividade­s en Pellegrini eran, por un lado, la caza y la ganadería de subsistenc­ia y, por otro lado, la ganadería de cría que demanda un empleado, varón, por cada 1.000 hectáreas; las mujeres eran amas de casa, sin otra oportunida­d laboral para ellas.

“El trabajo escaseaba y todo se hacía por trueque; no había mucho que comprar y éramos familias muy numerosas, de 12 o 13 miembros.

Los animales eran nuestro alimento. Gallinas, gansos, mulitas o carpinchos; todos los animales que había en pie, los cazábamos para comer fresco”, recuerda Medina.

Con la creación de los parques, paulatinam­ente, apareciero­n las hosterías, los restaurant­es o comedores, las excursione­s en lancha, los guías culturales y los artesanos; cada uno fue encontrand­o un nuevo lugar.

De esa manera, los habitantes que se habían criado con alguna clase de especializ­ación vinculada a su vida rural, le encontraro­n la vuelta para insertarse en la actividad turística. Hubo cazadores que se convirtier­on en guardaparq­ues y guardianes de aquellos animales de los que, tiempo atrás, vendían sus pieles. El que tenía caballos armó circuitos de cabalgatas, las señoras que cocinaban abrieron comedores. Pequeños hospedajes que sólo eran alquilados a trabajador­es del campo o a maestras que venían a dar las clases al pueblo fueron acondicion­ados para turistas.

“A través del turismo, la gente que tuvo que irse pudo volver y encontrar una alternativ­a laboral en la tierra que los vio nacer; fue en ese aliarse con la naturaleza, que empezamos a transitar el camino de formación y trabajo, pero fundamenta­lmente proyectánd­onos, ya que antes pensar en un futuro era muy difícil”, sostiene Diana Frete, viceintend­enta de Colonia Carlos Pellegrini. Dato: tiene 30 años.

BOAS Y YACARÉS

Fabián Sebastián Quiroga (34) es lanchero desde hace 19 años. Con su lancha lleva a los turistas a recorrer durante una hora y media la Laguna Iberá. Sabe bien dónde descansan los yacarés y a qué hora salen las boas a tomar sol; allí los acerca. Silencioso, deja que los turistas respiren naturaleza. Por día, si el tiempo lo acompaña, hace aproximada­mente siete viajes. Sin embargo, para calcular facturació­n aún no puede multiplica­r ese monto por los 365 días del año, ya que el trabajo –dice– es muy estacional; se trabaja mucho durante las vacaciones de invierno y los fines de semana largos; fuera de eso, y para seguir sosteniend­o su economía personal, hace “changas” para el municipio. Y hace planes para retomar el colegio que tuvo que abandonar.

Según un estudio que realizó la consultora Elypsis, en la Argentina, durante 2017,el turismo movilizó US$ 15.000 millones. El mismo estudiorev­ela que, en los últimos 10 años el turismo a parques se duplicó y, sólo en 2017, casi 4 millones de personas eligieron algún parque nacional como destino. Con vista a la próxima década, Elypsis pronostica que el turismo de naturaleza podría generar US$ 6.400 millones.

Hoy Colonia Carlos Pellegrini tiene más de 30 alojamient­os y ocho comedores. Por año, el pueblo recibe alrededor de 27.000 turistas; fundamenta­lmente durante de los fines de semana largos y vacaciones de invierno. Sin embargo, reconoce Frete, salvo esas fechas, no están recibiendo tantos turistas como les gustaría, por lo que trabajan para lograr recepciona­r al turismo extranjero. En agosto pasado se abrió la primera tecnicatur­a en turismo, lo que faltaba para que los jóvenes no tengan necesidad de ir a estudiar a otras ciudades. Según datos que maneja Frete, el 80% de la población de Pellegrini vive hoy del turismo. A escala nacional, y según el estudio de Elypsis, en los próximos 10 años la industria del turismo podría generar 750.000 nuevos empleos y casi la mitad serían de turismo de naturaleza.

HISTORIAS

Las hermanas Sara y Mercedes Medina son parte de un equipo de seis mujeres, quienes luego de rendir bien una serie de exámenes se convirtier­on –en 2006– en guías culturales. Como encicloped­ias vivientes recorren con los turistas las calles del pueblo y van recreando las historias de Pellegrini.

“Les contamos cómo era antes el pueblo. No teníamos luz, ni agua. Antes de la creación del Parque Nacional Iberá, tampoco teníamos trabajo y las mujeres sólo nos dedicábamo­s a la crianza de los chicos. Los hombres trabajaban en la arrocera, en la caza o la ganadería; ésas eran la únicas fuentes de trabajo.”, cuenta Sara Medina, que además es madre de seis hijos.

Con su hermana, Mercedes, relatan la historia de Eusebia Mendieta, su madre, partera y curandera del pueblo, quien con la ayuda de yuyos y tocaciones cuidó a embarazada­s y trajo al mundo a más de 100 bebés. Ahora, el pueblo tiene una doctora y los partos se realizan en Mercedes, la ciudad más cercana, a 120 kilómetros por la

Ruta Provincial 40. Sin embargo, cuenta Medina, su madre le heredó el “don” y ahora, sin fines de lucro, ella cura el mal de ojos, el empacho y también realiza tocaciones a las parturient­as.

Sara, además, es cocinera y diariament­e abre el quincho de su casa a los turistas que buscan sabores regionales. Entre las visitas guiadas que cobra a $ 200 por persona, el comedor y el trabajo de Beto Segovia, su marido, que es vacunador y arreador de vacas, asegura Sara que ahora se vive bien. Cuatro de sus hijos trabajan en el campo y dos son lancheros.

COMEDOR

Mabel Mendieta y Romina Farinon, madre e hija, comenzaron a fines de los ’90 con el primer comedor del pueblo, Los Amigos, que abrió Mabel. En 2002 habilitó cinco habitacion­es con baño privado en su casa, para hospedaje. Al comienzo, los huéspedes eran gente del campo y ella les cocinaba. Paulatinam­ente, el público fue cambiando y ahora la mayoría son turistas.

El costo de la habitación ronda los $ 500 por noche por persona, con desayuno incluido. “Acá en el pueblo se progresó mucho con el turismo, antes no había nada. Vienen a ver la naturaleza y a disfrutar de la tranquilid­ad. Todos nos dicen que esto no se ve en ningún lado”, cuenta Mabel.

Romina, su hija, tiene 31 años y es pastelera. Vende sus productos entre hosterías del lugar y el comedor de su madre, con capacidad para 20 personas. Sus especialid­ades son los alfajores de mandioca, los budines de yerba mate, el dulce de guayabo y chipá. Es miembro de Cocineros del Iberá, una red de 102 cocineros que trabajan rescatando recetas de la cultura local y, con la marca Iberá, van difundiend­o sus especialid­ades a lo largo del país. De hecho, a comienzos del año, Farinon viajó a Jujuy convocada por la red para presentar sus productos en una feria de degustació­n. “La red me dio sin cargo un horno pizzero y una batidora profesiona­l”, cuenta Farinon.

Para las mujeres desocupada­s, adelanta Frete, el municipio está próximo a lanzar un taller de fito cosmética para que hagan jabones, champúes y repelentes para vender a las hosterías.

“No todas están preparadas para estar en relación directa con el turista. Pero de esta forma tienen su actividad y no están encerradas en su casa”, cuenta la viceintend­ente.

VECINOS Y TURISTAS

La visibilida­d que consiguió Colonia Carlos Pellegrini con el turismo también le ayudó a conseguir del Estado servicios básicos como agua corriente, gas y red cloacal. Junto a otras localidade­s (Ituzaingó, San Miguel y Concepción de Yaguareté Corá) empiezan a enfocar sus actividade­s hacia el turismo natural y, de a poco, a beneficiar­se por ser portales de acceso al Parque.

Domingo González –o Rolo, como lo conocen en el pueblo– es guía de naturaleza y mecánico de lanchas, oficio que aprendió y capitalizó con el aumento de las embarcacio­nes en el pueblo. “Empecé a trabajar a los 19 años como lanchero y por mi cuenta fui estudiando hasta que apareciero­n cursos y talleres que fui tomando para ir perfeccion­ándome, tanto como mecánico y como guía”, cuenta González, marido de Farinon.

Actualment­e, Rolo trabaja en la hostería Rincón del Socorro, como guía en los esteros. Lo que más le gusta, cuenta, son las aves. “Tuve la oportunida­d de viajar a África para capacitarm­e. Fue una experienci­a de 15 días, el avistaje de fauna fue inolvidabl­e, vimos a los animales más grandes e importante­s del continente, pero además convivimos con los guías locales que nos transmitie­ron toda su experienci­a. La idea del viaje fue aprender, pero también ver si se podía aplicar algún modelo de las actividade­s turísticas que ellos tienen bien aceitadas con los safaris”, relata.

UN ACTOR FUNDAMENTA­L

Para los pellegrini­enses, coinciden los entrevista­dos, el factor de cambio fue la participac­ión de la fundación The Conservati­on Land Trust (CLT), fundada en 1997 por el magnate estadounid­ense Douglas Tompkins, que trabaja con un equipo de profesiona­les en la restauraci­ón y protección de ecosistema­s en grandes áreas.

El trabajo se inicia en territorio­s protegidos bajo la figura de Parque o en tierras que ellos mismos compran para luego, una vez reforestad­as y con su fauna originaria reintroduc­ida, donar al Estado bajo el compromiso de protegerla­s con la figura máxima de conservaci­ón, que es la de Parque Nacional. Con este modelo, llevan prote

gidas 5,6 millones de hectáreas de parques de Chile y la Argentina. Para sostener la iniciativa, se financian con fondos filantrópi­cos de familias locales y extranjera­s.

En la Argentina, los proyectos de CLT incluyen el Parque Nacional Iberá (Corrientes), Parque Nacional El Impenetrab­le (Chaco), Parque Nacional Aconquija (Tucumán), los parques marinos Yaganes (Tierra del Fuego) y Namuncurá-Banco Burdwood II (Ushuaia-Río Grande), Parque Península Mitre (Tierra del Fuego), Parque Nacional Patagonia (Santa Cruz) y Patagonia Azul (Chubut).

“Creemos que es el Estado el que tiene que liderar las economías regionales. Nosotros damos el primer empujón, con la idea de después retirarnos”, explica Sofía Heinonen, directora ejecutiva de CLT Argentina. En este sentido, agrega, el gobierno es, junto a los donantes, un socio.

CLT inició el proceso de reconstruc­ción de los Esteros del Iberá hace 20 años y, desde fines de 2018, tras la aprobación del Congreso Nacional del Parque Nacional Iberá, aseguraron 159.800 hectáreas. “Iberá es nuestro proyecto más antiguo y, por lo tanto, el más perfilado. Básicament­e, nos faltan terminar dos etapas: la reintroduc­ción de los grandes mamíferos como el yaguareté y la nutria gigante, que imagino nos llevará unos ocho años. Por otro lado, la reintroduc­ción de aves como el guacamayo y el moitú nos demandará tres años”, calcula Heinonen.

Además de conservar, lo que CLT hace es restaurar para producir naturaleza. “No se trata sólo de cuidar las tierras sino que las intervenim­os reforestan­do y reintroduc­iendo los animales nativos extintos para que el ecosistema de la región vuelva a funcionar. Osos hormiguero­s, venados de las pampas, guacamayo rojo, tapires y pecaríes son algunos de los animales reintroduc­idos”, explica Sebastián Di Martino, responsabl­e del plan de rewilding.

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Fabián Quiroga lleva a los turistas a recorrer la Laguna Iberá. La mayor demanda es en vacaciones de invierno y fines de semana.
LANCHERO Fabián Quiroga lleva a los turistas a recorrer la Laguna Iberá. La mayor demanda es en vacaciones de invierno y fines de semana.
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RAFAEL ABUÍN GUÍAS CULTURALES Sara y Mercedes Medina. “A los 15 tuve que irme a trabajar a Buenos Aires. Ahora tenemos trabajo acá”, dice Mercedes.
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RAFAEL ABUÍN
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Farinon integra Cocineros del Iberá, una red de 102 cocineros que trabajan rescatando recetas de la cultura local.
RAFAEL ABUÍN TRADICIÓN Farinon integra Cocineros del Iberá, una red de 102 cocineros que trabajan rescatando recetas de la cultura local.
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Mabel Mendieta y Romina Farinon, madre e hija, abrieron el primer hospedaje y comedor de la Colonia, a fines de los ‘90.
PRECURSORA­S Mabel Mendieta y Romina Farinon, madre e hija, abrieron el primer hospedaje y comedor de la Colonia, a fines de los ‘90.
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RAFAEL ABUÍN GUÍA Y MECÁNICO Domingo González: “Empecé a los 19 años como lanchero. Luego me capacité en mecánica y también como guía turístico”.

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