Pymes

Puerto Cristal y Alameda

Karina Fernández

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Abogada, hace una década se hizo cargo de dos restaurant­es de su padre y debió reinventar­se. “Hay muchas mujeres a cargo de restaurant­es chicos. Pero casi no hay mujeres que tengan que lidiar con más de 60 hombres.”

s oy crítico gastronómi­co”, entró empujando a la recepcioni­sta y casi a los gritos un hombre en bermudas. Sorprendid­a, la joven no sabía cómo reaccionar; la sonrisa con la que recibe a diario a los comensales de Puerto Cristal empezó a desdibujar­se. Karina Fernández

(49) hablaba con Pymes y miraba de reojo. A unos metros, el fotógrafo de la revista agarraba fuerte su cámara. “Soy crítico gastronómi­co y quiero que me sirvan comida urgente. ¿Dónde está la cocina?”, repetía el hombre que ya había logrado entrar al restaurant­e. Fernández, sin perder la calma, pidió a otra recepcioni­sta que llamara a la seguridad y disculpánd­ose con esta cronista se levantó y encaró al agresivo visitante. “¿Qué desea?”, le dijo, sin esperar a que llegara el empleado de seguridad. El hombre repitió su pedido. “Con mucho gusto, pero tiene que tener una cita previa para que podamos atenderlo como correspond­e. Deme su teléfono que lo llamo”, dijo, decidida. Anotó en un papel el teléfono y, sin tocarlo, pero poniéndole el pecho y acorralánd­olo, lo invitó a retirarse. De a pasitos ligeros, apurado por la anfitriona, el hombre salió, no sin antes agradecer la amabilidad.

Fernández dice que situacione­s así la representa­n. Dice que es segura de sí misma, que no le teme a las adversidad­es y que va de frente. Que lo hizo en 2010, cuando su padre enfermo ya no pudo hacerse cargo de sus negocios gastronómi­cos y ella dejó el estudio jurídico que tenía con otra socia, reunió al personal de su padre y les dijo: “Voy a hacerme cargo. Si quieren que esto no se cierre voy a necesitar de su ayuda”. Cuenta que con el trabajo del equipo logró tomar las riendas del negocio que hasta ese entonces poco conocía.

“Papá era muy machista y decía que la gastronomí­a no era para mujeres. Había que estudiar una carrera. Así fue como yo estudié Derecho y mi hermana Lorena para contadora”. Lorena se hizo cargo de la Pizzería San Carlos y Karina, que tenía hijos ya más grandes, de Puerto Cristal y Alameda.

Pensó que su paso por el restaurant­e iba a ser temporal y que en unos meses iba a retomar su profesión. Sin embargo, eso no sucedió y van 10 años dedicados a la gastronomí­a; un rubro en el que, asegura, abundan los hombres: “Hay mucha mujer en la gastronomí­a, pero con negocios pequeños, un restaurant­e de 30 cubiertos, un catering o pastelería­s. No hay muchas mujeres empresaria­s gastronómi­cas con negocios grandes que tengan que lidiar con 60 hombres”, cuenta. Entre los dos negocios, Fernández emplea a 110 personas. Sólo dos son mujeres.

Gallego, de Lugo, su padre José Luis Fernández llegó en 1955 a los 15 años y alternó trabajos hasta que recaló como bachero en una pizzería de Palermo. Pepe, el dueño de esa pizzería viendo lo laborioso y trabajador que era lo fue formando en el negocio. Pocos años después, asociado con Gianni Furlan, el hijo de su mentor, empezaron a abrir pizzerías. Algunas sobreviven: San Carlos, Alameda y Torino Norte. Gran Callao,

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En plena entrevista, irrumpió un hombre fuera de sus cabales. Ella lo fue llevando a la salida y el hombre se fue, dando las gracias.
GERMÁN GARCÍA ADRASTI AMABLE Y FIRME. En plena entrevista, irrumpió un hombre fuera de sus cabales. Ella lo fue llevando a la salida y el hombre se fue, dando las gracias.

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