Franquicias en tiempo de cuarentena.
Las ventas cayeron entre 50% y 100%. Pagaron sueldos y alquileres, pero avisan que no tienen resto.
Los empresarios argentinos están acostumbrados a lidiar con inflación, hiperinflación, tarifazos, caída del consumo, restricciones a importaciones, corralitos y hasta con retenciones a las exportaciones. Se estoquearon, resignaron rentabilidad, achicaron gastos, se volcaron al mercado interno o al externo según la conveniencia, sustituyeron importaciones o diversificaron su negocio. Pero ni imaginando el peor escenario se les ocurrió pensar que sería una pandemia la que los pondría en jaque. ¿Cómo salir de esta situación lo menos afectados posible?
Por la pandemia y el aislamiento social obligatorio, el 70 % de las franquicias tuvieron sus locales completamente cerrados por al menos las seis primeras semanas: persianas cerradas sin, en muchos casos, poder generar ingresos para afrontar salarios, alquileres, insumos u otras obligaciones. Esa es la principal conclusión de una encuesta de la Asociación de Marcas y Franquicias (AAMF).
Franquiciados y franquiciantes suelen definir al este sistema con la fórmula de “paraguas anticrisis”, ya que irrumpen en el mercado no sólo con una marca conocida, sino sobre todo con un manual de procedimientos para llevar adelante todo lo vinculado al nuevo negocio. Es por ello que, aun luego de ocho años ininterrumpidos sin crecimiento económico, este sistema se había sostenido hasta fines de 2019 con alrededor de 30.000 franquicias en todo el país.
Lo que nadie podía imaginar, incluso este mismo verano, es que iba a ser un virus el que haría tambalear los negocios. Según la encuesta
de la AAMF, un 20% de los encuestados mantuvieron operaciones por comercio electrónico con envío a domicilio y solo un 10% pudo abrir sus negocios, pero con una caída de sus ventas del 55%.
Solo los supermercados, aclara la AAMF, registraron un crecimiento de sus ventas. En cambio indumentaria, calzado, servicios de belleza o cervecerías, sólo por nombrar algunos de los rubros que componen al universo de las franquicias, tuvieron sus actividades frenadas.
Un relevamiento de Pymes entre marcas que franquician distintos productos o servicios arroja el mismo resultado: la única marca franquiciada que se expandió en las últimas semanas fue una cadena de supermercados -DIA-, basada en la venta de alimentos y artículos de limpieza. El resto de las marcas sólo tienen la opción de vender por reparto a domicilio: ya lo venían haciendo marcas como Chungo o la cordobesa Grandiet, pero les representaba apenas una quinta parte de sus despachos. Ahora subieron esa participación a un 35%, en el mejor de los casos, ya que del otro lado no hay nada: todos los mostradores están cerrados.
Otras cadenas como Café Martínez o Bonafide, recién a partir de esta nueva situación están instrumentando el reparto a domicilio. Las pizzerías Tomasso venían aplicando el modelo “take away” de retirar por mostrador, de modo que reconvertir esa modalidad a la de “delivery” les supuso una tarea más sencilla.
Para otra clase de negocios no hay reparto a domicilio o teletrabajo posible. Anclaflex, la fábrica de materiales para revestimientos, y también sus franquiciados dependen no sólo de la autorización oficial para volver a abrir, sino sobre todo de volver a tener mercado. El caso de Juegos Mentales es representativo de la crisis terminal que están sufriendo los salones de fiestas y otros espacios recreativos: cerraron, no facturan un centavo y tienen por delante todos los gastos de alquiler, salarios e impuestos.
En cambio la agencia de publicidad Infopan, que construyó su negocio con anuncios en las bolsas de pan, está reconvirtiéndose a una agencia de publicidad en la Web. Y algunos franquiciados de la inmobiliaria Re/Max siguen cobrando comisión por la administración de alquileres.
En el franchising, con la pandemia no hay ganadores, a lo sumo algún empate. Pero el panorama general arroja que prácticamente todos están perdiendo; dan por descontado que todos sus negocios cambiaron de manera estructural, y muy
optimistas.• pocos ven motivos para sentirse