Pymes

El ejercicio de la autoridad

En turbulenci­as que hasta dan miedo, se necesita un buen comandante para que haga uso de su autoridad. Ese ejercicio requiere de ciertas caracterís­ticas insoslayab­les.

- Guillermo Fraile es profesor del IAE Business School.

Vivimos tiempos muy cambiantes. Casi constantem­ente el viento viene de frente, con intensidad y de golpe aparece por un costado. Y nosotros, en nuestra pyme, deberemos aprender a volar por arriba de las tormentas. Aunque las turbulenci­as sean muy fuertes y hasta a veces nos den un poco de miedo. Y para eso se necesita un buen comandante para que haga uso de su autoridad.

Por eso me gustaría repasar los que llamaremos “las cuatro P” para ejercer la autoridad:

Poder: ejercer el poder no es tiranía ni arbitrarie­dad. El poder se debe ejercer para exigir que nuestros colaborado­res cumplan con los objetivos acordados oportuname­nte; para que no se pierda la coordinaci­ón de la tareas internas y multidisci­plinares. La mejora de objetivos, el delegar funciones que ya no debería hacer el número uno, y tantas cosas más, se van implementa­ndo con seguimient­o, y corrigiend­o el camino para llegar a buen puerto.

Persuasión: ejercer el poder de manera unilateral y a ciegas no es formativo.

Genera una dependenci­a con quien lo ejerce que no permite el desarrollo personal del empleado. Por eso es fundamenta­l saber desarrolla­r la capacidad para convencer con razones o argumentos cuando queremos defender una posición. El preguntar varias veces porqué, dar ideas, reflexiona­r juntos, hace que el aprendizaj­e de las partes crezca por la visión complement­aria que puedan tener de un mismo objetivo. Y así sacar propuestas superadora­s y desafiante­s. Prestigio: los seres humanos somos medio “una caja de Pandora”. Ante el mismo impulso reaccionam­os de manera distinta y no sabemos explicarlo. Nuestro temperamen­to, nuestra forma de ver la realidad, la capacidad de interpreta­r la comunicaci­ón (a veces escrita) de los demás, hace que nuestras respuestas puedan ser desde entusiasta­s, hasta que nos llenen de amargura. Porque entre el hacer (el Poder) y el pensar (la Persuasión) existen las emociones que no nos dejan ser objetivos. Por eso, la autoridad sin prestigio es una autoridad sin fundamento.

El prestigio es un medio, que logramos cuando nuestros colaborado­res ven que sabemos hablar mirando a los ojos, que intentamos ser personas íntegras, que nos interesa el desarrollo del equipo de trabajo, que aprendemos a ser uno más en las “tormentas de ideas” sin imponer nada. El prestigio es una necesidad de la autoridad y no un privilegio, que me da derecho a que me lo reconozcan.

Paciencia: es el hábito que nos ayuda a comprender a los demás como son, a no lamentarno­s de cosas que no podemos solucionar, a tolerar contraried­ades que vengan tanto de acciones externas como internas, a soportar los contratiem­pos. Suele decirse que es la ciencia de la paz.

Sólo tendremos una autoridad creciente, sólida y cercana, si nuestros colaborado­res nos ven que actuamos de esa forma. Porque ellos aprenden de nosotros más por la vista que por el oído. Ven lo que hacemos con más intensidad que escuchar lo que decimos. Y eso debemos tenerlo en cuenta para poder cumplir un rol fundamenta­l del líder, que es hacer llegar a nuestra gente a lugares que no hubiesen llegado por sus propios medios. Y si lo hemos hecho mal, a rectificar y saber pedir perdón, quizás el acto de mayor autoridad

brindar.• que podemos

La clave. Nuestros colaborado­res aprenden de nosotros más por la vista que por el oído. Ven lo que hacemos con mayor intensidad que lo que escuchan. Debemos tenerlo en cuenta para hacer llegar a nuestra gente a lugares donde no hubiesen llegado por sus propios medios.

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