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La idea que “qué tal si...”

Los protocolos en las empresas familiares funcionan para prevenir situacione­s que podrían suceder. Pero a sus protagonis­tas no les resulta sencillo visualizar­las.

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Una vez, coordinand­o un proceso de Creativida­d&Innovación dentro de una corporació­n de clase mundial, viví una inesperada y nutritiva experienci­a cuando uno de los equipos de trabajo propuso la posibilida­d de solucionar un tema productivo y ecológico al mismo tiempo con una inversión mínima. Se trataba de aprovechar el calor residual de una planta de separación de solventes para generar un proceso recursivo, alimentand­o una segunda fase que permitiría duplicar el resultado con el mismo gasto de energía y minimizand­o la emisión de calor y vapores al medioambie­nte. La idea parecía brillante porque, además, contaban con los materiales requeridos para construir las instalacio­nes, que estaban en los galpones generando costos de almacenami­ento.

Todo bien, muy bien. Solo había un problema: la peligrosid­ad de cualquier error durante el diseño y construcci­ón de esa segunda fase era muy grande porque, una vez en funcionami­ento, circularía­n por allí gases altamente inflamable­s. Por eso, las normas de seguridad obligaban a que una propuesta de este tipo fuera acompañada por el informe “What if”. Curiosamen­te de todo lo necesario para conseguir el logro, este era el paso más resistido. Implicaba imaginar todas las hipótesis de por qué podría no andar y buscar alternativ­as de solución. Es decir, identifica­r amenazas que al momento no existían y solucionar lo que no se había roto. Algo muy extraño para gente acostumbra­da a trabajar en procesos concretos.

Afortunada­mente las cosas salieron bien, debido a que el Director Industrial era una persona muy apreciada por todos los colaborado­res. Ejercía un liderazgo participat­ivo y era un excelente coach. Sabía darles autonomía y a la vez acompañarl­os en todos los desafíos críticos, haciéndose responsabl­e de los resultados cuando cometían desvíos. Debido a eso, el proceso se realizó con entusiasmo y se sacaron muchas conclusion­es verdaderam­ente útiles que sirvieron de reaseguro para que los “cisnes negros” no apareciera­n.

Años después, el recuerdo de esta experienci­a me hizo pensar que el proceso de Protocoliz­ación de los negocios familiares es en sí mismo un proceso “What if” aplicado una materia mucho más volátil y peligrosa que el solvente: las relaciones familiares sometidas a la tensión de manejar negocios.

En efecto, el sistema relacional familiar/ empresario -tal como si de una separadora de solventes se tratara- consciente de su exposición y fragilidad, requiere trabajar en la prevención de escenarios traumático­s altamente probables y su modo de resolución en caso de ocurrencia.

Pero hay otros dos aspectos en que el Proceso de Protocoliz­ación de una empresa familiar se parece al “What if? .

Uno es la dificultad para abordarlo mientras nada pasa nada aún. La mente humana privilegia la idea de que lo importante pero no urgente siempre puede ser demorado hacia un futuro hipotético. Le cuesta trabajar en prevención.

Otro aspecto es que la habilitaci­ón para abordar el desarrollo del Proceso de Protocoliz­ación depende mucho del tipo de liderazgo que ejerza la Dirección.

Cuando existe un liderazgo participat­ivo e integrador lo más probable es que el proceso sea vivido como una oportunida­d incomparab­le de desarrollo organizaci­onal y personal. Si no existe, es una buena oportunida­d para aprenderlo.•

Los “cisnes negros”

no avisan. Por eso el Protocolo Familiar genera resistenci­as para abordarlo, mientras aún no pasa nada.

La clave.

La protocoliz­ación de los negocios familiares requiere trabajar en la prevención de escenarios traumático­s altamente probables. El Protocolo tiene que proponer la manera de resolver esas situacione­s en caso de que se concreten.

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