Protocolos sustentables.
La actividad post aislamiento requerirá medidas de eficiencia energética, de reducción y reciclado, que algunos emprendimientos ya están aplicando.
La reactivación post pandemia no debería hacerse a costa de un mayor daño a los ecosistemas: se trata de preocupación concreta en algunas pymes y emprendedores, que tomaron en cuenta aspectos ambientales a la hora de elaborar protocolos de seguridad e higiene para volver a la actividad como Aquilea, un emprendimiento rosarino creado a comienzos de año por Marina Di Pietra y Magalí Ramirez, técnicas dermatocosmiatras.
La empresa distribuye insumos para dermatólogos y cosmiatras. “Además de comercializar los insumos, capacitamos a los profesionales en gestión sustentable; reduciendo al mínimo los elementos descartables, y asesorando en la correcta separación de los residuos” cuenta Di PIetra, quien destaca que trabajan con marcas de productos libres de testeo en animales y que cumplan con estándares de sustentabilidad, priorizando a proveedores nacionales para reducir la huella de carbono.
Uno de los cambios obligados por la pandemia fue reconvertir la operación y las ventas al formato online. El asesoramiento que antes se hacía visitando clientes, hoy se realiza a través de las redes sociales. Para hacer los envíos, priorizan un sistema de cadetería en bicicleta, y envuelven los productos en papel, evitando el uso de bolsas de plástico.
LAVAR Y REUTILIZAR
El lavadero industrial Abel presta servicios a locales gastronómicos y hoteleros, y a partir de
la pandemia, formuló un plan de adecuación de su sistema de lavado. “Utilizamos agua a más de 60°C y una proporción de cloro de entre 0,1% y 0,5%, suficiente para inactivar el virus, según las recomendaciones de organismos internacionales”, cuenta Lorena Rodriguez, titular de esta cooperativa de trabajo constituída en 2012, a partir del fallecimiento del ex dueño, y el pedido de quiebra por parte de acreedores. Fueron sus hijas, junto a un grupo de empleados, quienes decidieron seguir adelante con la producción, transformando a esta pyme familiar en una empresa recuperada cooperativa, con el asesoramiento del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES).
“Comenzamos siendo seis socios fundadores y teníamos 10 clientes. En estos siete años, a pesar de la crisis, sumamos casi 40 clientes y 15 nuevos puestos de trabajo, con lo que hoy somos 21 personas y queremos seguir creciendo, siempre en forma sustentable”, comenta Rodriguez.
Con este fin, la cooperativa presentó un proyecto de reconversión tecnológica ante la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas, para adquirir nuevas máquinas y generar 10 nuevos puestos de trabajo.
TRIPLE IMPACTO
El Botellón es una cervecería artesanal de la ciudad de Mendoza que obtuvo el certificado de “Empresa B”, un sello que identifica a los negocios con triple impacto: económico, social y ambiental.
“Hicimos un manual de buenas prácticas para otorgar franquicias y buscamos reducir nuestra huella ambiental”, comenta Matías Bismach, socio fundador. “Para esto, separamos y cuantificamos nuestros residuos, y tratamos de darles un nuevo uso. Por ejemplo, con las cáscaras de maní del bar, emprendedores hacen billeteras y bolsas que nosotros revendemos”, explica.
En el reinicio de actividades post pandemia el local debió adaptar su funcionamiento a los nuevos protocolos para el sector gastronómico de la provincia.
“Estamos funcionando a un 50% de capacidad del local, y en horario reducido. Aún así, generamos más residuos, por un mayor uso de plásticos descartables, lo cual nos preocupa”, dice Bismarch. “De todos modos, como los protocolos no son algo rígido y se van modificando, estamos planteando que con una buena higiene y lavado, es más seguro usar vajilla común y manteles y servilletas de tela, además de ser mejor para el ambiente”, destaca.
La demolición selectiva y “deconstrucción” consiste en recuperar puertas, ventanas, pisos y todos los materiales reutilizables, antes de la demolición en sí.
En tanto, la franquicia “Infopan”, que promueve el reemplazo de las bolsas de pan hechas de plástico por otras de papel con avisos, vió crecer su negocio a partir de la pandemia. Rodrigo Dos Santos, uno de los socios fundadores, cuenta que “en estos meses de aislamiento social sumamos 15 franquiciados nuevos en Argentina y tres en Colombia”.
“Sustituimos 500 bolsas de plástico mensuales por las de papel, que son más sustentables”, asegura Dos Santos y destaca que “para apoyar a las panaderías barriales que hacen envíos a domicilio, creamos el portal Pidamosdelivery y lo posicionamos en los buscadores”. La firma entrega gratuitamente las bolsas a las panaderías, con
el compromiso de que realicen una donación al banco de alimentos.
RECICLAR EN PANDEMIA
Si bien la actividad de recicladores urbanos fue declarada como esencial a nivel nacional, la autorización para su funcionamiento corresponde a cada municipio.
En la ciudad de Buenos Aires, el distrito con mayor generación de residuos urbanos, el reciclado se paralizó por las medidas de aislamiento, generando un problema ambiental por el mayor volumen de desechos que llegan a los rellenos sanitarios; económico por la falta de insumos para las industrias transformadora de plástico, papel y envases; y social, dado que miles de recicladores dejaron de percibir ingresos (según la Federación de Cartoneros, más de 50 mil personas se dedican al reciclado, agrupados en cooperativas). Sólo aquellos que trabajan por su cuenta y de manera más informal, siguen recorriendo las calles.
Ante esta perspectiva, la cooperativa El Álamo elaboró un protocolo de seguridad e higiene, basado en recomendaciones de la IRR (Iniciativa Regional para el Reciclado) y el asesoramiento de médicos e infectólogos.
La entidad surgió a partir de la crisis de 2001 en el barrio porteño de Villa Pueyrredón. Antes de la pandemia trabajaban 150 personas en dos turnos, en un predio que ocupa media manzana y cuenta con máquinas enfardadoras, cintas transportadoras y balanzas electrónicas.
“Básicamente se redujeron los turnos, se proveyó de guantes, barbijos y alcohol en gel a los trabajadores, y los materiales que se recopilan quedan estacionados durante tres días antes de ser procesados”, explica Alicia Montoya, una de las fundadoras de la cooperativa.
“Los impactos ambientales producto de los traslados posiblemente disminuyan con el teletrabajo, pero el consumo energético per cápita será mayor”.
Desinfección certificada
La empresa de limpieza y desinfección Interlim Argentina junto con el Laboratorio Rapela ofrece pruebas de PCR sobre superficies previamente limpiadas y desinfectadas que permiten certificar la validez de los protocolos de desinfección realizados. Interlim asegura que luego de su trabajo de limpieza y desinfección, comercios y empresas pueden ofrecer “instalaciones seguras”.
“La pandemia nos obligó a hacer adaptaciones sobre la marcha, ya que pasamos a ser un servicio que está en la primera línea. Antes no era tan así”, explica Carla Brunetti, socia gerente de Interlim, una empresa que nació hace diez años, como un desprendimiento de la agencia de seguridad Gruspa.
“La desinfección es un servicio que ofrecen empresas del rubro como la nuestra y también otras que sólo hacen fumigación. Nosotros primero hacemos la limpieza y después viene la desinfeción. Si la superficie no está limpia, no se termina de matar al virus”, explica Brunetti, quien explica que tuvieron que cambiar los uniformes de trabajo del persona a la modalidad tipo “astronauta”, desde el calzado hasta la cabeza, con máquinas de desinfección recién adquiridas. “Antes de la pandemia teníamos entre nuestros clientes a gimnasios y cervecerías que ahora están inactivos, de modo que entrenamos al personal para que además de la limpieza hagan desinfección. Somos diez personas fijas y las cuadrillas de limpieza y desinfección son contratadas de manera rotativa. En un día normal, ahora, hay entre 100 a 150 personas de nuestra empresa prestando servicios en distintas empresas e instituciones”.
En cuanto al procedimiento en sí, Brunetti explicó que debieron hacer inversiones adicionales en equipamiento. “Debimos comprar máquinas para vaporizar, así como para la limpieza y lustrado de mayor cantidad de pisos”. La empresa ya hacía desde antes de la pandemia tareas de limpieza de superficies críticas, pero en más de un sentido ahora además de limpiar a fondo, parte del servicio consiste en mostrar cómo se hace. “Ahora lo que se busca es reforzar la vista del cliente en eso. La protección es por nosotros mismos, pero también los clientes ven en qué condiciones trabaja la gente”.
MATERIALES Y PERSONAS
Grupo Mitre es una compañía dedicada a demoliciones, excavaciones, movimiento de suelos, y obras de ingeniería civil, fundada hace 35 años por Miguel Hipólito. Desde sus inicios, se ocupa de revalorizar los productos de las demoliciones. Y desde hace dos años, a partir de incorporar máquinas trituradoras, procesa los escombros in situ, generando un nuevo material para la construcción.
“Se trabaja con un proceso de demolición selectiva y “deconstrucción” donde se recuperan puertas, ventanas y pisos y todos los materiales reutilizables, antes de iniciar la demolición”, explica Rosario Quiroga, responsable de sustentabilidad. Dado que la actividad de demoliciones fue una de las autorizadas a continuar durante la cuarentena, la firma presentó protocolos de referencia para el sector.
“Durante las medidas de aislamiento, seguimos trabajando en villas y barrios populares de la ciudad, sumando a nuestras prácticas de seguridad e higiene, los testeos al personal. Tuvimos tres casos de Covid 19 en una obra, aislamos a esas personas y continuamos trabajando, en grupos fijos”, cuenta Quiroga.
Cuidar la calidad del aire y reducir el ruido es parte de los estándares de trabajo de esta empresa que reemplazó los martillos neumáticos por eléctricos (más silenciosos), utiliza un sistema de humidificación para reducir la diseminación de partículas al ambiente, y el lavado de las ruedas de máquinas y camiones para evitar que trasladen el polvo.
La firma obtuvo recientemente una certificación como empresa B, y entre los criterios para lograrlo se cuentan la medición de huella de carbono y la capacitación del personal (jóvenes con barreras de empleo por falta de estudios o por provenir de barrios vulnerables).•