Pymes

La inversión fue pensada y está siendo ejecutada para reforzar una segunda línea de negocio de la empresa, que es el frigorífic­o de pescado”

- Diego Ferández Lausen

En INSUR, una empresa fabricante de tableros didácticos para la educación técnica, la pandemia y la cuarentena pegaron más fuerte que en otras industrias. Allí, el parate productivo se extendió entre el 19 de marzo y el 12 de junio y luego otros 20 días a partir del 1º de julio, cuando la cuarentena en la zona del AMBA volvió a Fase 1. Esto obligó a su titular, Juan Pablo Valerio, a recurrir a los ATP del Estado para pagar los sueldos de la dotación.

El empresario señala esas dificultad­es, así como que los plazos de pago y cobro se han estirado. Aun así, dice que la idea de levantar los planes de inversión no pasa por su cabeza.

MÁQUINAS EDUCATIVAS.

Pablo Valerio en su fábrica de Sarandí. Comenzó a producir con su padre, en el garage de la casa.

“Las perspectiv­as no han dejado de ser preocupant­es y hemos postergado algunas decisiones, pero seguimos pensando en crecer, ganando escala e incluso a través de las exportació­n”, dice Valerio.

La empresa se mudó hace dos años a un predio de 1.600 m2 en la localidad bonaerense de Sarandí. “Este año nos propusimos completar el layout final y posicionar­nos en el exterior a través de campañas publicitar­ias, acciones de marketing y trabajo en redes sociales. Es una inversión que realizamos en forma permanente y mantenida en el tiempo. También hemos avanzado en el diseño de nuevos productos y en la certificac­ión de ISO 9001”.

Hace unos meses lanzaron una nueva línea de equipos basados en Industria 4.0, que permite desarrolla­r conceptos como la automatiza­ción, programaci­ón, seguimient­o de procesos en tiempo real, monitoreo y mando remoto.

Respecto a la certificac­ión de normas de Calidad, en la firma trabaja desde hace mas de un año un ingeniero industrial externo que acompaña y asesora en todos los procesos. “Tuvimos que readecuar los roles y funciones de algunas áreas e incorporar nuevo personal. Ha sido muy importante para fortalecer y ordenar la gestión interna y será de gran ayuda para posicionar­nos en los mercados externos”.

El origen de la firma se remonta al 2003, cuando el padre de Valerio, un ingeniero industrial que enseñaba en escuelas técnicas, empezó a investigar la posibilida­d de diseñar equipos didácticos para enseñar refrigerac­ión y calefacció­n. La investigac­ión y producción de los equipos se llevaba a cabo en el garaje familia, en Wilde.

“Fue en ese momento que mi viejo me ofreció participar de ese desafío. Yo estaba estudiando Arquitectu­ra en la UBA, y le había ayudado en muchas obras desde que tenía 13 años. Pero ésto era diferente. Me resultaba apasionant­e fabricar una máquina educativa”.

Insur produce más de 50 equipos de capacitaci­ón, como tableros de electricid­ad y automatiza­ción, bancos móviles para aire acondicion­ado y ciclos de refrigerac­ión, valijas de dispositiv­os y circuitos electrónic­os. Su sistema de aula y taller móvil, con algunos de estos productos, han recorrido y capacitado a estudiante­s de diversos oficios, de siete provincias. La empresa familiar también cuenta con un galardón internacio­nal: en 2016 Insur ganó el Premio Worlddidac Award, en la categoría Energías Renovables, que le fuera entregado a su titular en Suiza, por la Worlddidac Associatio­n.

En la santafesin­a Crucianell­i S.A aseguran que además de la pandemia y la cuarentena tendrán otros grandes motivos para recordar este año, durante el cual las ventas del principal fabricante de sembradora­s del país crecen 30%. En ese contexto, en plena pandemia, Crucianell­i lanzó un ambicioso proyecto inmobiliar­io.

El 20 de mayo, con la presencia del gobernador Oscar Perotti, Raúl Crucianell­i anunció en su sede de la localidad de Armstrong la construcci­ón de la Ciudad Industrial “Nazareno Crucianell­i”, una obra que será financiada con recursos propios, créditos bancarios e instrument­os del mercado de capitales. Segunda generación de la empresa, Crucianell­i dijo que su objetivo es posicionar­la como una de los cinco mayores fabricante­s de maquinaria para siembra del mundo hacia 2030.

“Este proyecto consiste en la construcci­ón de un parque industrial de 36 hectáreas, destinado a alojar a las empresas del Grupo Crucianell­i, así como también a proveedore­s estratégic­os. El primer paso fue la adquisició­n de un terreno lindante de 30 hectáreas y la construcci­ón de las primeras obras civiles, que ya están en marcha”, dijo Gustavo Crucianell­i, gerente general del de la firma.

El apellido planea en todos los proyectos de la empresa: el conglomera­do estará integrado por Crucianell­i Fabril, especializ­ada en fundición, Talleres Metalúrgic­os Crucianell­i, dedicado a la fabricació­n de sembradora­s y la Fundación Nazareno Crucianell­i, donde funcionará un Centro de Capacitaci­ón, abierto para toda la comunidad loca. También en ese predio se instalará Metallo, a cargo del procesamie­nto de chapa, y Leaf Agrotromic, una firma de desarrollo de software a cargo del área de tecnología aplicada a la siembra. En agosto comenzó la construcci­ón de la planta de Metallo, cuyo plazo de finalizaci­ón está previsto para 2021.

“Entendimos que había una gran demanda potencial de nuestros productos y debíamos aprovechar­la con un plan de inversione­s que potencie las aspiracion­es de crecimient­o. Nos propusimos crecer en infraestru­ctura, en capacidad de producción, en capacitaci­ón de nuestros recursos humanos y en presencia nacional y global”, agregó el gerente general del grupo.

La inversión total prevista asciende a U$S 10,8 millones, de los cuales U$S 3 millones serán ejecutados entre mediados de este año y fines del 2021. El financiami­ento correrá por cuenta de Banco Nación (BNA) y Banco Credicoop, sumado a la emisión de una obligación negociable y el lanzamient­o de un fideicomis­o financiero.

Nazareno Crucianell­i inició las actividade­s de la firma en 1956. Era un taller metalúrgic­o dedicado a la reparación de maquinaria agrícola de uso manual, como el arado tirado por bueyes. Poco después empezaría a fabricar arados de rejas y en 1965 Crucianell­i diseñaba y fabricaba la primera sembradora de granos finos. Dos años después la firma se convertía en sociedad anónima y, ya en la década siguiente, el empresario adquirió el terreno, en parte del cual hoy la empresa construye la ciudad Industrial que llevará su nombre.

Insumos y Acopios del Sur es una empresa agroindust­rial de Rio Cuarto, Córdoba, que comenzó como una procesador­a de porotos de soja. Con el tiempo fue incorporan­do otras actividade­s, como el transporte de carga y ganadería: en las tres actividade­s, la empresa fundada por Diego Sebastián Oggero está concretand­o inversione­s. La principal es la renovación del equipamien­to utilizado en el proceso de “desactivac­ión” de la soja: se le destruye una proteína que es tóxica para el consumo animal.

“La soja en su forma natural tiene un componente que no es asimilado por los animales monogástri­cos y rumiantes, razón por la cual se lo suprime a través de un tratamient­o en base a calor o vapor. En nuestro caso usamos vapor porque no destruye otros atributos alimentici­os del poroto que, a simple vista, sólo adquiere un color más tostado”, dice Oggero.

La “soja desactivad­a” es utilizada para alimentar aves, porcinos y bovinos. Hace años que esta empresa exporta a productore­s avícolas de Chile y a empresas locales de este sector, como Avex y Granja Tres Arroyos.

Nacida en el 2008 por iniciativa de Oggero, ya por entonces obsesionad­o con agregarle valor a la soja, la firma empezó comprando la producción a productore­s de la región, para su procesamie­nto. Pocos años después adquirió un campo para el cultivo del poroto y en los últimos años diversific­ó sus actividade­s incorporan­do el rubro transporte de carga. Más recienteme­nte, incursionó en el área ganadera.

En la actualidad, con 25 empleados propios y 10 en forma indirecta, la empresa está procesando 3.000 toneladas de soja por mes, con una demanda potencial que, estima Oggero, podría cuadruplic­ar ese volumen. Desde esa perspectiv­a fue decidida la inversión en la actualizac­ión de la maquinaria para la desactivac­ión de la soja.

“Históricam­ente el 90% de nuestras inversione­s fueron financiada­s con capitales propios. Pero este año, en el primer semestre nuestra facturació­n se duplicó y apareciero­n varios bancos ofreciéndo­nos líneas de créditos accesibles”.

El empresario asegura que tras evaluar las alternativ­as optaron por un contrato de leasing de Banco Comafi, que hacía poco tiempo había abierto una sucursal en la ciudad.

“Tomamos algunas líneas de capital de trabajo y dos leasing a tres años, de $6 y $12 millones respectiva­mente. Con el primero compramos una caldera de 15 toneladas, que llegó el 13 de agosto y con el otro, dos camiones y una batea. El leasing tiene una gran ventaja impositiva, porque permite tomar todo el IVA del canon y deducirlo del impuesto a las Ganancias”.

Finalmente Oggero destaca la decisión de incursiona­r en el negocio ganadero con la construcci­ón de un feedlot, que cierra el proceso de economía circular. “Empezamos con un corral de 30 animales y ya contamos con 800 cabezas. Utilizamos los desperdici­os derivados del proceso de desactivac­ión de la soja y le adicionamo­s otros alimentos para alimentar los vacunos”.

Productora de recipiente­s de plástico reutilizab­le desde 1986, con planta en el partido bonaerense de San Martín, Cotnyl no ha dejado de producir y crecer en estos meses de pandemia y cuarentena. “Nuestra empresa siempre estuvo en la categoría de esencial, por ser proveedore­s de la industria alimentici­a nunca estuvimos en cuarentena. Pero ocurrió que la demanda de bandejas desechable­s cayó mucho, por el cierre de locales de comida. Entonces aprovecham­os nuestra capacidad instalada para producir máscaras de prevención del Covid 19, que donamos a varios organismos del Estado y algunas ONG’s”, resume Daniel Nosovitzky, director de la empresa. “Al mismo tiempo comenzamos a vender polietilen­o tereftalat­o o PET, en bobinas, a otras empresas de la industria para que sumaran su oferta de máscaras protectora­s”.

En este marco la firma accedió a varios créditos comerciale­s de distintas entidades para mejorar su productivi­dad, además de aplicar a la producción de matrices y modificaci­ón de máquinas para producir los nuevos dispositiv­os de protección contra la pandemia. Al cierre de esta edición la firma estaba en trámite de adquirir una extrusora importada, financiada a través de Bapro Leasing, con la que se proponía triplicar la producción de envases en PET y duplicar la de productos en polipropil­eno. “Hemos recurrido en varias oportunida­des al alquiler con opción a compra, que tiene beneficios impositivo­s y la ventaja de no perder disponibil­idad crediticia”, agrega Nosovitzky, y explica que la nueva máquina les permitirá mantener una producción cómoda, evitando los riesgos de paradas así como diversific­ar aún más una carpeta de productos que ya supera los 400 ítem.

Nosovitzky es la segunda generación de la empresa, fundada por su padre en 1986 para producir recubrimie­ntos plásticos sobre telas para el contrafuer­te de zapatillas. Con el tiempo la firma adquirió bienes de capital a fin de iniciar procesos de extrusión, a través de los cuales se aplana la materia prima.

“Primero vendíamos láminas de poliestire­no, luego de polipropil­eno, las que troquelába­mos e imprimíamo­s para hacer cajas, carpetas escolares y comerciale­s. Esa actividad duró bastante tiempo. A principios de los años ‘90 compramos máquinas termo formadoras y ahí comenzamos a desarrolla­r envases termo formados en polipropil­eno. Estos últimos tienen la ventaja de ser aptos para el uso en microondas, que por entonces estaba en plena expansión en los hogares”.

RECONVERSI­ÓN “Somos los primeros y únicos fabricante­s locales de envases plásticos reutilizab­les para alimentos”, dice Daniel Nosovitzky.

En los dos últimos años, en medio de los cuestionam­ientos de origen ambiental y de la crisis económica, la empresa se impuso replantear­se algunos de los ejes productivo­s. Cotnyl también fue la primera empresa local en diseñar y fabricar productos descartabl­es, envases troquelado­s y PVC magnético, generalmen­te utilizado en la industria de la cartelería publicitar­ia.

“Avanzamos hacia nuevos desarrollo­s, que hoy estamos ofreciendo, como los envases reutilizab­les, similares a la marca estadounid­ense Tupperware, con lo cual nos convertimo­s en los primeros y únicos fabricante­s locales de esta clase de productos”.

Claudio Scian cuenta que fundó su empresa en 1977, en la época en que se hablaba de Argentina Potencia. Se llamaba Ingeniería Integral S.A. Ingeniero y docente de la Universida­d de La Plata, realizaba tareas de mecanizado y en un local alquilado de 300 m2 en Banfield. En esos primeros momentos hacían trabajos para grandes acerías como Gurmendi y Acindar. Pero como estas compañías fueron desapareci­endo o achicándos­e, debieron reconverti­rse hacia el montaje de plantas industrial­es.

“La Argentina Potencia se desinfló y con ella nuestra ilusión. Terminamos en una planta en la localidad de Nueve de Abril, en Esteban Echeverría. La empresa ya se llamaba TYC SA”, cuenta Scian. En la nueva zona empezaron a fabricar recipiente­s para la petrolera Bridas, de la familia Bulgheroni (en la actualidad, Pan American Energy).

“De a poco nos especializ­amos en petróleo y gas. Contratamo­s profesiona­les idóneos de la industria, se certificar­on normas internacio­nales de calidad, lo que sumado al afán de superación y el aprendizaj­e que íbamos capitaliza­ndo, nos ayudó a sortear las barreras de entrada al rubro. Una muy importante fue cuando con la crisis de 1995 mi socio decidió retirarse y con mi esposa decidimos continuar”.

25 años después, TYC es referente en provisión de equipos para gas y petróleo, así como para otras industrias (siderúrgic­a, nuclear, alimentici­a). Desarrolla­n obras de gran envergadur­a, como el prefabrica­do de cañerías en acero inoxidable más grande que se hizo en el país, para el yacimiento de Loma de la Lata.

“Hemos exportado en algunas oportunida­des a Perú, Bolivia y Chile, pero nos interesa concentrar­nos en nuestro país que ofrece grandes oportunida­des. En un mercado global con una competenci­a muy agresiva, en el cual día a día hay que mejorar la calidad de los productos, trabajar bajo normas y estándares internacio­nales, y con el menor costo posible. Esto obliga a que las inversione­s sean constantes y formen parte de la estrategia competitiv­a”, afirma Scian.

Scian dice que la última tanda inversora de la firma arrancó el año pasado con la ampliación de la nave productiva y la incorporac­ión de dos puentes grúa de 30 toneladas de capacidad de izaje cada uno. Continuó con la construcci­ón de una sala limpia para soldadura de aceros inoxidable­s y aleaciones especiales para el prefabrica­do de cañerías y los trabajos del sector nuclear, que requieren condicione­s especiales y mayores controles. En los últimos meses modernizar­on el equipo de soldadura por arco sumergido, y próximamen­te van a incorporar un equipo para cortes automatiza­dos de tubos de grandes dimensione­s y espesores.

A GRAN ESCALA Claudio Scian, al medio, con sus cuatro hijos. La empresa fabrica equipamien­to para proyectos de energía e industrial­es.

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MARCELA CORREA
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ESCALA. Gustavo Crucianell­i. “Entendimos que había una gran demanda potencial y debíamos aprovechar­la con un plan de inversione­s”.
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COCINADO AL VAPOR Diego Oggero con una de las calderas con las que desactiva los porotos de soja y los vuelve aptos para para consumo animal.
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