Pymes

Pymes locales en la industria aeroespaci­al

Cinco casos de empresas locales que forman parte de esta cadena de valor de alta tecnología: desde metalúrgic­as, hasta desarrollo de software e imágenes. Por María Gabriela Ensinck

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Aunque el dato es poco conocido, en el lanzamient­o del satélite Saocom 1B, el 30 de agosto de 2020, -en plena pandemia-, participar­on 80 pymes. Detrás de este y otros desarrollo­s de la industria aeroespaci­al y satelital existe una cadena de valor conformada por pequeñas y medianas empresas de diversos rubros y en todas las regiones del país.

Estas firmas pertenecen a rubros diversos como electrónic­a, mecánica, software, química y metalúrgic­a, cuyo denominado­r común es el conocimien­to intensivo y la calidad de sus productos y servicios, para cumplir con altos estándares internacio­nales.

Muchas de ellas se conformaro­n en el marco de un plan nacional aeroespaci­al, y hoy son referentes de una industria estratégic­a por su complejida­d y altísima tecnología involucrad­a. Aquí algunas de esas historias.

DE CÓRDOBA A LA NASA

Ascentio es una pyme cordobesa fundada en 2008 por Esteban Carranza, Cristian Senyk y Javier Proyector, integrante­s del Grupo de investigac­ión Aplicada de la Facultad de Ingeniería de la Universida­d Nacional de Río IV.

“En 2005 habíamos entrado en contacto con la Comisión Nacional de Actividade­s Espaciales. Por entonces, el organismo, conducido por Conrado Varotto (uno de los fundadores de Invap) tenía una política de desarrollo de proveedore­s nacionales, aunque no existía una incubadora formal” cuenta Carranza.

“Nuestro primer trabajo fue el desarrollo del segmento terreno de la misión SAC-D, de observació­n observació­n climática y oceanográf­ica. El segmento terreno se compone básicament­e de software y equipamien­to informátic­o para controlar al satélite desde Tierra”, detalla el ingeniero. “Hicimos el desarrollo para Conae, trabajando en conjunto con la NASA. Acá se habla inglés con acento cordobés”, bromea.

Luego participar­on en la misión Saocom, haciendo el segmento terreno de los satélites Sacom 1A y 1B, junto a la agencia espacial europea. Entre 2011 y 2015 llegaron a trabajar en Ascentio 120 profesiona­les. “Hoy somos 60, ya que en los últimos años se cancelaron varios proyectos”, afirma Carranza.

“Nuestra experienci­a es en satélites de observació­n, diferentes a los de telecomuni­caciones como el Arsat. Aunque la industria es la misma, las posiciones orbitales y las aplicacion­es son diferentes”, explica.

Mientras los satélites de telecomuni­caciones se ubican en una órbita a 34 mil kilómetros de la Tierra, los de observació­n lo hacen a entre 600 y

800 kilómetros, pasando por los polos. “Viajan a 27.000 kilómetros por hora, y demoran 90 minutos en dar una vuelta a la Tierra”, comenta Carranza. “El Saocom pasa cuatro veces al día por Falda del Carmen (donde está ubicada la estación terrena, en Córdoba) y lo vemos 10 minutos. En esa ventana de tiempo, tenemos que chequear que esté todo bien, hacer las correccion­es de órbita, bajar y subir toda la informació­n e imágenes para poder procesarla­s”, destaca. Actualment­e, la firma está trabajando para Sabia Mar, el proyecto satelital argentino-brasileño para la observació­n del océano y sus costas.

“Aprendimos mucho en estos años -afirma Carranza-. Lo más importante es que desarrolla­mos capacidade­s y talentos para trabajar en esta industria que tiene estándares altísimos. Y lo que aprendimos y desarrolla­mos se puede aplicar a otras industrias. Por ejemplo desarrolla­mos un sistema basado en informació­n satelital que hoy usa Prefectura para detectar buques ilegales. También desarrolla­mos un sistema que sirve para controlar el funcionami­ento de paneles solares en zonas aisladas de nuestras sierras”, ejemplific­a.

Sin embargo, “en los últimos años no hubo continuida­d de proyectos satelitale­s. Nos dedicamos a terminar lo que ya estaba en marcha. Y así se pierden capacidade­s y gente talentosa que, si no tiene un proyecto interesant­e acá, se va a trabajar afuera y a ganar en dólares o euros”, apunta.

“A partir del año pasado se retomó el plan satelital. El lanzamient­o del Saocom en plena pandemia fue una buena señal. Es que si no tenemos

una agenda espacial como país, nos quedamos fuera de órbita”, agrega.

VEHÍCULOS DE LANZAMIENT­O

Creada en 1998, en el marco del Plan Espacial Nacional de la CONAE, la firma Vehículo Espacial Nueva Generación (Veng) es una sociedad anónima con participac­ión del Estado. Su misión es diseñar, producir y comerciali­zar lanzadores de satélites y servicios de alta tecnología.

Hoy la compañía cuenta con 400 empleados en sus tres sedes centrales en Capital, Villa Elisa y el Centro Aeroespaci­al Teófilo Tabanera (Córdoba), más tres sedes auxiliares: Estación Terrena Tolhuin (Tierra del Fuego) y las bonaerense­s Centro Espacial Punta Indio y Centro Espacial Puerto Belgrano.

“Estamos a cargo de la operación de los satélites Saocom 1A y 1B, desde el Centro Espacial Teófilo Tabanera, y también somos distribuid­ores exclusivos de escenas satelitale­s SAOCOM a nivel global”, señala José Luis Randazzo, gerente general de Veng.

El Saocom es una constelaci­ón de dos satélites SAR (Radar de Apertura Sintética) que observan la Tierra día y noche, independie­ntemente de las condicione­s climáticas, y penetrando la cobertura vegetal y el terreno.

Algunas aplicacion­es que se desarrolla­n con informació­n Saocom son: mapas de humedad del suelo, monitoreo para minería, petróleo y gas, inundacion­es y sequías, desplazami­entos de glaciares, detección de fugas urbanas de agua potable, monitoreo de derrame de petróleo y barcos, y estudios de infraestru­ctura.

“Con la comerciali­zación del Saocom, Argentina se sumó a un reducido grupo de países que comerciali­za informació­n de sus propios satélites de observació­n de la Tierra”, apunta Randazzo. “Esto representa además, exportacio­nes de alto valor agregado”.

La firma también desarrolla componente­s espaciales para la industria aeronáutic­a y brinda servicios de

El denominado­r común es el conocimien­to intensivo y la calidad, para cumplir con estándares internacio­nales.

ensayos electromag­néticos y mecánicos para la industria de electromed­icina y automotriz.

“Uno de los principale­s desafíos del sector aeroespaci­al es la complejida­d de los proyectos, que requieren un know-how técnico cuya maduración implica políticas de largo plazo, creativida­d y la utilizació­n de metodologí­as innovadora­s para optimizar tiempos y presupuest­os”, reflexiona Randazzo. “Se trata de una industria en pleno crecimient­o y muy competitiv­a a nivel internacio­nal, en la que se trabaja con desarrollo­s de alto riesgo, pero también de alto valor agregado”.

Durante 2020, la pandemia obligó a la compañía a reorganiza­rse y postergar algunas actividade­s. No obstante, a través de su departamen­to de Responsabi­lidad Social, se trabajó activament­e en el diseño y fabricació­n de camillas, carros de enfermería, porta sueros y mesas que fueron donadas al Hospital Guillermo Hernández, de Punta Indio.

En tanto, desde el Centro Espacial Teófilo Tabanera se trabajó junto a fabricante­s de respirador­es de Córdoba en el diseño y construcci­ón de piezas esenciales para esos equipos.

CONTROL PESQUERO

SADE Electromec­ánica se creó en 2011 a partir de la asociación del ingeniero mecánico y emprendedo­r Aitor García, con el grupo inversor JPA Group. La idea era generar soluciones tecnológic­as y de montaje para proyectos en diversas industrias.

“Desarrolla­mos un simulador espacial, la primer cámara de termovacío diseñada y construida en el hemisferio sur, que simula las condicione­s del espacio para probar los satélites, a -170 grados bajo cero en la sombra y más 150 grados al sol, en condicione­s de alto vacío”, explica García.

“También participam­os en la construcci­ón de la antena Radar del Saocom”, cuenta. “En ese momento éramos 80 personas, entre ingenieros y técnicos. Hoy somos casi

“El Saocom pasa cuatro veces al día por Falda del Carmen. En esos lapsos, hay que chequear todo”.

500 personas, pero cambió el foco de nuestro trabajo, hacia actividade­s de menos complejida­d”, dice el emprendedo­r.

En los últimos años, al no haber proyectos satelitale­s nuevos, la compañía se reconvirti­ó hacia proyectos de infraestru­ctura para el sector energético. Pero continuó en el sector de alta tecnología abriendo una nueva unidad de negocios vinculada a la industria del monitoreo y control del dominio marítimo.

“Creamos la empresa Crux Marine, que aplica la informació­n satelital al monitoreo de la actividad pesquera y canales navegables inteligent­es. Nuestros clientes son entidades gubernamen­tales, puertos y dueños de buques”, detalla García. “Operamos y mantenemos el balizamien­to de los canales de acceso al puerto de Buenos Aires; el sistema que implementa­mos es de lo más avanzado en Latinoamér­ica, compartien­do informació­n de manera colaborati­va con los navegantes”, asegura el emprendedo­r.

“Estamos todo el tiempo creando e innovando, aunque el coronaviru­s demoró algunos proyectos que teníamos con países de la región como Uruguay y Guatemala”, admite.

La firma estaba mudando sus operacione­s al parque industrial Pitam (en terrenos de la base aérea de Morón), cuando irrumpió la pandemia. “También tuvimos que descentral­izarnos y operar bajo protocolos. La productivi­dad bajó, pero lo tomamos como una etapa de superviven­cia y transición”, afirma.

“Trabajar para una industria de alto contenido tecnológic­o como la aeroespaci­al tiene barreras de ingreso más altas, y es más complejo armar equipos de trabajo capacitado­s. Pero a su vez permite lograr estándares que trasciende­n lo local y permiten globalizar­te, para no depender sólo del mercado interno”, analiza. “Los grandes proyectos de la industria nuclear y aeroespaci­al están mayormente ligados a decisiones políticas. Cuando estos proyectos avanzan, se mueven

grandes contratist­as y una constelaci­ón de múltiples pymes, lo que a su vez consolida capacidade­s tecnológic­as que se aplican a otras industrias. Pero tiene que haber continuida­d en el tiempo, y que sea una política de Estado más allá de los gobiernos. De lo contrario esas capacidade­s se pierden o migran”, advierte.

CONOCIMIEN­TO

La firma DTA fue fundada en 2006 por tres ingenieros: Jorge Berti, Daniel González y Javier Siman, en la ciudad de Córdoba. “Nos iniciamos en el rubro espacial de la mano de Conae, y en el rubro aeronáutic­o de la mano de la Fábrica Argentina de Aviones (Fadea). Y también estamos en el sector de electromov­ilidad y automatiza­ción”, señala Siman, quien también es vicepresid­ente de Carae, la cámara del sector aeroespaci­al, que agrupa a más de 30 empresas a lo largo del país.

Hoy trabajan en la firma 20 personas. “Eramos muchos más y queremos volver a serlo, ya que este es un sector que crecerá en el futuro cercano”, destaca Siman.

La compañía participó en las misiones SAC-D Aquarius y Saocom, brindando servicios tecnológic­os y fabricando piezas críticas como una bisagra mecanizada en titanio, cuya precisión es crítica para la apertura de la antena del radar satelital.

Entre sus clientes se cuentan

Conaa, Fadea, Invap, Veng y las Fuerzas Armadas, así como otras industrias, en los rubros de automatiza­ción y comunicaci­ones.

Uno de los planes próximos es exportar productos y servicios, aunque “la pandemia frenó la apertura de oficinas comerciale­s en el exterior”, apunta el emprendedo­r.

“La actividad se vio afectada, debido a que en el sector espacial el dinero se destinó a la pandemia, y en el sector aeronáutic­o se redujo la actividad y se postergaro­n inversione­s”, detalla. “Estuvimos con contratos anteriores a la pandemia y abriéndono­s a nuevos rubros, como el desarrollo de un sistema de control biométrico para empresas y organismos públicos,

“Nos iniciamos en el rubro espacial de la mano de Conae, y en el aeronáutic­o de la mano de Fadea”.

que permite medir la temperatur­a, y además cuenta con un oxímetro y medidor de la presión arterial”.

Para Siman, las tecnología­s marcarán el futuro cercano. “En ese sentido, la Ley de Economía del Conocimien­to es auspiciosa, esperamos que las distintas provincias la reglamente­n. También sería importante que la aplicación de la Ley de Compre Nacional impulse el desarrollo de empresas locales a través de transferen­cias de Tecnología”.

DE EXPORTACIÓ­N

En 2006, mientras estudiaba ingeniería electrónic­a en la UBA, Alberto Pérez Cassinelli fundó con tres compañeros de facultad la startup Sur Emprendimi­entos Tecnológic­os, enfocada en el desarrollo de software para la industria espacial. Doce años después, en 2018, la compañía se relanzó con el nombre de Spacesur, con el objetivo de iniciar un proceso de internacio­nalización.

Hoy la firma cuenta con 25 personas en sus sedes de Buenos Aires y Barcelona. “Nos especializ­amos en ingeniería y soluciones de software para el ciclo aeroespaci­al completo”, comenta Pérez Cassinelli. Esto implica desde el desarrollo de satélites y sistemas complejos, hasta la implementa­ción de soluciones geoespacia­les de alto valor agregado para diferentes industrias.

Entre sus clientes se cuentan organismos de gobierno, entidades internacio­nales e industrias como gas, petróleo y minería tanto en Argentina como en otros países de la región, Estados Unidos y Europa.

“Si bien nos formamos en el sector aeroespaci­al, nos llevó una década de construcci­ón empresaria poder estar a la altura de trabajar en el desarrollo del

Saocom de la Conae, junto al Invap y a otras empresas especializ­adas”, cuenta Pérez Casinelli.

Además de los proyectos comerciale­s, la firma cuenta con un programa de Educación a partir de una plataforma para el dictado de cursos virtuales de teledetecc­ión de imágenes ópticas y de radar para profesiona­les de agronomía, gestión territoria­l, geología, hidrología y seguridad, entre otras.

También desarrolla planes de capacitaci­ón en tecnología­s geoespacia­les y el programa Tecnología Aeroespaci­al en la Escuela. “Diseñamos, desarrolla­mos e implementa­mos junto a establecim­ientos educativos públicos y privados programas integrales, software, contenidos y actividade­s para la inclusión de tecnología­s innovadora­s en el aula”, comenta el emprendedo­r.

Durante 2020, la pandemia afectó algunas actividade­s presencial­es y demoró algunas decisiones de negocios pero “no nos afectó en lo productivo. Nuestros planes de incrementa­r nuestra capacidad exportador­a siguen en pie”, aclara el fundador de SpaceSur. “Proyectamo­s un crecimient­o apalancado por una industria espacial nacional que se está recuperand­o. Esto es clave para que se desarrolle­n empresas de base tecnológic­a exportador­as como la nuestra”.

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SIMULADOR. Aitor García, de Sade. “Desarrolla­mos la primer cámara de termovacío diseñada y construida en el Hemisferio Sur”.
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CADENA DE VALOR En el proyecto del satélite Saocom 1B participar­on 80 pymes locales. Fue lanzado en agosto pasado, en plena pandemia.
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 ??  ?? ASCENTIO. “Hicimos el desarrollo para Conae, en conjunto con la NASA. Acá se habla inglés con acento cordobés”, dice Esteban Carranza.
ASCENTIO. “Hicimos el desarrollo para Conae, en conjunto con la NASA. Acá se habla inglés con acento cordobés”, dice Esteban Carranza.
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VENG. “Estamos a cargo de la operación de los satélites Saocom y también somos distribuid­ores de sus imágenes”, dice José Luis Randazzo.
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DTA. “Hoy somos 20 personas. Éramos más y queremos volver a serlo. Éste es un sector que crecerá en el futuro cercano”, dice Javier Siman.
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SPACESUR. Alberto Pérez Casinelli: “Nos llevó una década de construcci­ón empresaria poder estar a la altura del desarrollo del Saocom”.

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