Las franquicias que surgieron en plena pandemia.
Tres casos de marcas que comenzaron a generar franquicias en la cuarentena. La experiencia de los emprendedores que decidieron arriesgar.
algunas son marcas con años en el mercado y otras son nuevas. Las une el hecho de que durante 2020, en plena pandemia, decidieron expandirse con el sistema de franquicias. Y contaron con inversores que apostaron sus ahorros, pese a que la pandemia no terminó y que los escenarios son inciertos. Para Pablo Cappa, de la consultora Lepus, es notable el aumento de consultas de inversores para adquirir franquicias “Buscan estabilidad, negocios que se presumen estables. Buscan en los rubros de consumo masivo como dietéticas, carnicerías, verdulerías orgánicas, etc.”, explica.
Guido Spodek (34), es uno de los que arriesgó: en agosto abrió un local de la franquicia Biffe Carnes Premium, en las Lomas de San Isidro.
“El tema es elegir bien la franquicia. El producto debe tener un diferencial, la empresa debe estar medianamente desarrollada y la ecuación entre inversión, regalías y retorno debe ser rentable”, dice Spodek, licenciado en Economía. Cuenta que conoció la cadena como cliente y empezó a plantearse tener su propia franquicia en San Isidro. Conoce el sistema, ya que maneja varios locales de sushi franquiciados.
“En diciembre de 2019 me junté con uno de los dueños y me contó cómo era el negocio. Ellos recién empezaban con el tema de las franquicias, pero todas las variables me cerraron perfectamente y el 15 de marzo empezamos la obra”.
Las restricciones por la pandemia demoraron la obra, pero Spodek dice que ese tiempo le jugó a favor, ya que la marca se fue posicionando. “Como la carne viene envasada al vacío, sin contacto con un carnicero y casi sin manipulación, la marca sumó clientes. Cuando el 1 de agosto abrí el local los clientes llegaron inmediatamente, ya nos esperaban”, cuenta.
Entre obra, equipamiento y fee de ingreso, Spodek invirtió alrededor de U$S 30.000 y según sus cálculos el recupero de la inversión, teniendo en cuenta el contexto actual, será en 24 meses como mínimo. “El tiempo que uno calculaba para recuperar una inversión hoy tiene que multiplicarlo por dos. La pandemia ayudó al concepto de un negocio como Biffe y nos atenuó el horizonte de recupero, pero no lo redujo. Pero lo que real
“Es notable el aumento de consultas de inversores para adquirir franquicias. Buscan estabilidad, negocios que se presumen estables, en los rubros de consumo masivo”.
mente importa es la reinversión, no hay quedarse solo con un local. Porque también es cierto que hoy la inversión, en dólares, hoy es más barata que hace un año”, asegura. En su caso, tiene 6 locales de la cadena de sushi. Y dice que va a abrir dos locales más de Biffe este año.
Eduardo Rodríguez Canedo, uno de los socios de Biffe Carnes Premium, dice que son “curadores” de este tipo de productos. “Ya no hace falta ser amigo del carnicero para que te guarde el mejor pedazo. Acá todos los pedazos son el bueno”, afirma. Dice que cuentan como proveedores al Frigorífico General Pico y su marca
Ohra Pampa, para la carne vacuna; el Frigorífico Costanzo, para la carne de cerdo, y el frigorífico Faimali para los cortes de cordero. “Contamos con la trazabilidad de esas haciendas para que siempre salga la misma calidad”, agrega.
Hoy la cadena está conformada 3 locales propios y 8 franquicias. “Por ser esenciales no tuvimos que cerrar los locales, pero además nos ayudó que la gente, para no ir a los supermercados, empezaron a ir a los negocios de cercanía; la pandemia aceleró el crecimiento de la marca”, cuenta. La inversión total necesaria para abrir una sucursal Biffe, dependiendo del alquiler y la zona, ronda los U$S 30.000 y es llave en mano; es decir el franquiciante entrega el local listo para operar.
HIJA DE LA PANDEMIA
Cero Market es una propuesta en la cual el cliente puede encontrar productos como en las góndolas de un supermercado, pero sin envases ni cantidades mínimas. El negocio es una idea de Ana Pierre (44), quien lo lanzó en plena pandemia y a la par comenzó a otorgar franquicias. Al cierre de esta edición, los locales de los primeros franquiciados estaban en obra.
La propuesta de Cero Market es que no se embolsa nada, sino que el cliente va con su propio envase. Pierre subraya que cuidan al máximo las condiciones de higiene. “En Cero los productos están en exhibidores de acrílico y en cada uno ponemos una etiqueta con la información nutricional, los ingredientes y fechas de vencimiento, la misma información que se debe incluir en una etiqueta”, destaca.
Pierre inauguró su primer local en el barrio porteño de Belgrano, a fines de julio, y acudió al sistema de franquicias para conseguir la expansión de la marca. “Lo que jamás imaginamos
es que íbamos a otorgar franquicias a los pocos meses de abrir. En nuestro proyecto inicial, era algo para el año y medio de actividad, como mínimo, pero los tiempos se apresuraron. Antes de abrir el local ya teníamos en Instagram más de 100 pedidos de franquicias”, cuenta Pierre, que además es economista y ejerce en el sector privado. Dice que ya lleva cerrados diez contratos de franquicias para Recoleta, Palermo, San
Isidro, Villa Urquiza, Tigre, La Plata, Río Turbio, Neuquén y Rosario. También, adelanta, tiene conversaciones avanzadas para para otorgar franquicias “master” en países limítrofes.
La inversión para una franquicia Cero Market ronda los 35.000. dólares. “Buscamos que no sean inversores sino que el franquiciado sea parte activa del comercio, aunque sea part time. Acá el control de stock es fundamental y requiere más atención, incluso para que los productos nos sean adulterados. Sin considerar los frescos, estamos hablando de más de 450 productos”, argumenta.
Uno de los pilares de este negocio pasa por el concepto de sustentabilidad, algo que remarca Lorena Vigil (49), una ingeniera agrónoma que desde fines del año pasado tomó una franquicia de Cero Market. “En casa separamos los residuos, tengo una compostera y mi propia huerta, pero tenía la necesidad de involucrarme más. Cuando me enteré que Ana estaba lanzando Cero, entendí que eso era lo que buscaba. Así que después de que inauguró su local le dije que quería ser parte del proyecto y quería una franquicia”, relata Vigil. “Entiendo que es un momento difícil, pero Cero Market es un buen negocio y me cuestioné si sumarme en este momento o esperar. Eso significaba correr el riesgo de que el negocio crezca
“El producto debe tener un diferencial, la empresa debe estar medianamente desarrollada y la ecuación entre inversión, regalías y retorno debe ser rentable”.
tanto que ya no pudiera sumarme”, explica.
Su local, de 150 metros cuadrados en el barrio de Recoleta, estaba en obra para ser inaugurado durante el final del verano. “Es la zona de facultades y pensé que es ideal porque es donde se agrupa la gente joven, que es la más consciente de las problemáticas medioambientales. Es el tipo de consumidor al que seguramente vamos a llegar más fácil”, agrega.
Vigil hace 17 años trabaja como ingeniera agrónoma en una empresa de pivotes de riego para el campo. Con la posibilidad del teletrabajo, confía en que podrá repartir su tiempo como para cumplir con ambas actividades. Con ahorros propios, abonó 5.000 dólares de canon ingreso y alrededor de $7 millones en la obra del local. “Yo estoy convencida de que nos va a ir bien. Cero nació en pandemia y con un consumidor más consciente de las problemáticas de la salud y el medioambiente. En sus casas, son muchos los que también arrancaron a separar la basura y a armar su propia compostera. Yo confío en este consumidor: cuando en la postpandemia vuelva a su rutina, no va a perder las buenas prácticas que incorporó en este tiempo”.
A MEDIDA DEL CONTEXTO
Durante 2019 los socios de la cadena Usina Cafetera, Ignacio Oporto y Emiliano Escudero,
decidieron empezar a ofrecer franquicias para expandir su negocio. Empezaron a diseñar los procesos para replicarlos, a pensar la propuesta comercial y armar los manuales operativos. Pese a la pandemia, decidieron seguir adelante con la propuesta, junto a los inversores interesados. “Lo que hicimos fue tranquilizarlos y asegurarles que Usina Cafetera no iba a desaparecer, que toda la energía estaba puesta en eso. Por supuesto, tuvimos también que reinventarnos para lograrlo”, cuenta Oporto.
Para sobrevivir en la cuarentena, Usina Cafetera empezó a vender tortas de elaboración propia a través de las aplicaciones de envío a domicilio. “Nuestra producción de pastelería creció 30%. Ahora ya estamos abiertos al público, con protocolo, y la pastelería llegó para quedarse. Estamos próximos a inaugurar una planta de producción para abastecer a los locales”, cuenta Oporto.
Con esta nueva unidad de negocio, que no estaba en los planes iniciales de 2019, la empresa incorporó a su propuesta una alternativa para ofrecer un servicio a sus clientes y un negocio a sus franquiciados, aun teniendo los locales cerrados. Usina Cafetera tiene dos locales propios en Capital Federal y abrió tres franquicias, en Capital y Gran Buenos Aires, entre los meses de la cuarentena y este verano, todos locales con algún espacio al aire libre. Para este año tienen prevista la apertura de otra franquicia en Capital.
La inversión para una franquicia de esta cadena ronda los U$S 75.000 y mensualmente, estiman desde la marca, el piso de facturación mensual es de 1,8 millón de pesos. Los socios adaptaron el modelo de negocio a la realidad de la pandemia: en el manual original, el negocio se sostenía con el trabajo de 15 empleados, dependiendo del tamaño del local. Hoy el proyecto arranca con el mínimo necesario, de acuerdo a la cantidad de comensales que se pueda recibir. La mercadería también queda supeditada a la demanda de los envíos a domicilio o de retiro en el local. “Con cada nueva apertura de actividades fuimos sumando más personal. Las franquicias de Palermo, cuando inauguraron, lo hicieron con la opción de recibir público; no fue el caso de San Isidro, que arrancó
en julio a trabajar con el local cerrado”, señala Oporto.
El local de Usina Cafetera franquiciado en San Isidro es de Jimena Gómez y su marido, Pablo Venzal. Ella es pastelera y él fue gerente financiero en una empresa, pero cuenta que les faltaba experiencia administrativa, por lo cual eligieron el modelo de la franquicia.
“Había leído que 70 % de los negocios gastronómicos que arrancan sin tener sus dueños experiencia previa fracasan. Decidimos apoyarnos en la experiencia que la marca nos iba a transferir a través de las capacitaciones y el acompañamiento”, explica.
El matrimonio estudió y recorrió todas las cadenas de cafeterías que otorgan franquicias y, cuenta Gómez, se sintieron identificados con Usina Cafetera. “También nos daban, dentro de algunos parámetros, la libertad para jugar con la decoración como para que nosotros también le pongamos nuestra impronta”, explica. Las negociaciones, los trámites y la búsqueda del local venían bien hasta que el Covid 19 metió la cola. La fecha de inauguración, prevista originalmente para abril, fue a mediados de julio. “Fueron meses muy duros. Con la ayuda del arquitecto tuvimos que hacer mucho del trabajo nosotros. Los socios de Usina nos alentaban para ir hacia adelante”, remarca.
En cuanto al personal, abrieron con sólo 4 personas “Además en los momentos más duros no nos cobraron regalías y nos ayudaron haciéndonos un 10% de descuento en las compras; todo fue muy positivo ya que desde enero veníamos invirtiendo en la obra, pero sin facturar absolutamente nada”, dice Gómez. El matrimonio invirtió alrededor de U$S 60.000.
“Los tiempos de recupero por la pandemia se extendieron mucho, pero soy de las que creen en que hay que tener una mirada positiva, así que estoy segura que con trabajo y dedicación en dos o tres años vamos a llegar al equilibro como para tener un margen de ganancia”.
La municipalidad de San Isidro les habilitó la atención en el patio del local en septiembre pasado. Hasta ese entonces, el local había estado trabajando sólo con delivery y takeaway. Ya con un poco más de actividad, a fin de año lograron que el negocio se sostenga con sus ingresos y contrataron a 4 personas más.•