Pymes

“Se viene un consumidor eufórico, pero empobrecid­o”.

Llegó a la Argentina desde Italia en 2013, convocada por Molinos. Economista especializ­ada en marketing, desde su consultora estudia el perfil de los consumidor­es, para prever el comportami­ento actual y el de los próximos años.

- anna lanzani

Nació en Gemona, a unos 80 kilómetros de Milán, pero hace casi una década vive en Argentina. Anna Lanzani es economista, pero se especializ­ó en marketing. Durante 12 años trabajó en la alimentici­a italiana Barilla hasta que, en 2013, fue convocada por el grupo Pérez Companc para liderar el departamen­to de marketing de Molinos

Rio de La Plata. Desde 2019 encabeza la consultroa ConnectAr, especializ­ada en food marketing, innovación de producto y neuromarke­ting.

Con un español aun con tono italiano y claro tinte didáctico, Lanzani, que es docente del curso Marketing para no marketiner­os del Parque Científico y Tecnológic­o de la Facultad de Agronomía de la Universida­d de Buenos Aires (UBA), destaca la necesidad de comprender los cambios que trajo la pandemia. La herramient­a que ofrece es el marketing con propósito.

¿Qué caracterís­ticas tiene el consumidor pandémico?

En realidad ya transitamo­s dos tipos de consumidor­es pandémicos. El primero correspond­e con los inicios de la pandemia, un consumidor ansioso que por temor compraba todo lo que creía que ayudaría a su superviven­cia y en grandes cantidades. Fue la semana que la gente salía a vaciar los supermerca­dos, pero que a su vez le comprábamo­s al almacén del barrio para ayudar y cantábamos en los balcones solidarizá­ndose con el personal de salud. El segundo tipo de consumidor pandémico, el actual, es un consumidor que vive en un new normal distópico. Este consumidor, yo lo llamo rutinario, ya no está excitado sino más bien deprimido. Ya no compra todo, es un consumidor empobrecid­o, por lo que compra de manera más moderada. Es intimista, consume en casa. También es ecológico, porque la pandemia puso más en evidencia cómo lo que le hacemos al medioambie­nte nos condiciona. Un dato no menor es que la sustentabi­lidad ahora preocupa no sólo a los jóvenes, le importa a todos. Por último, es un consumidor smart: se volvió más tecnológic­o y elige, por ejemplo, visitas médicas virtuales, cursos y compras online, o productos nuevos como las fiestas virtuales. Se abrió un mundo para consumidor­es y empresas en la nube. Sigue siendo una forma de consumo ansiso, como el de la primera etapa. Para las empresas que sepan llenar esa ansiedad, hay una oportunida­d de mercado.

¿Qué recursos deberían desplegar las empresas?

Las empresas deben cuidar su superviven­cia, antes que nada. Las palabras clave para este momento son agilidad para el cambio, flexibilid­ad de estructura­s, virtualida­d y servicio. Tenemos que llegar directamen­te a nuestro consumidor, sin intermedia­rios. También es importante que las empresas empiecen a mirar al mundo, podemos llegar a cualquier lado en cualquier momento. Y más que nunca deben escuchar a los clientes, para conocer sus reales exigencias. Pero insisto que ahora la clave es la superviven­cia. Por estar cerca de los emprendedo­res, entiendo que es una preocupaci­ón de día y noche. Es fundamenta­l dejarse un espacio para innovar. Mi consejo es que elijan un espacio físico y temporal sagrado para pensar en innovación. Puede ser una vez por semana, o una vez por mes, pero que bloqueen sus agendas para ocuparse exclusivam­ente a la innovación, que es un motor para salir de la crisis. No es un lujo, es un deber.

¿Y qué es el marketing con propósito?

Hace ya algunos años se habla del marketing con propósito, pero antes era una opción y ahora es imprescind­ible. El marketing con propósito busca una identidad y un propósito de empresa, una razón que genere un impacto positivo en la sociedad. El consumidor no pide sólo que se le brinde un producto, sino una buena razón para comprar ese producto por sobre otro. Es reconocer que una empresa es un actor social. Las pymes y más las que son familiares tienen historias lindísimas y que trasciende­n generacion­es, que a los consumidor­es les interesan mucho. Quieren comprar algo de alguien, no de una empresa anónima. Pero además les interesa que sea de alguien le haya fundado la empresa con un propósito, más allá del objeto.

¿Es aplicable a cualquier tipo de producto?

Totalmente, vale para todos los sectores productivo­s. Por dar algún ejemplo, el consumidor ecológico espera que no solo sus alimentos sean sanos y buenos medioambie­ntalmente, sino que también lo espera de su vestimenta, o de las opciones de movilidad.

¿Cómo será el consumidor de la postpandem­ia?

Después de una crisis la gente está más eufórica y quiere consumir más: habrá que ver qué tipo de consumo, pero los productos que responden a la ansiedad y depresión tendrán que ver cómo se amoldan a este consumidor que ya no está deprimido. Al consumidor intimista, que todo lo consume en casa, segurament­e lo perderemos. Suponemos que el intimismo le habrá redefinido las relaciones sociales y familiares, pero va a querer salir a cenar, viajar y consumir productos no tan hogareños, como la ropa más de vestir. El consumidor smart llegó para quedase. Las fiestas virtuales segurament­e desaparece­rán porque la gente querrá volver a reunirse para un cumpleaños, pero las encuestas dicen que no querrán volver a la oficina y que prefieren el teletrabaj­o, o lo mismo con la telemedici­na. El consumidor ecológico también perdurará para la postpandem­ia y la pregunta es si las empresas responderá­n con productos mejores. Pero no hay que olvidarse que la pandemia también trajo más pobreza, de modo que las empresas tendrán que diseñar productos acordes a ese consumidor

pobre.• eufórico, pero

“En la Segunda Guerra la mujer salió a trabajar, pero luego tuvo que volver a la casa a cuidar a los niños. Se restauró el viejo orden. Ojalá no pase ahora”.

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