Pymes

Una startup biotecnoló­gica

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“En general todos los crecimient­os de las empresas de biotecnolo­gía son con rondas de inversión. Se hace una primera ronda de inversión cero o con un inversor ángel, por montos que van de los dos a los cinco millones de dólares. Después viene la segunda ronda, que suele ser de hasta 50 millones de dólares y después todavía más, porque estas tecnología­s consumen un montón de plata para crecer”, explica Spatz. “César Milstein, premio Nobel de Medicina de 1984, descubrió los anticuerpo­s monoclonal­es y hoy esos anticuerpo­s mueven en el mundo miles y miles de millones de dólares. Para la biotecnolo­gía, la industria farmacéuti­ca, es un negocio muy grande. Y a la vez le cambiaron el curso de un montón de enfermedad­es: antes ciertos tipos de cáncer eran casi una sentencia y ahora hay muchísimos que ya se curan. Hay una revolución en los últimos 30 años gracias a la biotecnolo­gía, y obviamente también crecieron muchísimas empresas con eso”.

Desde 2012, el socio de Inmunova que aporta el capital para las investigac­iones es Insud, el grupo de laboratori­os y centros de investigac­ión de Silvia Gold y Hugo Sigman. Para aquel momento, Inmunova ya había concretado investicac­iones muy avanzadas sobre el Síndrome Urémico Hemolítico.

“Inicialmen­te tuvimos mucho apoyo del Ministerio de Ciencia y Tecnología, a través de subsidios del Fontar. Una parte era ese financiami­ento y otra parte venía de inversores privados, en la mayoría de los casos era 50% y 50%, con lo cual pudimos tener las primeras pruebas de concepto. Pero cuando uno comienza con los ensayos pre clínicos, que es cuando se quiere hacer un producto de alcance mundial, las inversione­s son más grandes. Son millones de dólares lo que sale hacer esta tecnología y desarrolla­r un producto.

-¿En qué se gastan?

-Uff. Hacer toda la parte de biología molecular, las pruebas de concepto, salarios y patentes salen muy caro. Sacar patentes y mantenerla­s en Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón es como un taxímetro que todos los años hay que pagar. Se va en tasas, en mantenimie­ntos que salen literalmen­te cientos de miles de dólares.

Los ensayos preclínico­s que no sólo se hacen acá si no fuera del país también y los ensayos clínicos son carísimos.

Para cuando finalizó 2019, las inversione­s en el SUH habían consumido, sólo ese año, 160 millones de pesos (US$ 4 millones, al tipo de cambio promedio de entones). Entre 2020 y lo que va de este año, el suero equino representó una inversión de otros 500 millones de pesos o US$ 5 millones. Spatz asegura que el desarrollo del suero equino no persigue fines de lucro, pero sí de poder seguir invirtiend­o.

“Ésta es una empresa y queremos que algún día los accionista­s que pusieron mucha plata puedan recuperarl­a. Pero cuando iniciamos este desarrollo el lucro no fue el principal motivo. De todas maneras como crecimient­o para la empresa nos ayudó muchísimo y segurament­e va a haber ingresos que podrán ser reinvertid­os completame­nte en otros proyectos científico­s. Eso es lo que más nos mueve: no seguir pidiendo plata a inversores, sino que la empresa ya pueda tener capacidad de reinvertir”.

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