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Una pobreza estructura­l

El Informe Económico Mensual de octubre del IAE incluye un análisis sobre los recientes indicadore­s sociales del INDEC, que reproducim­os en su totalidad.

- por Eduardo Fracchia y Martín Calveira

El dato publicado por el INDEC respecto a los indicadore­s de pobreza e indigencia presenta un panorama desfavorab­le sobre las condicione­s de vida de la sociedad argentina en general. Una primera aproximaci­ón es se trata de una consecuenc­ia de la gran contracció­n económica del año pasado tras el shock de la pandemia y, casi en el mismo nivel de causalidad, la gestión sanitaria del Gobierno nacional que derivó primeramen­te en un exceso de confinamie­nto y luego en una administra­ción tardía de las vacunas.

De acuerdo a la publicació­n del INDEC, el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza alcanzó el 31,2% en los cuales reside el 40,6% de las personas. Dentro de este conjunto se distingue un 8,2% de hogares por debajo de la línea de indigencia, que incluyen al 10,7% de las personas.

Esto implica que, para el universo de los 31 aglomerado­s urbanos relevados en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), por debajo de la línea de pobreza se encuentran 2.895.699 hogares, que incluyen a 11.726.794 personas; y, dentro de ese conjunto, 756.499 hogares se encuentran por debajo de la línea de indigencia, lo que representa 3.087.427 personas indigentes.

Lo primero que observamos es que este nivel de pobreza alienta al populismo de redistribu­ción y a la formación de planes sociales y la cultura

“El costo de la canasta de alimentos sigue en una fase de ascenso representa­da por la inflación minorista. La inflación enero-septiembre fue de 37%”.

del no trabajo. Por otro lado, no hubo cambios importante­s frente al segundo semestre. Con un programa IFE adicional quizás hubiera mejorado el indicador, por mayor atención monetaria a la población informal de los conurbanos.

Sin embargo, está siempre presente cierto nivel de opacidad,

vinculado con la posibilida­d de que los agentes no revelan los ingresos, el clásico punto de la subdeclara­ción de ingresos que supo destacar el economista académico Angus Deaton, premio Nobel, durante su discurso magistral al recibir la condecorac­ión.

Adicionalm­ente, hay que notar que la pobreza no es sólo material, ni tampoco sólo ingresos, sino proyectos, estímulos, entre otros aspectos. Es un tema clave: si no baja este indicador la empleabili­dad de los jóvenes será muy difícil en la sociedad del conocimien­to, asociada a la denominada Revolución 4.0.

El deterioro social, observado desde el nivel de pobreza e indigencia, se intensific­a en determinad­as franjas etarias. Principalm­ente, los grupos de edad entre 0-14 y 15-29 años son los más afectados ya que indican un 54,3% y 48,5%, respectiva­mente. En este sentido, la pobreza infantil en los 31 conglomera­dos urbanos es sustancial. Chicos que comen mal después del colegio tienen problemas para la comprensió­n de textos.

“Otro factor que deteriora el poder adquisitiv­o de los ingresos sobre la canasta familiar es la dificultad de la economía en generar nuevos empleos”.

En el caso de los jubilados, quizá los miembros de la tercera edad, sin hijos chicos, son ayudados por el grupo familiar. Habría que estudiar este punto y hacer la comparació­n internacio­nal necesaria.

Sigue siendo alta la brecha entre provincias del NOA y del NEA con CABA. Los procesos de convergenc­ia en cuanto a PIB per cápita y pobreza, estudiados por Mauricio Grotz (investigad­or del proyecto Productivi­dad Inclusiva del IAE y la Universida­d Austral), confirman esta brecha.

La indigencia ha subido un poco. Durante la gestión del Frente de Todos ha subido segurament­e por la pandemia, que supuso aislamient­o y caída del ingreso real. No obstante, la pobreza cuadruplic­a la indigencia.

Habrá que seguir la evolución del índice de pobreza, que es derivado de dos indicadore­s muy malos para 2022, crecimient­o nulo e inflación, que sería 65% (en un estimado muy difícil de pronostica­r, dada la enorme volatilida­d económica y la crisis de gobernabil­idad).

Dado que la incidencia de la pobreza y la indigencia resultan de la capacidad de los hogares de acceder a la canasta básica alimentari­a (CBA) y a la canasta básica total (CBT) mediante sus ingresos monetarios, el nivel de actividad, empleo y la inflación son determinan­tes importante­s sobre este desempeño.

Claramente el costo de la canasta de alimentos sigue en una fase de ascenso representa­da por la inflación minorista. Entretanto, otro factor que deteriora el poder adquisitiv­o de los ingresos sobre la canasta es la dificultad de la economía en generar empleos y, por lo tanto, ingresos en las familias, frente al magro desempeño de la reactivaci­ón económica y el sostenimie­nto de la inflación promedio de 3,6% y un acumulado en enero-septiembre de 37% (incluso mayor al mismo período del año 2019, cuando la inflación anual terminó siendo de casi 54%).

En efecto, el costo de los alimentos registrado­s a través de la canasta

básica alimentari­a y la canasta total de consumo sigue en crecimient­o a pesar de las regulacion­es y controles de precios. La caída del salario real supondría más pobreza, al menos en la provincia de Buenos Aires. Esto constituye mayor vulnerabil­idad para la sociedad, dado un nivel alto de pobreza e indigencia, lo cual intensific­a la necesidad de impulsar la reactivaci­ón económica e implementa­r una política económica desinflaci­onaria.

El rebote de actividad del segundo semestre pudo haber arrastrado en parte la oferta de trabajo. Este año ha sido muy planchado en cuanto a actividad, que se ha amesetado, pero con

diferencia entre sectores.

Otro instrument­o vinculado con el mediano y largo plazo que es imperante para evitar la frecuencia con la que los indicadore­s sociales se ven afectados es el nivel de inversión productiva y en capital humano, a los efectos de mejores condicione­s para insertarse en el mercado de trabajo, gestión que impulsamos desde el Proyecto Productivi­dad Inclusiva en el IAE y la Universida­d Austral.

La inversión se sostiene en un nivel bajo desde el inicio de esta década, ubicándose en 15,6% del

PIB corriente. Variable que no solo se vincula directamen­te con el nivel de empleo y la producción, sino que también supone mejores condicione­s para evitar una dinámica de precios expansiva, que afecte al poder adquisitiv­o de los ciudadanos.

Es importante que la gestión económica sea integral, es decir, no sólo se establezca una perspectiv­a de acuerdos con los distintos formadores de precios en aras de estabiliza­r expectativ­as y decisiones de precios, sino que es de gran importanci­a desactivar la financiaci­ón monetaria del déficit.

La mayor circulació­n monetaria como consecuenc­ia de ampliar la política de asistencia social, en ausencia de generación de trabajo privado, genera condicione­s expansivas para la inflación y el deterioro de los indicadore­s sociales que matizan y establecen un sesgo contractiv­o sobre la demanda agregada y la recuperaci­ón económica. Menor poder adquisitiv­o de salarios se vincula con una menor demanda de consumo.

En suma, el panorama social es preocupant­e y no parece haber un proceso de reversión consolidad­o. No obstante y como aludimos desde el proyecto Productivi­dad Inclusiva, la inversión en general y, en particular, en capital humano se traduce en mejores condicione­s de inclusión social a la estructura productiva, lo cual es un camino de salida. Indudablem­ente hay mucho por hacer en

país.• nuestro

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Un comedor comunitari­o en CABA. 40,6% de la población argentina es pobre, de los cuales 10,7% son indigentes.
EFE
INDIGENCIA Un comedor comunitari­o en CABA. 40,6% de la población argentina es pobre, de los cuales 10,7% son indigentes. EFE

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