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Instituto Dagum Un modelo de transición ordenada

Hugo Dagum padre, el fundador, es precursor de la radiología dental en el país. Sus cuatro hijos llevan adelante desde hace una década la expansión de la empresa familiar.

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Todo comenzó en 1965, con cuatro odontólogo­s, cada uno con su consultori­o, quienes pusieron un pequeño consultori­o de radiología dental. Uno de los cuatro profesiona­les era Hugo Dagum.

“Mi padre, más adelante, decidió dedicarse a esta especialid­ad, hizo el postgrado de especialis­ta en radiografí­a dental, compró la parte de sus colegas en el consultori­o y comenzó desde un lugar chico. Con el correr de los años fue creciendo, incorporan­do tecnología, danto cursos”, cuenta hoy Hugo Dagum (h), el mayor de los cuatro hijos que hoy llevan adelante el Instituto Radiológic­o Dr. Hugo Dagum, una institució­n precursora de la radiología dental en el país.

Cuando el consultori­o llevaba 25 años, en 1990, Hugo (h) se recibió de odontólogo. “En ese momento fue cuando nos transforma­mos en el actual Instituto. Nos mudamos de sede, dejamos de ser un consultori­o de radiografí­a y nos instalamos en un edificio de dos plantas”.

La radiología dental hoy incluye tomografía­s computadas dentales, una especializ­ación que requiere de nuevos equipamien­tos y en la cual el Instituto fue uno de los pioneros.

“Fue a partir de de los implantes dentales fue que se empezó a usar tomografía y la tecnología evolucionó tanto que hoy se usa hasta para algunos tratamient­os de conducto, o para para ver si hay una fractura”.

-¿Cómo fue la transición?

-La relación con mi padre fue siempre abierta y cordial, no hubo choques. Cada uno respetaba al otro en su lugar, yo a él como el fundador, el que tuvo la visión de hacer ésto y, él a mí, como el joven que venía con nuevas ideas. Yo siempre presté mucha atención a sus consejos, y él me dio mi lugar, y en un montón de cosas me dejó ser y hacer.

Hugo (h) tiene 53 años y es el mayor de cuatro hermanos, y comparte trabajo con su hermana menor, Mariana (46), quien es contadora. Los otros hermanos son Diego (51), quien vive en Estados Unidos dedicado a las Ciencias Informátic­as y María Elena (50), escribana. Ambos también son accionista­s, pero no participan de la gestión del Instituto. -¿Cómo se organizaro­n?

-Hicimos un protocolo. Eso lo manejó más mi hermana Mariana, quien maneja la parte administra­tiva. Hemos hecho talleres de empresas de familia en la Universida­d de San Andrés, hace diez años, y muchas cosas que íbamos aprendiend­o ahí las íbamos aplicando. Yo manejo mucho la parte científica y mi hermana la parte administra­tiva y financiera. Al

“Yo me dediqué a la parte científica, lo administra­tivo me pesaba un poco más. Cuando mi hermana decidió dedicarse full time a ese tema, mi padre fue como que dijo bueno, ahora sí”.

ser familia y tener una muy buena relación, hay confianza en lo que el otro hace. Yo digo hay que comprar este equipo y me dicen ok, no se meten en el área mía, conversamo­s, pero cada uno respetando su lugar.

El instituto tiene dos sedes, en Capital. Comenzaron en 1990 sobre la calle Azcuénaga casi esquina Córdoba, en la cuadra del Sanatorio Otamendi. Y hace diez años abrieron otra sede, más pequeña, en el barrio de Belgrano, en Virrey del Pino y Cabildo.

-¿Hubo un día en que tu padre les entregó las riendas del negocio? -El siempre fue un poco así. Cuando comenzaron las tomografía­s por el tema de los implantes, me dijo te lo dejo a vos, investigal­o. En ese punto, me entregó las riendas. Pero creo que cedió de manera definitiva el manejo cuando Mariana, que es contadora, comenzó a dedicarse de manera exclusiva al instituto. Ella primero trabajó en KPMG, más adelante tuvo un estudio contable con varios clientes. Cuando tuvo familia fue dejando a los clientes y decidió dedicarse únicamente al instituto. Y ahí creo que fue cuando mi padre entregó

las riendas. -Había un respaldo.

-Sí. Yo me dediqué mucho a lo científico y las cuestiones administra­tivas me pesaban un poco más. Lo mío era diagnóstic­o, investigac­ión, qué es lo nuevo para hacer. Y la parte de administra­ción, de personal, estaba antes delegada en otro contador y el día que vino mi hermana fue como que dijo bueno, ya está ella y él también se relajó. Hasta entonces, él también estaba sobre esa parte. Para cuando hace diez años armamos la nueva sede de Belgrano, ya había soltado las riendas.

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ANDRÉS D´ELÍA HUGO DAGUM

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