Un mono subido a nuestra espalda
Solemos desarrollar sesgos perceptivos que consideramos obvios, incluso cuando no lo son en absoluto. Y pueden ser especialmente gravosos en el manejo de una empresa.
La actitud global de todos nosotros depende enteramente de nuestros modelos mentales, es decir de una serie de creencias básicas que funcionan como axiomas desde los cuales construimos una forma de interpretar el mundo.
Estas creencias tienen la característica de promover su confirmación, lo cual orienta nuestra búsqueda de datos a su favor. Es así que desarrollamos sesgos perceptivos que consideramos obvios, aunque no lo sean en lo absoluto.
Se trata de sesgos que tienen el poder de poner límites a nuestra capacidad de juicio y de guiar nuestros pensamientos y nuestras acciones.
Es famosa la anécdota que cuenta la historia de un señor que va al veterinario preocupado por la falta de apetito de su perro, de raza doberman.
El veterinario le sugiere darle una cucharada de aceite de ricino cada día y es allí donde comienza su calvario para inmovilizar al animal, abrirle la boca y lograr que traque el aceite, día por día.
Uno de esos días, en medio del forcejeo, el frasco cae al piso. Entonces el hombre sale un instante a buscar un trapo para limpiar el enchastre y al volver, para su sorpresa, encuentra al perro bebiendo el aceite caído en el piso.
¿Dónde estaba el perro que no quería tomar el aceite? En la mente de su dueño, como resulta obvio…. siempre que uno lo cuente con el diario del lunes, claro.
Lo que sucede es que estas creencias tienen el comportamiento de un mono subido a nuestra espalda: se aferran con todas sus fuerzas y condicionan nuestra vida de tal modo que, aún cuando nos dañen, nos acostumbramos a vivir con ellas a cuestas y las naturalizamos.
De allí el sentido de la frase: “Nosotros tenemos pensamientos, pero nuestras creencias nos tienen a nosotros”.
En mi experiencia profesional he observado que esta condición humana se hace especialmente gravosa cuando atañe a la conducción de personas.
Algunos jefes, sin darse acabada cuenta, consideran que la gente es cómoda, vaga y resistente a hacer cualquier esfuerzo adicional por alcanzar un resultado. En consecuencia todas sus tácticas de conducción pasan por ejercer control y presión.
Ese estilo de conducción es lo que en la jerga conocemos como “micromanagement.” Se esfuerzan por estar al tanto de todo y tratan de controlarlo todo, no dejando decisiones a cargo de sus colaboradores ya que nunca lo harían como lo hacen ellos.
Suelen ser duros con las personas pero no necesariamente promueven la solución de problemas. Por el contrario, suelen convertirse en un cuello de botella de las operaciones, a la vez que pasan a ser el principal obstáculo para el desarrollo de sus colaboradores.
Este tipo de jefes cuentan normalmente con una larga lista de hechos que avalan su comportamiento.
Creen tener razón aún cuando fracasen repetidamente y cargan con sus creencias como monos aferrados a sus espaldas.
Pero hay una buena noticia, las creencias son manejables toda vez que las ponemos bajo sospecha y logramos identificarlas.
Y es en este sentido que detenernos cada tanto y desconfiar un poco de nosotros
saludable.• mismos suele ser una práctica
El micromanagement consiste en estar al tanto de todo lo que hacen los colaboradores y controlarlo todo, sin dejar espacio para que tomen decisiones.
La clave. Las creencias son manejables toda vez que las ponemos bajo sospecha y logramos identificarlas. Y es en este sentido que detenernos cada tanto y desconfiar un poco de nosotros mismos suele ser una práctica saludable.
Jorge O. Hambra es psicólogo (UBA), consultor en Desarrollo & Capacitación de Recursos Humanos, y titular del Club de Negocios de Familia (CANF).