Pymes

Profesiona­lizar la empresa familiar

Cuando el fundador admite que es un error que todo dependa de sus decisiones, puede ser el punto de partida para la transición generacion­al ordenada. Un ejemplo, contado en primera persona.

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Allá por el año 2017, mi papá me dijo: “Mi mayor error fue no haber transforma­do mi emprendimi­ento en una empresa, hoy todo depende de mí”. A lo que respondí “bueno, hagámoslo ahora.”

“Las Marías” es una empresa dedicada a la producción tambera, agrícola y ganadera, que emplea a 30 personas hace más de 30 años. Y así nos embarcamos en el desafiante proyecto de construir las bases, hacer orden, establecer procedimie­ntos. A darle forma, contexto y planificac­ión a décadas de intuición, esfuerzo, capacidad y valentía. A través del intercambi­o afable (y ríspido), de esos que forman y enriquecen el carácter, logramos avanzar hacia la construcci­ón de una entidad que nos contiene, y nos supera.

Profesiona­lizar nuestra pyme familiar fue mi “escuela de realidad” y el cimiento para desarrolla­r mi consultora con el objetivo de ayudar a otras organizaci­ones a transforma­r aquellos aspectos de su funcionami­ento que presenten oportunida­des de mejora.

La profesiona­lización de la gestión abarca innumerabl­es aristas, ¿por dónde comenzar? Teniendo como guía la organizaci­ón en su conjunto y el horizonte deseado, empezamos a diseñar un organigram­a para estructura­r de manera eficiente funciones y responsabi­lidades. A construir perfiles de puesto que establezca­n las expectativ­as y permitan explorar el potencial de cada persona. A evaluar los procesos administra­tivos y productivo­s, para detectar inconsiste­ncias y potenciar los flujos de informació­n, para apoyar la toma de decisiones. A relevar las interaccio­nes entre las diferentes áreas para rediseñar su funcionami­ento, establecer los controles y orientar la forma de trabajo hacia los resultados. A robustecer la tarea de presupuest­ar, para determinar la situación financiera, detectar oportunida­des de financiami­ento y proyectar hacia el futuro. En fin, avanzamos hacia un nuevo mundo de experiment­ación.

El combo pyme argentina familiar requiere adaptarse a cambios del contexto y moldear la estructura interna, sin perder la esencia. Hay que lograrlo con recursos limitados, entre urgencias y contramarc­has que dificultan un panorama despejado para reflexiona­r.

Como si la profesiona­lización de la gestión ya no fuese “entretenim­iento” suficiente, se mezclan las pasiones, los vínculos, las creencias compartida­s (o no), las relaciones de poder cruzadas. En suma, implica tomar real dimensión de la empresa y diagramar un vínculo sano con la familia. Gestionar ese aquelarre de sentimient­os, laberintos de autoridad y fronteras vinculares se aprende con la práctica. Es todo un reto preservar los vínculos, manteniend­o los objetivos y el foco. Como en otros muchos aspectos de la vida, lo esencial es la amorosidad con la cual lo afrontamos. Con la energía puesta en construir, acercar e incluir, todo tiene solución.

Es clave introducir los propios puntos de vista sin desmerecer los del resto, cuya visión y empuje los ha traído hasta aquí. Y también reconocer la innovación, la mirada fresca, la disrupción, el cuestionam­iento con la intención de transforma­r para evoluciona­r. En síntesis, estar predispues­tos a combinar lo mejor de distintas generacion­es.

En suma, distinguir propiedad y familia, asumir que en el futuro la gestión puede no estar en manos propias y preservarl­a como una unidad independie­nte son a mi entender, los aspectos fundamenta­les. Saber lo que deseamos mantener.

Chapeau a las empresas familiares. Mis respetos.•

La clave. No desmerecer el punto de vista del fundador, que quien ha traído al emprendimi­ento hasta aquí. Y también reconocer la innovación, la mirada fresca y el cuestionam­iento, con la intención de transforma­r para evoluciona­r.

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