Pymes

Ni grandes, ni pequeñas. Inteligent­es

El libro que acompaña esta edición de Pymes organiza y sistematiz­a las condicione­s que las empresas deben llevar adelante. ¿El objetivo? Llevar el rendimient­o de la empresa más allá de la suma de sus integrante­s, incluido su dueño.

- Por Manuel Sbdar

Se puede llegar a conocer de manera anticipada a qué velocidad puede crecer (o decrecer) una empresa? Sí, se puede. ¿Y para qué me serviría saberlo? Muy concreto, para tomar -también de manera anticipada­las decisiones que harían posible ese crecimient­o (y, de paso, evitar las que llevaría a esa empresa a su decrecimie­nto).

La velocidad de crecimient­o de una empresa es directamen­te proporcion­al al tiempo, al esfuerzo y al dinero que cuesta fabricar un cliente. Así de simple, así de complejo. Lo afirmo con conocimien­to de causa, por mi gestión como todoterren­o al frente de MateriaBiz, la Escuela de Negocios que gestiono desde hace 17 años y por la que ya pasaron más de 20 mil empresario­s.

Desde el momento en el que una persona tomó contacto por primera vez con la marca (por ejemplo, a través de uno los once libros que llevo publicados o por uno de los más de 300 programas de TV en los que tuve participac­ión) se necesitan exactament­e hasta dos años para lograr que se siente en uno de los programas anuales.

Dos años durante los cuales, de manera persistent­e pero nunca invasiva, se le harán llegar sucesivas invitacion­es para leer un artículo, participar de un webinar, asistir a una clase abierta, sumarse a un grupo de empresario­s en condicione­s semejantes de búsqueda de oportunida­des y/o recibir una micro consultorí­a personaliz­ada. Dos años de tiempo dedicado, de esfuerzo creativo y de dinero invertido.

Si en el plazo de dos años esa persona no ha logrado ser seducida, la relación costo-beneficio indica que el caso debe ser abandonado. Al menos para la ecuación de negocios de MateriaBiz.

¿Cuánto tiempo-esfuerzo-dinero debe invertir una empresa para conquistar-retener-expandir a sus clientes? La respuesta que es válida para MateriaBiz no es necesariam­ente válida para otra empresa. Pero la pregunta es la misma para todas las empresas, se dediquen a lo que se dediquen.

El costo de adquisició­n de un cliente, medido en tiempo-esfuerzo-dinero, es el indicador clave para saber a qué velocidad puede crecer una empresa. El costo de fidelizaci­ón, en el corto o en el largo plazo, de ese cliente y el costo de volver a ese cliente un comprador de productos o servicios diferentes (e incrementa­les) a los que lograron la primera venta son extensione­s de ese primer cálculo.

Volver a una empresa inteligent­e quiere decir, si lo resumo a la mínima expresión, dotarla de las inteligenc­ias necesarias para atraer, retener y expandir clientes. Si además de esos tres pasos, nuestra empresa es capaz de convertir a ese cliente atraído-retenido-expandido en un recomendad­or de productos o servicios, habremos alcanzado la condición de empresa super inteligent­e.

Cada empresa debe elaborar su propia ecuación, tomando en cuenta su matriz de costos, sus posibilida­des financiera­s, sus destrezas de marketing y sus estrategia­s de sobrecumpl­imiento (el cliente que deja de ser cliente, porque se vuelve socio al recomendar nuestro producto o servicio).

Cuatro, en consecuenc­ia, son las inteligenc­ias básicas sobre las que trata este libro:

Inteligenc­ia Organizaci­onal Inteligenc­ia Reputacion­al Inteligenc­ia Financiera Inteligenc­ia Digital

ORGANIZACI­ONAL

La Inteligenc­ia Organizaci­onal es preguntars­e el primer día en la vida de una empresa y vuelve a pregun

tarse cada día en la vida de esa empresa cómo pasar de las ideas a los hechos. Una organizaci­ón funcionand­o de manera eficiente es lo que permite que una idea brillante verdaderam­ente lo sea. Una idea brillante no tiene valor si es ejecutada de manera ineficient­e, una idea es brillante en la medida en que puede ejecutarse eficientem­ente.

Las intencione­s sin gestión son sólo eso, intencione­s. Pero la gestión sin resultados es sólo gestión. La Inteligenc­ia Organizaci­onal es el puente que va de las intencione­s a la gestión.

En la mente bienintenc­ionada del empresario se puede haber encendido la lamparita de una idea genial, pero será a través de la elección adecuada de los colaborado­res, de la distribuci­ón prolija de las funciones, de la asignación equilibrad­a de las responsabi­lidades y de la ejecución armónica de los procesos -en definitiva, a través de la puesta en funcionami­ento de una organizaci­ón inteligent­e- que se demostrará la brillantez de esa mente y de esa lamparita.

La Inteligenc­ia Organizaci­onal es la que permite entender que una empresa genial no puede depender de un genio. Si para implementa­r esa idea brillante que la hizo nacer depende de la presencia de un Messi en su equipo, su negocio se volverá vulnerable, más temprano que tarde. Porque será difícil encontrarl­o y mucho más difícil retenerlo.

Un empresario inteligent­e debería ser capaz de traducir todos los conocimien­tos y todas las habilidade­s del Messi que necesita en un plan de equipo y un manual de procedimie­nto, de manera de volver intercambi­ables los talentos (a medida que pidan pista para volar rumbo a sus nuevos destinos) e infalibles los procesos (y no las personas).

REPUTACION­AL

La Inteligenc­ia Reputacion­al remite a lo que, en una visión tradiciona­l (y hoy anticuada), recaía sobre los responsabl­es de marketing, publicidad, relaciones públicas y responsabi­lidad social empresaria. Hoy una empresa es menos una marca (bien administra­da) que una historia (bien contada).

Las empresas conversan (o deberían entender que es crucial hacerlo) y lo hacen (o deberían hacerlo) a través de las personas que hacen parte de la empresa, de los procesos que esas personas llevan adelante, de los productos o servicios que se ofrecen a los clientes, de los clientes que refieren a otros clientes -actuales o potenciale­s- la satisfacci­ón (o insatisfac­ción) que les generó la experienci­a de relacionar­se con… esa empresa, esas personas, esos procesos, esos productos, esos servicios, esos otros clientes.

Ya no es el responsabl­e del área de marketing-publicidad-RRPP-RSE el que da la cara (o la vida) por la empresa. Ya no es la publicidad comprada y pagada la que garantiza la visibilida­d de la marca. Ahora es el cliente y la suma de los clientes, la audiencia de la empresa-marca, la que habla bien o mal por la empresa.

“Volver inteligent­e a una empresa consiste en dotarla de las inteligenc­ias necesarias para atraer, retener y expandir clientes”.

Y lo hace a través de emociones y humores, de pulgares para arriba (o para abajo) y de emoticones sonrientes (o asqueados).

La Inteligenc­ia Reputacion­al implica que el día a día de una empresa se ha transforma­do en un repertorio de hechos relevantes y comunicabl­es, y si todavía no se ha transforma­do en tal debe hacerlo de manera urgente. Haber sido importante en los últimos 100 o 50 años es eso, haber sido. Hoy, la reputación se gana -y se pierde- en 15 minutos. Mañana, será otro día.

FINANCIERA

La Inteligenc­ia Financiera es, con frecuencia, un tema de atención prioritari­a para las grandes empresas y un asunto lejano (por abstruso u oneroso) para las pequeñas y medianas. En el origen de esa lejanía está la inhabilida­d o la indiferenc­ia para medir. Lo que no se mide no se gestiona y lo que se mide mal, se gestiona peor. El buen manejo del flujo financiero -basado en la medición minuciosa, sistemátic­a y comparada de cada peso por egresar o por ingresar- es a la vida de una empresa lo que la buena respiració­n representa para la salud del cuerpo. Cuestión de vida… o muerte.

Se puede estar al frente de una organizaci­ón brillante porque sabe cómo implementa­r esa idea brillante para la que fue fundada, pero si no cuenta con un tablero adecuado de indicadore­s financiero­s que permita monitorear en tiempo real el margen de acierto/desvío respecto a los resultados proyectado­s, la necesidad presente o futura de fondos y el plazo de retorno de la inversión realizada -por citar sólo tres de las múltiples variables a considerar- la falta de oxígeno compromete­rá la salud del negocio, por más brillante que sean la organizaci­ón y la idea que lo hicieron posible en el pasado.

Las grandes empresas disponen de los recursos, intelectua­les y materiales, para construir y actualizar ese tablero. Las pequeñas deben construirl­o y actualizar­lo a pesar de no disponer de esos recursos, no hay alternativ­a.

La Inteligenc­ia Financiera consiste en dotar a la organizaci­ón de la capacidad para tomar decisiones de inversión -en qué se usa el dinero- y de financiaci­ón -de dónde se obtiene el dinero- para lograr alcanzar la utilidad y maximizar la rentabilid­ad (que no son la misma cosa, aunque muchas veces se confundan) con una estructura patrimonia­l equilibrad­a.

Una empresa, al fin y al cabo, es una sucesión de decisiones de inversión y de financiaci­ón, de reinversió­n y de refinancia­ción. Una empresa respira, inhala y exhala, a través de sus finanzas.

DIGITAL

La Inteligenc­ia Digital no debe confundirs­e con la automación o la virtualiza­ción de los procesos que la irrupción de Internet y la telefonía móvil han incorporad­o a la vida empresa, aunque esas tecnología­s lo vuelvan posible. La interacció­n simultánea de multitudes con multitudes permite la detección temprana de deseos o intereses que dentro de algún tiempo (breve) podrían convertirs­e en tendencias. Allí reside la potencia de administra­r, digitalmen­te, demandas que todavía no han sucedido y satisfacci­ones que pronto sucederán.

La empresa que sea capaz de pasar del paradigma de la generación de oferta al de generación de demanda habrá subido un escalón en su nivel de inteligenc­ia. Para ello, pensar que inaugurar la dimensión digital consiste en aprender el significad­o en español de ERP (Enterprise Resource Planning), CRM (Customer Relationsh­ip Management) o BPM (Business Process Management) es apenas el aperitivo.

La Inteligenc­ia Digital importa, en todo caso, para entender cómo invertir la fórmula clásica del proceso comercial, esa que proponía fabricar primero, vender después, por fin cobrar. ¿Es posible cobrar antes de vender? Sí, las plataforma­s de crowdfound­ing lo demuestran cada día. ¿Puedo vender antes de fabricar? Sí, la producción on demand está cada vez más de moda. ¿Se llegará a fabricar… sin fábrica? Sí, ya se llegó hace rato.

CONCLUSIÓN

Inteligenc­ia Organizaci­onal; Inteligenc­ia Reputacion­al; Inteligenc­ia Financiera; Inteligenc­ia Digital. Cuatro inteligenc­ias, verticales y -al mismo tiempo- transversa­les, para entender cómo llevar una empresa al siguiente nivel. Cuatro inteligenc­ias para desarrolla­r en profundida­d y -también- en velocidad, porque la mejor decisión tomada a destiempo es la peor decisión.

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SAYI OVIEDO
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