“No tengo mano de obra suficiente”
Hugo Pezzi, quien durante años había trabajado como supervisor en una fábrica de muebles, abrió su propio emprendimiento fabril en 2003, en el Gran Buenos Aires, al que llamó Industria Duende. La empresa se especializa en amoblamiento infantil y juvenil. “Nuestra apuesta fue por el mueble laqueado que, por su dificultad y por la poca mano de obra especializada, pocos en ese entonces querían realizar. En Industria Duende decidimos formar a esa mano de obra faltante para diferenciarnos”, contó Pezzi.
El negocio lo inició con seis personas en un taller en San Justo, y llegó a tener 40 empleados. Hoy el plantel es de 14 empleados, en un predio de 1.200 metros cuadrados en la localidad de Luis Guillón, en Monte Grande. “De las tareas de gestión y administrativas me ocupo yo con dos de mis cuatro hijas”, dijo.
Durante los primeros años de actividad, Pezzi se manejó con vendedores recorriendo las mueblerías del país hasta que se hicieron conocidos y desarticuló la red y sólo conservó a algunos pocos.
“Tenemos más de 100 clientes que nos contactan directamente. Además, la pandemia nos obligó a abrir el canal online que ahora nos permite llegar directamente de fábrica al consumidor final”, aseguró.
La fábrica tuvo mejores épocas, con cerca de 300 clientes. Pezzi contó que muchos bajaron sus persianas. “En estos 20 años pasamos todas, pero lo más difícil para nosotros, siempre, fue encontrar gente que quiera trabajar. Hicimos de todo y finalmente decidimos quedarnos con un grupo reducido de gente y tercerizar el 25% de la producción, fundamentalmente parte de las tareas de corte y patinado. Así logramos ser más productivos”, explicó.
En este momento la actividad de la empresa es de unos 350 productos por mes. “Antes ese número rondaba los 700”.
El 50 % de la producción de Industrias Duende se comercializa entre sus clientes y el otro 50% a través de sus canales online y, bajo el nombre Il Bambino, a través de un local a la calle que Pezzi tiene en Castelar y que atienden sus otras dos hijas, donde vende parte de su producción y también productos de terceros.
En la pandemia sus ventas subieron de manera “exorbitante” y superaron su capacidad de producción. “Ahora la historia se repite porque nadie quiere quedarse con los pesos encima y la gente sale a comprar. Estamos teniendo muchos pedidos, pero lamentablemente no tengo mano de obra suficiente y tampoco consigo. Es un problema enorme, no damos abasto, pero ponés un aviso en el diario y no se presenta nadie. Para poder responder a la demanda necesito sumar entre 4 y 6 personas más. Pero bueno, por suerte, trabajo no nos falta y por primera vez estamos teniendo una demora de entrega de entre 45 y 60 días”.
Para principios del 2023, en caso de poder contratar el personal que necesita, espera lanzar una línea de muebles de comedor y living para ampliar la oferta. “Ya tenemos los diseños y planos hechos para arrancar la producción; siempre con la impronta de Industrias Duende que es el laqueado premium”.
“Lo más difícil para nosotros, siempre, fue encontrar gente. Nos quedamos con un grupo reducido y tercerizamos 25% de la producción”.
“Los colchones surgieron porque me enojé con un proveedor de poliéster que nos comenzó a competir con muebles. Entonces yo me puse a producir poliéster y colchones”.
Grupo Color abarca a tres fábricas de muebles que emplean a 400 personas, entre dos plantas ubicadas en la localidad cordobesa de Villa del Rosario (Córdoba) y otra en la bonaerense General Pacheco. Llegó a tener filiales propias en Brasil y Santiago de Chile. Pero en sus inicios, lo que hoy es uno de los principales grupos del sector, era sólo un local de venta de muebles de Villa de Rosario que tenía Omar Hipólito“Polo” Giardelli.
Recién casado, “Polo” Giardinelli vendía muebles cuando un corredor que intermediaba con un fabricante de San Francisco, con quien fue forjando una amistad, le sugirió poner una fábrica de muebles para living; él podría presentarle a alguien con los conocimientos técnicos necesarios para asociarse.
Cuenta hoy Giardinelli que al comienzo dudó, pero como no tenía nada que perder accedió a conocer a esa persona, Oscar Quintin Piccino, ya fallecido. Se conocieron en la tarde del 7 de julio de 1977 y decidieron asociarse, bajo la marca Color Living.
“La primera semana de actividad hicimos dos juegos, todo a pulmón. Imagínese, para hacer 18 nos llevaba más de dos meses así que, de verdad, empezamos más que de abajo. Las primeras ventas las concretamos con viajantes que había conocido, pero todo cerquita de Villa del Rosario”, recordó.
A lo largo de 30 años, la empresa produjo muebles para living: mesas ratonas, sillones, futones y divanes. Más adelante, hacia 2007, se diversificaron a la fabricación de colchones y sommiers bajo la marca Deseo.
“Esta unidad de negocio surgió por un enojo que tuve con mi proveedor de poliéster al que le comprábamos 4 camiones por mes, una cantidad enorme, éramos su principal cliente. Así y todo éste señor decidió empezar a hacer muebles de living y competir. Así que invertí en las máquinas y empezamos a fabricar nuestro propio poliéster y, ya que estábamos, casi naturalmente, sumamos los colchones que hoy representan el 65 % de la facturación de la empresa”, relató Giardelli. En la fabricación de colchones hoy trabajan 100 personas y en los muebles unas 280; el resto del personal lo completan los vendedores y personal administrativo.
Entre todas las crisis que enfrentó la empresa en más de medio siglo, Giardinelli tiene todavía clavada la espina de la devaluación de 2018. “Aún nos duele aquella devaluación, porque 90% de los insumos que usamos para los colchones están dolarizados; la devaluación nos mató, fue muy duro. Teníamos 550 operarios y tuvimos que desvincular a 150 amigos, fue un caos”.
¿Se puede volver a aquellos niveles de producción? Rubén Tamagnini, gerente de ventas, dijo que no depende sólo de ellos. «Hoy tomar una decisión es muy difícil porque nadie sabe qué va a pasar mañana. Hay un plan de inversión muy ambicioso, pero tenemos que ir muy mesuradamente para que la empresa no se vea desfavorecida por todos estos vaivenes económicos”.
Un 35 % del personal de la empresa está conformado por mujeres. Muchas están en las tareas de corte y costura, y otras desempeñan tareas que antes sólo hacían los hombres, por un tema de fuerza. “En tapicería cambiamos las mesas fijas por otras móviles, a las que se les puede cambiar la altura con un pedal, de modo que ya nadie tenga que levantar el peso del mueble”, explicó.
Tanto los muebles Color Living como los colchones y Sommiers Deseo se comercializan en todo el país a través de unas 1.200 mueblerías y retailers. “Nuestros productos están dirigidos a consumidores con un poder adquisitivo medio, aunque, ahora estamos también trabajando algunas líneas para un segmento un poco más alto”, adelantó Tamagnini.
Durante una década tuvieron una planta de producción en Brasil y hace pocos años se habían instalado también con otra planta en Santiago de Chile, pero por cuestiones societarias tuvieron que disolver la sociedad y vender sus partes.
Los disimula, pero Giardelli tiene 80 años y si bien sigue yendo a trabajar a diario a la empresa como el primer día, sabe que en algún momento tendrá que empezar a pensar en su retiro, por lo que ya está formando sucesores para que la empresa lo trascienda. “Están mi hijo y el de mi socio dando vueltas por ahí y hemos tomado a modo de prueba a una persona para gerente general. También hemos creado un directorio. La realidad es que esta empresa es parte de mi vida, es como un hijo; el día que me digan que ya no puedo ir más voy a empezar a envejecer”.
Guillermo Ambrosio tuvo la idea de especializarse en mobiliario urbano mientras terminaba sus estudios de Diseño Industrial. Los primeros juegos de plaza los hizo como pudo y con lo que pudo en el jardín de su casa de Colonia La Tordilla, Córdoba. Cuenta que aquellos primeros modelos eran básicos e incluso deficientes, pero suficientes para demostrarle que si invertía y apostaba a perfeccionar la producción podría convertirse en un buen negocio.
“Como en todo pueblo, nos conocemos todos y le presenté al intendente una propuesta con algunos juegos para la plaza y concretamos con su apoyo la primera venta. Ahí entendí las oportunidades que podían abrirse entonces alquilé un galpón y liberé la casa familiar”, contó Ambrosio.
Ese fue el comienzo de su empresa, que llamó Ordenar, especializada en mobiliario urbano: juegos para plazas (hamacas, toboganes, calesitas) y también cestos, bebederos, bancos, refugios, estaciones de gimnasia y bicicleteros.
Como el fuerte de Ordenar eran los juegos de plaza, los primeros clientes fueron los municipios, al comienzo los de los pueblos vecinos. Reinvirtiendo el dinero de cada venta fueron incorporando maquinaria y perfeccionando la producción para lograr productos de plástico que además de lindos y divertidos, cumplieran con las normas de seguridad necesarias para el cuidado de los niños.
Como la producción no tiene ninguna limitación en cuanto a tamaños de los juegos rápidamente también captaron la atención de los barrios cerrados, constructoras, instituciones educativas y emprendimientos turísticos de todo el país.
Detrás de Guillermo Ambrosio, con sus conocimientos técnicos y de diseño están también sus hermanas empujando las ventas: Micaela desde las redes sociales trabajando con la identidad de la marca y Melina en el departamento comercial.
Ambrosio no recuerda cuánto fue la inversión inicial, pero sí cómo la obtuvo: “Con unos amigos construimos una máquina para hacer pasacalles. Era muy casera y la hicimos con cosas que teníamos a mano, pero el sistema funcionaba muy bien y con eso yo fui financiando a Ordenar”.
Hace ya unos años que Ordenar dejó de ser un emprendimiento para convertirse en una empresa con dos plantas de producción, una en un predio de 5.000 m2 en la ciudad de Córdoba y la otra en Costa Sacate, en el departamento de Río Segundo. Tienen un plantel de 40 empleados fijos.
“Nuestro crecimiento había sido muy rápido hasta la pandemia, cuando subsistimos muy ajustados gracias a los clientes particulares que, como se encontraron con que los chicos ya no podían salir a las plazas, buscaban alternativas de juegos para sus casas”, contó Melina Ambrosio.
Tras la pandemia, las plazas volvieron a tomar relevancia y los municipios se dieron cuenta de la necesidad de ponerlos en valor. “Estamos aprovechando esa tendencia que se ve tanto aquí en Córdoba como en el resto del país. Todos ahora quieren los parques modernos, con pisos de caucho reciclados y con juegos según las normas de seguridad. Y nosotros estamos a la altura para responder a esa necesidad”, detalló.
Además de la fabricación e instalación de los juegos suelen hacer recorridas por los parques para verificar su estado y, si por alguna razón, se encuentran con algún juego roto o vandalizado, sencillamente lo arreglan o cambian. “No esperamos que el cliente nos llame. Les avisamos que se lo cambiamos y listo. No soportamos verlos rotos y si es necesario lo hacemos sin costo”, comentó.
Las ventas se originan por venta directa, pero en algunos casos por licitación o subastas electrónicas inversas; dependiendo de los municipios y sus presupuestos. “Nosotros participamos en todo. No vendemos un producto esencial, de modo que tenemos que estar preparados para todas las modalidades de contratación”, dijo Guillermo. Y agregó que sus objetivos no tienen límites y que podría convertir a Ordenar en una marca líder a escala global: “No creemos que eso sea imposible. Lo que es imposible son las economías locales, que no sólo no apoyan las pymes sino que las exprimen. Te puedo asegurar que si pudiéramos invertir lo que nos exprimen, tendríamos el doble de empleados; es muy triste”.
”Le presenté al intendente de Colonia La Tordilla mi propuesta de juegos de plaza y concretamos la primera venta”.