Sabe la Tierra
Reúne a más de 50 pequeños productores, bajo la consigna de ofrecer alimentos orgánicos.
Comenzar a tener contacto frecuente con emprendedores rurales que compartían con ella las dificultades del sector: la poca valorización, la falta de espacios de comercialización y las distancias con los grandes puntos de venta, hicieron que Angie Ferrazzini pensara en cambiar su trabajo, su vida y sus contactos para armar lo que hoy es Sabe la Tierra. “Nos proponemos reeducar hábitos de consumo, generar conciencia; que todos en nuestro rol de consumidores veamos realmente lo que compramos, cómo son sus procesos productivos, a quién apoyamos con nuestra compra, qué impacto ambiental tiene ese producto”, explica.
Empezaron por San Isidro, ella y su
marido brasileño, y hoy tienen siete mercados en Capital y la zona Norte del Conurbano. Conformados como asociación civil sin fines de lucro, organizan las ferias con una coordinadora, un equipo de armado, productores y consumidores. Al ser en espacios abiertos, arman y desarman cada vez. Cada mercado tiene su manual, su equipo, sus productores y su idiosincrasia.
Los interesados tienen que entrar a la web de Sabe la Tierra y ponerse en contacto. “Si cumplen con los requisitos básicos y sus productos no están aún en el mercado, los invitamos para una entrevista de admisión en el comité curador”, dice Ferrazzini.
Fernando Cardiello fundó Sangusto, un emprendimiento de hamburguesas vegetarianas, pero la cosa no funcionaba, según sus propias palabras. Hasta que conoció Sabe la Tierra y, dice, buscaban lo que él ofrecía. “Quizá, con el tiempo, logremos tener un Restó delicado y sensible para que la gente pueda venir a nuestra casa”.
Maxi Montenegro fundó en 2001 Cabaña Montenegro. Cuenta que sus
productos, quesos y fiambres, son sin conservantes ni aditivos, elaborados con leche de vacas Jersey y un campo biodinámico, sin pesticidas ni agroquímicos y con sistema de policultivo para la alimentación de los animales. Sabe la Tierra lo ayudó a explicar estos conceptos al público y –dice– le generó mayor cantidad de ventas.
“Pertenecer a Sabe la Tierra es sentir que hay un puente que hace al encuentro entre el productor y el consumidor, donde el productor puede asistir ante la necesidad de un consumidor que quiere saber y escuchar la pasión con la que nace un producto”, explica Sonia Elizabeth Leguizamón, que vende pastas secas con aporte de semillas, verduras y cereales.
“Lo que vendo en mi emprendimiento es de producción propia y agroecológica. Mi deseo es que cada vez más personas adopten conciencia orgánica en pos de una soberanía alimentaria. Para mí, Sabe la Tierra significa la posibilidad de transmitir los fundamentos básicos de esta movida natural”, cuenta Sergio Ruiz, que vende vegetales y, además, imparte talleres gratuitos sobre huertas urbanas.
A diferencia de otros mercados, Sabe la Tierra promueve un cambio en los hábitos de vida y de consumo de la población. De modo que, además, ofrece talleres y actividades, como clases de Hatha Yoga Dinámico, taller de preparados biodinámicos, taller de huerta para niños y clases de huerta para adultos.