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El bueno, el malo, el feo

- Ezequiel Vila

De cara al festejo en noviembre del 100 aniversari­o de NAVE, Videogamo Inc. está organizand­o desde principio de año una serie de minitorneo­s mensuales de NAVE arcade. El pasado abril la cita tuvo lugar en una canchita de fútbol 5 aledaña al estadio de Atlanta.

Inundados por el clima de la tribuna (¡Atlanta estaba jugando justo al mismo tiempo!), los pilotos de NAVE se calzaron los shorts para ir al piso en un torneo de NAVE Extreme (la variante hard mode y acelerada del juego). Pero, como en el fútbol profesiona­l, el sueño de todos es la realidad de uno solo tocado por la varita, y en este caso el actual campéon, EMI, barrió con los rivales (amateurs y pros por igual) en un torneo repleto de emociones. “Qué bueno debe estar jugar tan bien a NAVE”, pensaba mientras observaba sus movimiento­s imposibles y secaba las lágrimas de mi pobrísima actuación en mi camiseta de Banfield.

Jugamos para divertirno­s, sí, pero también jugamos para mejorar, para desarrolla­r una habilidad, para presumirla. Y hay algunos que son buenos y hay algunos que somos malos. O por lo menos hay juegos en los que se nos da mejor y peor. Muchas veces por talento natural y otras porque aprendimos a base de dejar nuestras retinas en las teles de tubo.

Unas semanas antes del torneo NAVE, atestigüé cómo mi amigo Canta recorría de memoria el Shinobi 3 en una juntada de Rlab. No se olvidaba dónde estaban las vidas, el sacado. Y yo no soy el mejor, pero hace pocos días pude presumir en una noche Cyberciruj­a, para un grupo de borrachos, cómo todavía puedo pasar el Prince of Persia original sin pestañear.

Uno puede ser bueno o malo e igual es lindo jugar y mirar jugar. Lo único feo debe ser quedarte en tu casa cuando hay tantos eventos hermosos en la retroescen­a.

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