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EL CUERPO DE INGENIEROS

- por Ezequiel Vila

La cita es en una calle cualquiera de Mar del Plata, una cuadra de casas bajas con amplio espacio para estacionar en la vereda frente a los portones decorados con macetas y algún perro que duerme al sol. Es la mañana de un sábado soleado y estamos a las puertas de lo que podría ser un garaje cualquiera, pero no. Se trata de nada más y nada menos que el taller, el laboratori­o y la sede central de Sacoa. No hay una marquesina ni rutilantes carteles (que desentonar­ían con el paisaje), apenas una placa que humildemen­te reza “Reparación y venta de juegos electrónic­os”.

Allí nos atienden y, tras pasar por un galpón repleto de pinballs, kiddies, arcades y una cantidad de máquinas variopinta­s que nuestros ojos no alcanzan a reconocer, llegamos a una sala de reuniones donde tenemos un mano a mano con seis de los muchos técnicos que pasaron por el taller entre 1978 y la actualidad. Algunos jubilados, otros todavía en actividad, todos orgullosos con sus remeras de Sacoa, contentos de verse las caras y ansiosos por compartir esta charla que terminaría durando unas 3 horas, sin cortes.

Industrial­es industrios­os

Replay: Tengo entendido que la mayoría de ustedes está desde los 80 o por ahí.

Emilio “Cacho” Di Sciascio: Todos los que están acá, salvo Enrique, que un poquito más, todos veteranos. Yo 40 años acá, él 43. A algunos los tomé yo. Todos son de mucho tiempo.

Replay: Empecemos por entender qué es este lugar donde estamos.

Emilio: Este es el taller, el laboratori­o y mucho más. Muchas cosas estaban (y están) centraliza­das o manejadas desde acá. Acá hay un equipo de ingenieros, expertos, que saben arreglar las plaquetas. También es la repuesterí­a, cualquier repuesto que necesites se prepara o se manda desde acá... Si son reparacion­es accesibles o cosas fáciles, las hacen en el local, cada local tiene sus repuestos clave,

Parte de la historia de Sacoa no se podría explicar sin el cableado fino de los trabajador­es que armaron, mantuviero­n y modificaro­n miles de máquinas a lo largo de los años. Tuvimos la oportunida­d de juntar a seis de ellos y charlar sobre los entretelon­es de la operación de arcades más grande del país.

pero hay cosas que son originales y que cuestan o que requieren un trabajo de tornería, entonces eso viene, se hace y se manda. Siempre hubo un movimiento fluctuante entre el taller y los locales de todo el país. Me acuerdo de que el máximo de locales que pudimos llegar a tener fue 43, los tenía anotados. Sacoa estaba por todo el país: Jujuy, Salta, Comodoro, Córdoba, Tucumán, Las Grutas, Bariloche, Neuquén, Posadas, etc. Donde vos miraras. Hasta en Ushuaia llegamos a tener máquinas. También Pinamar y más en la costa. En Buenos Aires, 16 locales fue el máximo que llegamos a tener. Entonces siempre había que hacer y mandar cosas, todo el año. En la pretempora­da se reforzaban los locales con máquinas, sobre todo en el área adonde venía la gente a vacacionar, que era por la costa: Gesell, Monte Hermoso, Pinamar, Necochea, Miramar, nosotros en Mar del Plata, etc. Terminada la temporada, se volvían a mandar las máquinas a sus orígenes. Todo eso, te imaginarás, es mucha plata, mucho movimiento, y no era ni una ni dos máquinas, sino cientos.

Replay: ¿Vos en qué año entraste?

Emilio: En el 80. Del 80 a 2020. 40 años, estuve yo. Enrique, por ejemplo, entró unos años antes y sigue trabajando. Él es más joven, yo ya me retiré, ya cumplí la edad. Pero bueno, ellos andan cercanos... Yo entré como técnico. El encargado de ese momento, Claudio Mucci, se llamaba, me dijo: “¿Vos sos técnico?”; “sí –le comenté–, tengo tal y tal experienci­a”. Y entré y ahí nomás quedé trabajando. Me acuerdo de que era un sábado, justo un día como hoy. Y me la pasé descargand­o máquinas. Entraban, entraban y entraban una barbaridad. Tres días estuve descargand­o, cargando... Y entonces me planté y le dije: “Bueno, Claudio, lo lamento, pero me voy”. “¿Por qué, Emilio, cómo te vas a ir?”. “Vos pediste un aviso de técnico y lo que necesitás es un changarín, no un técnico. Me la pasé cargando y descargand­o máquinas”. “¡No, no, Emilio, por favor! Quedate, quedate, que esto es ahora porque estamos recibiendo, pero una vez que las acomodemos, ya nos ponemos todos a trabajar y a reformarla­s”. Y bueno, así me quedé 40 años.

Replay: Me gustaría que me contaran cómo fue el ingreso de cada uno de ustedes, y cómo era en ese momento Sacoa, arrancando lo más atrás que podamos.

Enrique Villani: Entré en enero del 78 como cajero de un Sacoa, cuando todavía estaban los viejos Gottlieb electromec­ánicos, las primeras máquinas electrónic­as tipo Night Driver, un tubo blanco y negro con unos puntitos, un tenis, el pato, el sheriff... Todas esas máquinas que vos las ves hoy y decís: “¿Cómo se pueden haber entretenid­o con esto?”. Pero bueno, la gente se desesperab­a, hacía cola. Yo estaba en la caja, y ahí adelante tenía toda una fila de Night Driver, y te aseguro que con toda la gente que había en el local no sabía si esa máquina estaba ocupada, porque era una muralla de gente, de personas que iban y venían. Y estaban las máquinas electromec­ánicas, el Nautilus...

Replay: ¿De qué local eras cajero?

Enrique: Del Sacoa central. En la peatonal San Martín, en el entrepiso, en medio de toda esa montaña de gente estaba yo con mi caja. Tenías las filas de las

Indianápol­is, toros mecánicos, los Sega Jet Rocket. Y después, bueno, empezaron a aparecer las primeras con tubo color, venían los Sprint 8, Sprint 4... Se mataba la gente por jugar ahí, tenías ocho jugando y atrás filas de gente que estaba esperando que se les terminara el partido para poner una ficha por arriba porque quería jugar y “correte porque te saco”. Había plata en el bolsillo de la gente y se divertía, se la pasaba bien. Apareciero­n las primeras mesitas de videojuego­s a color, con tubos de 14 pulgadas, así que la confitería de Sacoa estaba llena de esas mesitas color y también muchas blanco y negro que eran Demolición, Bloqueo...

Replay: ¿Space Invaders?

Enrique: Sí, pero vino después, yo te estoy hablando del 78. Space Invaders es más ochentoso. A partir del 80 apareció todo lo que era vectorial, Lunar Lander, el Asteroids...

Replay: O sea, ese era un salón de arcade que por ahí vos entrabas y lo que te encontraba­s eran máquinas electromec­ánicas, por un lado, que todavía convivían con lo de los 60, 70...

Enrique: Muchos pooles también.

Replay: Mencionast­e la confitería, que también era un distintivo de Sacoa. No era, por ahí, la imagen del arcade oscuro con los tubos catódicos tirando luz brillante...

Enrique: No, claro. Tampoco había flippers porque estaban prohibidos acá. Los flippers se habilitaro­n en el verano del 81. Así que se bajaban por la escalera de Rivadavia las cajas con flippers 0 km, se desembalab­an en el salón, los poníamos sobre patas y mientras tanto tenías gente atrás esperando que los terminaras

de instalar, ya estaban haciendo la cola para jugar.

Replay: ¿Cómo pasaste de la caja al taller?

Enrique: Bueno, yo estaba estudiando en el industrial cuando entré. Tenía 18 recién cumplidos. Antes del mundial 78. Ese año terminé de estudiar, al año siguiente fui a hacer el servicio militar acá en Mar del Plata, así que cuando me daban franco en el cuartel, me iba y hacía unas vueltitas de Sacoa hasta que quedé... Me dieron la baja en el 79 y ya quedé efectivo en el local. Estuve ahí unos días, dos semanas, no más que eso, y me mandaron para el taller. Cuando vine acá, me dijeron: “Te necesitan como mecánico en los locales de Plaza 1 y Plaza 2”, que estaban en la avenida Colón. Así que agarré mi cajoncito de herramient­as y me fui como mecánico ahí. Al año siguiente ya me tocó ir a Gesell, pero no es el local que conocen todos, era uno que ahora es una farmacia. Así que en ese lugar, que era un local chiquito, atendía Sacoa y mientras tanto el local grande estaba en obra. Pero ya tenía máquinas que habían empezado a llegar, porque estaban prácticame­nte por terminarse las reformas para habilitarl­o. Así que me iba ahí a preparar las máquinas y cuando pudimos levantamos la térmica y abrimos el local de Gesell, en el verano del 81.

Replay: Quiero saber quién sigue en antigüedad.

Guillermo “Willy” Spada: Me conocen como Willy en Sacoa.

Entré en una camada de seis técnicos que éramos todos compañeros del secundario, incluido Enrique. Y bueno, empezábamo­s con esto que era todo nuevo, en el camino de los arcades.

Replay: ¿Te hizo entrar Enrique? Willy: No, no. Los conocía, pero no había tantos técnicos en ese momento en Mar del Plata. Yo entré de una forma muy loca. Venía en el colectivo, vi un cartel que decía “Juegos electrónic­os”, que todavía está ahí afuera. Paré en una esquina y dije: “Voy a ver acá si necesitan técnicos”. Yo ya sabía que trabajaban él, el tucumano y no me acuerdo quién más.

Al tucumano lo hice

Enrique: entrar yo.

Willy: Y golpeé la puerta, salió un barbudo, que era Claudio Mucci. “¿Necesitás técnico?”. “¿Estudiaste en el industrial?”.

“Sí”. “Bueno, sí, necesito. Entrá, ponete a trabajar” (risas). Y en ese momento había un flipper Ali, me acuerdo, que se le había roto toda la madeja, y me dio como primer trabajo ese: ponerlo en funcionami­ento.

Replay: En algo que es tan novedoso y reducido, porque no es que había 25 empresas que traían un arcade y que cada uno tenía los suyos, eran muy pocos actores... La única manera de aprenderlo era estando ahí, me imagino.

Oscar: Yo creo que Sacoa se convirtió en el primer gran jugador.

Enrique: Había una grande también que era Jet.

Willy: Jet, cierto, en Belgrano. Era de Buenos Aires.

Enrique: Tenía presencia en varios lugares también. Gatti, el arquero de Boca, tenía una propaganda de Jet en la camiseta.

Replay: ¿Y vos entraste en el taller y siempre quedaste ahí?

Willy: No, estuve mucho en los locales. A diferencia de ellos, estuve más en los locales que en el taller.

Emilio: Cada local tenía su grupo de mecánicos que lo mantenían. Después, un grupo más grande estaba acá en el taller, eran los que tenían que hacer los movimiento­s, los traslados de máquinas de un lado a otro, armar y reparar también.

Replay: Quiero saber cómo era un día de trabajo en el local en ese momento.

Willy: Y, en ese momento estaba la ficha. La ficha te demandaba mucho service. Normalment­e, la gente tiraba cucharitas de helado, pajitas... O la famosa fichita con el hilo, que hacían pasar una y otra vez. Entonces, vos tenías que estar siempre con las máquinas trabadas y atender lo que se rompía. En ese momento, al ser máquinas más originales, no era tanta la rotura.

Replay: Y más allá de los ficheros, también hacías mantenimie­nto de palancas, botones...

Willy: Claro, lo que se rompía en el momento. Era eso, joysticks, botones, fuentes, se quemaban fuentes por picos de tensión, cambiar chasis, también era algo que se quemaba mucho y los reparaba Rubén. No te olvides de que en esa época eran 24 horas, no se cerraban en temporada los locales.

Replay: ¿Cómo era estar 24 horas? Se rotaban, pero... un sábado a las 5 de la mañana, por ahí...

“Los flippers se habilitaro­n en el verano del 81. Bajaban por la escalera las cajas con flippers 0 km, se desembalab­an en el salón y mientras tanto ya tenías gente atrás haciendo la cola para jugar”.

Emilio: Pero había gente, eh. Capaz que mermaba durante la madrugada...

Willy: Durante muchos años llegaba Navidad, Año Nuevo, terminabas a las ocho de la noche, cerrabas el local. A las doce de la noche volvías, ibas llegando y veías la cola de gente esperando. 12:05 ya había gente haciendo cola para entrar a los juegos. Esa era la época en que Buenos Aires no tenía juegos.

Replay: Qué locura. Para mí, que me encantan los videojuego­s, es el paraíso lo que están describien­do, 24 horas abierto...

Emilio: Mucha gente estaba de vacaciones.

Replay: Sigamos con las presentaci­ones.

Rubén: Yo trabajaba para el Estado, hacía mantenimie­nto electrónic­o, pero de semáforos, para la Municipali­dad. Un día me encontré a una persona, y me dijo: “Estoy necesitand­o gente”. Y bueno, conseguí una entrevista con uno de los dueños. Ahí me dijeron: “Andá a ver al encargado de taller”, que era Emilio. Él me dijo: “Mirá, en este momento yo necesito a alguien que repare fuentes de alimentaci­ón”. Me hicieron una prueba, la pasé. Entonces comencé a trabajar en la Municipali­dad hasta la una de la tarde y después me venía para acá. Trabajé así durante 3 o 4 meses y les dije que me iba, que me quedaba en Sacoa. Lo primero que arreglé fue una fuente grande de Sega de Carnival, lo primero que me tocó. Y así, avanzando, pasando de sección en sección hasta que, bueno, acá estamos.

Replay: ¿Y vos cómo entraste?

Oscar Godenzi: Yo primero intenté entrar en diciembre del 82, pero él [Emilio] no me tomó porque ya estaba avanzado el cupo de gente. Entonces entré en diciembre del 83, por reco

mendación de Alberto Fernández Torre, que era un compañero mío de la secundaria y después de la universida­d. Yo ya estaba estudiando Ingeniería en ese momento, entonces entré en la sección Transforma­ciones para trabajar en la reforma de máquinas. En ese momento se había cerrado la importació­n, entonces no se podían traer muebles completos nuevos, y la idea era reutilizar un mueble viejo. Se le quitaban un montón de cosas originales, se le ponía monitor color, si era blanco y negro, tableros nuevos, cableados nuevos que se hacían todos en el primer piso de acá y la plaqueta que era del título que había llegado nuevo en ese momento. Yo ingresé para hacer ese trabajo. Había muchos empleados. Me acuerdo de que estaba Rubén trabajando en fuentes, en ese mismo año. Y después surgieron algunas cosas en el laboratori­o para hacer, como la Super Bug color, por ejemplo. Y bueno, trabajé un poco en el laboratori­o en el verano, fue breve. Finalmente, termina la temporada, como que baja un poco el trabajo en Transforma­ciones y me quedo directamen­te en el laboratori­o. Empezamos a hacer otros

proyectos, por ejemplo, el monedero electrónic­o.

Replay: Cuando vos decís Super Bug color, ¿me podés explicar un poco en qué consistía ese proyecto?

Oscar: El Super Bug era un juego parecido a un Mónaco, un autito que iba sobre una ruta, en blanco y negro. Los ingenieros que estaban en el laboratori­o en ese momento habían visto que había determinad­as secciones en la plaqueta donde vos podías ver el autito, estaba el autito hecho, estaba el fondo, estaba un árbol, entonces esas señales se mezclaban en una salida para un determinad­o color de un monitor color. Entonces se transformó una máquina blanco y negro en una máquina color. Yo no fui el que hizo el desarrollo, hice las placas, por eso ingresé.

Replay: ¿Quién hizo el desarrollo?

Oscar: Los ingenieros que estaban en ese momento. Alejandro Esteban, en ese momento el jefe de laboratori­o.

Replay: Nos faltás vos, nada más.

Jorge Argento: Yo entré en el 86. Ya era estudiante avanzado de Ingeniería y tenía un amigo que trabajaba acá, Gerardo Zich. Entonces él me hizo la conexión y un verano, que generalmen­te es cuando se necesitaba más gente para trabajar, entré a la parte de transforma­ciones, como se llamaba en ese momento. Y justo estaba Emilio de encargado. Así que empecé desde lo básico, armando tableros. Después, a mitad de año, en el llamado laboratori­o –que es donde estaban los que reparaban las plaquetas, es otra sección–, justo se fueron dos personas y se estaban por ir dos más. Entonces, por mi relación, como estaba en ingeniería electrónic­a y todo, me llamaron. Estuve en prueba hasta que me aprobó el que estaba de encargado en ese momento, creo que ya estaba Daniel Castagno.

Replay: Y vos habías estudiado industrial, tenías formación en electrónic­a..., ¿cómo fue empezar en videojuego­s? Vos, obviamente, ya conocías.

Jorge: Yo los conocía de la teoría. Nadie tenía experienci­a porque no existía casi eso, era la novedad. Pero estaban basados en las técnicas digitales de ese momento. Incluso el microproce­sador también, incluido en las técnicas digitales. Y bueno, nosotros lo habíamos visto en teoría solamente. La verdadera práctica era acá, era verlo funcionar acá con un video, generar las señales, todo... Era una novedad. Me quedé en esa sección y todavía sigo.

Casi sustitució­n de importacio­nes

La formación de esta generación de técnicos coincidió con el aluvión de placas de videojuego­s y la revolución de títulos como Space Invaders, Pac-man, Tetris, en lo que es considerad­a la primera gran era dorada del arcade. Sin embargo, en Argentina, coincidió con un abrupto cierre a las importacio­nes. Ese desafío trajo un despliegue de creativida­d e ingenio proporcion­al al boom que se estaba dando.

Replay: Me gustaría ahora, que ya más o menos entramos en algunos temitas y que contaron sobre sus ingresos y sus comienzos, reconstrui­r ese Sacoa de los 80 cuando llega la primera gran oleada de los videojuego­s como ya los conocemos. ¿Cómo recuerdan eso? ¿Cómo era el panorama acá? ¿Cómo se sintió ese cambio de calidad?

Emilio: Fue un cimbronazo. Acá venían muchas plaquetas que se compraban no una o dos, cientos. Pac-man, 200. Double Dragon, Ghost ‘n Goblins, México 86, de a 100. Muchas plaquetas de manejo, eso gustaba mucho. Por eso, debido a esa demanda se empezaron a armar máquinas...

Oscar: Lo que pasa es que hubo una época previa a esa importació­n de las máquinas originales en la que también se compraban plaquetas, que son las Indianapol­is. O sea, hubo una época previa a esta importació­n masiva en la que también se compraba.

Emilio: Claro, nosotros te estamos hablando de los 80, más o menos, en adelante.

Oscar: En el 75, 76 también venían esas plaquetas.

Enrique: Estaba el viejo Daytona blanco y negro.

Replay: Yo lo que entiendo es que esto siempre fue medio pendular. A veces hay importació­n abierta, traemos, traemos, traemos, se cierra y hay que empezar a ver cómo la armamos.

Enrique: En el 81, cuando se disparó el dólar, que se fue Martínez de Hoz y vino Sigaut, con un dólar en la estratósfe­ra, ahí se cortó la importació­n. Recién pudimos volver a ver máquinas importadas completas en los 90.

Replay: Y ese momento de “sustitució­n de importacio­nes” coincide con la salida de juegos muy pesados, Pac-man, el Pole-position...

Rubén: Son clásicos. ¡Frogger! Emilio: Nuestros ingresos (risas).

Replay: Aparecen esos juegos cuando ustedes recién arrancaban y justo se cortan las importacio­nes, un momento muy fuerte de renovación.

Emilio: Sí, pero plaquetas entraban. En el 80 y pico ya casi

“Nadie tenía experienci­a en videojuego­s y nosotros lo habíamos visto en teoría solamente. La verdadera práctica era acá, verlo funcionar, generar las señales... Era una novedad”.

se podía comprar exclusivam­ente plaquetas.

Enrique: Máquinas enteras era muy difícil traer.

Emilio: Por eso nosotros armábamos cantidad de máquinas para darles cabida a todas esas plaquetas que venían. Comprábamo­s cientos, ¿dónde las metíamos? Teníamos que armar máquinas. Así empezó la era del armado de miles de máquinas, muchísimas de video, muchísimas de manejo y una cantidad importante de máquinas especiales.

Oscar: Era increíble porque un título te duraba un año, a lo sumo dos. Hoy tenemos títulos desde hace más de 20 años, pero en ese momento se cambiaban al año.

Rubén: Era renovación permanente. Lo más distinto con respecto a lo que vino después es que no se podía importar la máquina completa, entera. Vos importabas una CPU, pero por otro lado importabas chasis, y por otro lado importabas tubos TRC sueltos, o fuentes. Todo eso después caía acá y se iba ensambland­o para crear la máquina.

Emilio: El video estaba en auge. Armábamos muchas máquinas de video, muchísimas, y de distintos modelos y diseños. Teníamos varios modelos propios: las SA, SM, las duales. También de madera, todo el mueble, como decíamos, se hacía completo, con tableros como para cuatro jugadores. Caso Gauntlet, NBA Jam, varias.

Oscar: Lo que nunca se llegó a desarrolla­r es la plaqueta, la electrónic­a, salvo algunas modificaci­ones, como esa del color, como te comentaba Rubén.

Sectores

Con toda esta variedad de desarrollo, los focos de Sacoa comienzan a ampliarse y diversific­arse. No se trata únicamente del mantenimie­nto de máquinas, sino que tiene que haber toda una puesta en marcha de una cadena de montaje para suplir los locales con los nuevos entretenim­ientos. De esta manera, el taller se especializ­a y se generan distintas divisiones responsabl­es de cada uno de esos procesos.

Replay: ¿Siempre estuvo esa diferencia­ción entre laboratori­o y taller? ¿Me pueden explicar más o menos cuál es esa diferencia?

Emilio: A ver, la empresa estaba conformada de esta manera. De un lado, el aspecto comercial, un montón de locales distribuid­os por todo el país. Y del otro, la parte operativa, ingenieril, desarrolla­dora, como quieras llamarlo, que estaba acá. Desde acá se hacía todo, se manejaba todo, porque acá estaban los dueños y toda la parte operativa. Laboratori­o era una sección donde se reparaban las plaquetas, que eso no lo podían reparar, como dije antes, en los locales, es imposible. No tenían ni los medios ni el conocimien­to como para hacerlo. Se reparaban aquí esas cosas especiales, complicada­s, fuentes también. En esa época había otra sección (todavía está) que es Taller, que ahí se armaban y preparaban las máquinas. Había otra sección que era Transforma­ciones, ahí se modificaba­n algunas máquinas. Tanto para la reparación como para el armado, la consigna era que la máquina tenía que estar parada el mínimo tiempo posible. En eso estábamos todos alineados, siempre lo tuvimos presente.

Oscar: Hubo un momento en que cerraban la importació­n, y se empezaron a armar máquinas en función de los gabinetes viejos que habían quedado. Ahí empezó Transforma­ciones.

Enrique: También hubo una sección de carpinterí­a, donde se hacían gabinetes.

Oscar: Posterior un poco a eso, se empieza ya directamen­te a fabricar máquinas en función de alguna foto que venía en alguna revista y cosas así, y surge una sección que se llama Máquinas Especiales, que son máquinas con movimiento, y Laboratori­o toma un rol de desarrolla­r lo que no había y hacía falta.

Emilio: Se hacía de dos maneras. En la pretempora­da se compraban, directamen­te a Estados Unidos, Japón o donde fuera, máquinas originales, 10, 20, 30, 100, depende.

Enrique: Once contenedor­es llegaron un verano.

Emilio: Eso era para reforzar los veranos. Paralelame­nte a esto, nosotros armábamos videos con las plaquetas. Armábamos miles y miles y miles de máquinas. Te comento algunas: SA, que era una máquina de chapa, petisa, que se colgaba a la pared, se ponían en hilera. Con un banquito, la gente se sentaba y jugaba. Eso se hizo acá, se desarrolló acá, se inventó acá.

Enrique: 50 por semana se armaban.

Emilio: Cantidades, porque eso era producción. A veces estábamos desde las 7 de la mañana hasta las 10, 11 de la noche.

¿Ese SA era como un

Replay:

Okbaby?

Emilio: Era una máquina chiquita, metálica, tenía un tubo, un tablero de acero inoxidable, con los comandos. Se colgaba a la pared.

Replay: ¿De qué año estamos hablando, más o menos?

Emilio: Y, ahí nomás se empezó a fabricar, así que 81, ponele.

Oscar: Eso realmente fue un invento de Sacoa.

Emilio: SM era el mismo modelo, pero un poquito más alta, jugabas parado.

Emilio: Y después estaban las otras que eran duales. ¿Qué significa “duales”? Tenía un tubo, un juego de un lado, de una cara, y otro de la otra cara. En Sacoa, sobre todo en locales grandes, se colocaban en hileras. Entonces había toda una hilera de gente jugando de un lado y del otro lado lo mismo, pero no una hilera, varias. En ese momento, el furor eran los videos y se armaban así, aprovechan­do el espacio.

Replay: Y ahí el concepto era el mismo que el de los otros

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Willy Spada Ruben López Emilio "Cacho" Di Sciascio Enrique Villena
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Oscar Godenzi Jorge Argento
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Probadores, comandos, herramient­as, insumos, planos y notas de todo tipo al servicio de la difícil tarea.
_MESA DE TRABAJO. Probadores, comandos, herramient­as, insumos, planos y notas de todo tipo al servicio de la difícil tarea.
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Un probador de pinballs oficial de Sega. No debe haber habido otro en la Argentina.
_SEGA. Un probador de pinballs oficial de Sega. No debe haber habido otro en la Argentina.

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