FAMILIA Y PAREJA: CUANDO “AMAR” ES IGUAL A “OBEDECER”
En muchos núcleos familiares -en los que los matrimonios o parejas están incluidos, por supuesto-, la disidencia se asocia de manera inmediata con el desamor, el debilitamiento de los lazos entre parientes o cónyuges y, finalmente, con una supuesta traición del miembro “rebelde”.
¿Cree que tiene problemas para sentar su posición en el seno de su familia o de su relación amorosa? ¿Tiene pavor de comunicar sus decisiones por miedo a los comentarios incisivos? Realice este ejercicio. Lo ayudará a cambiar su visión y a ponerse “manos a la obra”, es decir, a decidirse y actuar.
Recuerde si alguna vez realizó alguna de estas acciones: w Cambió de postura corporal porque alguien se lo indicó. w Moderó sus opiniones con el fin de agradar a su interlocutor. w Se sintió aludido o agredido cuando alguien manifestó una opinión distinta de la suya. w Dijo, acerca de un pariente suyo, que era “vanidoso” o “engreído”, porque sentía que no le prestaba atención. w Se angustió o se deprimió cuando un familiar aseguró estar “desilusionado”, “enojado” o en desacuerdo con usted.
Cualquiera de estas actitudes demuestran necesidad de aprobación y generan una situación poco democrática en la que su libertad se encuentra disminuida.
Para superar este problema, empiece por desactivar esos imperativos internos que lo hacen “obedecer aunque no quiera”.
Pruebe con alguna de estas tácticas: w Cuando alguien de su familia pretenda (sutilmente) convencerlo de algo de lo que usted no quiere, revele su mecanismo: respóndale que, en otro momento, hubiera cedido a su presión sólo para sentirse querido, pero que, de ahora en más, tratará de que esto no suceda más. w Cuando la desaprobación se haga explícita, sin sugerencias de por medio, ponga al desnudo el mecanismo de presión contestando: “Estás diciéndome esto porque estoy actuando de un modo que no deseas, pero yo prefiero hacerlo de este otro modo, aunque no te parezca lo mejor”.