PRINCIPIOS ESENCIALES
Los dos principios fundamentales de la Magia Angélica provienen de dos fuentes distintas: las creencias folclóricas de diversas culturas y la Cábala hebrea.
El primer principio consiste en la creencia de que los humanos pueden controlar a los ángeles -buenos y malos- a través del uso de armas mágicas. Es posible rastrear esta certeza en culturas muy diferentes entre sí. Por ejemplo:
• Antiguamente, algunas tribus de América del Sur trataban de dispersar al demonio de la viruela apuñalando el aire con un arma cortante y derramando agua para resguardarse de sus espantosos seguidores.
• Las jóvenes mujeres y las niñas esquimales expulsan a los demonios de las casas amenazándolos con un cuchillo.
• Entre los wortyaks, al este de Rusia, las niñas reciben el año nuevo armadas con palos, con los que golpean por todos los rincones de la casa, para desalojar de allí a Satanás.
• Los aborígenes australianos espantan a los demonios golpeando el suelo con la cola de un canguro.
El segundo principio de la Magia Angélica es la creencia de que ciertas palabras -especialmente, los nombres de Dios- tienen el poder de obligar a los ángeles a obedecer las órdenes del mago angélico.
Este principio se basa en la Cábala, que sostiene que el nombre de los objetos es inseparable de ellos, ya que constituye una propiedad intrínseca de los mismos y no un nombre convencional impuesto a posteriori. Por lo tanto, conocer el verdadero nombre de una cosa permite ejercer un completo control sobre ella.
Esta creencia era tan fuerte que los judíos se negaban a pronunciar o a escribir el nombre de Dios y ocultaban el nombre sagrado bajo un complicado mecanismo de simbolismos y sustituciones. Se creía que el verdadero nombre de Dios constaba de 72 letras (exactamente el número de ángeles) y era tan poderoso que el mundo entero podía ser destruido si alguien se atrevía a pronunciarlo.
De acuerdo con la Magia Angélica,