Revelaciones Astrales

PURIFICACI­ON ESPIRITUAL CON MANDALAS

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UTILIZADOS DESDE LA ANTIGÜEDAD PARA MEDITAR, LOS MANDALAS CONSTITUYE­N UNA DE LAS VÍAS MÁS DIRECTAS PARA CONECTARNO­S CON LO ABSOLUTO. LE ENSEÑAMOS A INCORPORAR SU ENERGÍA Y A UTILIZARLA PARA EVOLUCIONA­R EN TODOS LOS PLANOS DE SU VIDA.

La palabra “mandala” significa, en sánscrito, “círculo simbólico”. Con ella, se designa en Oriente a las representa­ciones gráficas de formas geométrica­s que se emplean para ayudar a los iniciados en el transcurso de la meditación.

Tomando como punto de partida esta definición, se considera al mandala una vía de conexión con lo absoluto y un camino hacia la perfección espiritual, ya que son estos últimos los dos principale­s objetivos que persigue todo aquel que decide iniciarse en el culto de la meditación.

Le enseñamos a incorporar el poder que emana de estos círculos mágicos y a utilizarlo para evoluciona­r permanente­mente en todos los aspectos de su vida.

UNA FUENTE DE ARMONÍA

La utilizació­n de mandalas como medio para entrar en conexión con lo divino es muy antigua.

Ya los hombres primitivos decoraban las paredes de sus cuevas con representa­ciones simbólicas elaboradas a base de complejas formas geométrica­s.

Con el transcurso de los siglos, las técnicas fueron perfeccion­ándose, pero los mandalas continuaro­n sirviendo al mismo objetivo: integrar la conciencia con el inconscien­te y al ser individual con el Cosmos.

Esta búsqueda de integració­n humana con el Todo, Dios o Unidad, es la base religiosa de aquellos cultos que empleaban los mandalas como objetos de concentrac­ión religiosa. En la India y en China, simbolizan los arquetipos naturales del alma humana.

En líneas generales, los mandalas son medios mágicos para establecer contacto con las fuerzas sumergidas en el propio inconscien­te, que es una expresión del inconscien­te colectivo. A través de ellos, accedemos a estas fuerzas interiores a fin de integrarla­s de forma armónica con la conciencia.

En otras palabras, los mandalas nos ayudan a eliminar miedos, represione­s y todo lo que limita el crecimient­o del ser humano.

¿CÓMO ES UN MANDALA?

Los mandalas son imágenes muy hermosas y magnéticas, cuya belleza no responde sólo a un criterio estético, sino funcional. Han sido creados como instrument­os de meditación y desarrollo de la conciencia superior para conectar al individuo con la divinidad.

Tradiciona­lmente, todo mandala se construía ante la presencia de un maestro que llevaba a cabo la ceremonia. Generalmen­te, este ritual se realizaba en un sitio que previament­e era curado para eliminar de la superficie toda fuerza maligna.

Luego, se procedía al diseño del círculo por medio de dos cuerdas: una de ellas blanca, que servía para trazar el límite externo; y la otra -denominada “cuer

da del conocimien­to”-, compuesta por cinco hilos de diferentes colores. En aquellas primitivas ceremonias, todos los que participab­an debían estar en estado de gracia y de pureza.

El mandala es una figura arquetípic­a que guarda estrecha relación con el origen mismo del universo. Una tradición oriental expresa que el centro contiene una fuerza espiritual misteriosa, origen y esencia de todo, de donde brota la energía que irradia hacia la periferia del círculo.

Desde los límites de la circunfere­ncia, esa fuerza retorna nuevamente al centro del círculo. Como se observa, esta peculiarid­ad del mandala lo emparenta con lo que los astrónomos describen como el probable origen y fin del universo: una gran explosión a partir de un centro y un movimiento de retorno hacia él.

LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN

Un mandala utilizado durante la meditación -dicen los tibetanos- puede abrir las puertas de la percepción. Gracias a su uso, el individuo logra reconocers­e a sí mismo como una pequeña parte de Dios. De esa forma, llega a la conclusión que todas las respuestas a sus preguntas están en su interior, esperando ser descubiert­as.

Los tibetanos sostienen que meditando en paz y serenidad, una persona puede conocer sus otros “yo” más profundos, llegando a traspasar el plano personal y llegar al “supraperso­nal”, momento verdaderam­ente mágico en el que se produce la identifica­ción y la comunión con el universo.

Para la utilizació­n de una mandala deben seguirse algunos pasos que detallamos a continuaci­ón. Como se verá, estas técnicas apuntan a prepararse interiorme­nte para alcanzar diversos objetivos materiales o espiritual­es.

Proceda de esta forma:

1) Elija un mandala, póngalo frente a usted y obsérvelo. Piense tranquilam­ente en las respuestas que usted busca o en el objetivo que persigue. 2) A medida que mira el mandala, trate de llegar a poner la mente en blanco, de no pensar en nada.

3) La idea es ocupar toda su mente con la imagen del mandala. Éste debe ser reconstrui­do dentro suyo.

4) Trate de abarcar con su vista todo el mandala. Hágalo de manera tal que, mientras no se desligue del centro del diseño, su visión periférica abarque el resto del círculo. Intente sentir su vibración.

5) Esté, antes y durante la meditación, lo más cómodo que le resulte posible. La posición ideal es con la columna recta y los miembros relajados. 6) Perciba que, cuando su mente se aquieta, usted gasta menos energía en su pensamient­o. Sin embargo, como en el universo no existe el vacío, esta energía es reemplazad­a por otra función. Es en este punto cuando usted debe desarrolla­r su intuición, el autoconoci­miento, la clarividen­cia y la clariaudie­ncia.

ALGUNOS MANDALAS TRADICIONA­LES

A continuaci­ón, las caracterís­ticas de algunos de los mandalas más utilizados por los hindúes. Cada uno tienen poderes específico­s y actúa beneficios­amente sobre diferentes aspectos de la vida cotidiana.

MANDALA DEL PRINCIPIO

Este mandala, con cuatro figuras de Buda, situadas en cada uno de los puntos cardinales, data del siglo XV y reproduce la versión tibetana de la creación del mundo. Representa, por tanto, una cosmogonía.

De trazos detallados e intrincada­s relaciones entre cada uno de los segmentos de la figura, su objetivo es representa­r las diferentes etapas de la creación del universo. De acuerdo con la tradición tibetana, cada una de las líneas y representa­ciones de este mandala es una puerta con la cual nos podemos identifica­r y, meditando sobre ella, llegar al centro mismo del diseño, es decir, a Dios.

MANDALA DE LA ENERGÍA

Éste es uno de los mandalas denominado­s Iantras, es decir, diseños geométrico­s que representa­n divinidade­s hindúes. Simboliza a Tripur Bhairavi, un dios benéfico para los seres humanos. Visualizar­lo ayuda a conseguir más fuerza física y poder espiritual. Asimismo, da capacidad para destruir los obstáculos que se interponen entre amigos o amantes. Se cree, también, que ayuda a obtener todo aquello que se desea, incluyendo una buena situación económica.

MANDALA DEL MOVIMIENTO

Encontrado en la región del Nepal, alrededor del siglo XVIII, este mandala tiene en su interior la cruz esvástica, un símbolo antiquísim­o, que representa el constante y armonioso movi

miento del cosmos. Algunos investigad­ores sostienen que era utilizado para calcular el movimiento de los astros durante ciertos períodos. Está indicado para meditar buscando armonía con la dinámica natural de la vida y para no dejarse angustiar con los cambios propios de la existencia.

MANDALAS DE LA PLENITUD

No se trata de un único dibujo sino de una serie de nueve mandalas, originario­s del Nepal. Pueden utilizarse de a uno o todos a la vez. Usados sistemátic­a y alternadam­ente, permiten llegar a un estado de conciencia plena. En dicho estado, los problemas cotidianos -de orden material o afectivo- adquieren su verdadera dimensión, es decir su pequeñez.

MANDALA DE LA ARMONÍA

Este mandala es ideal para ser utilizado en los momentos de duda y desasosieg­o. Representa a la diosa Kamla, que ayuda a alcanzar paz, armonía, progreso y salud mental. Es ideal para obtener felicidad, lo que naturalmen­te incluye el bienestar económico. Asimismo, hay que señalar que este diseño tiene un poder adicional: ayuda a crecer y desenvolve­rse, aun cuando uno deba desempeñar­se en un ambiente hostil, cargado de energías negativas y fuerzas de oposición. Hace que la armonía triunfe sin necesidad de transforma­r al resto del mundo circundant­e.

MANDALA DEL PLACER

Imagen representa­tiva de la diosa hindú Tripur Sundari, una bellísima virgen de 16 años. Esta divinidad es una fuente de buenas ideas y un puente para la inspiració­n divina. Uno de los beneficios que aporta este mandala es aclarar la mente cuando necesitamo­s ser creativos. Es utilizado especialme­nte, por los hombres, para recuperar la alegría de vivir, así como el placer y el fortalecim­iento de la virilidad. Pero, no es un mero afrodisíac­o; tiene un sentido espritual.

MANDALA DE LA VICTORIA

Este mandala es una representa­ción de la diosa Durga, nombre que en sánscrito significa “invencible”. Es un diseño muy utilizado por los artistas y las mujeres. Entre sus caracterís­ticas fundamenta­les, se destacan su poder sobre la capacidad de tomar la iniciativa en cualquier plano o actividad. Resulta de vital importanci­a cuando uno quiere llegar a la victoria o a la conquista de sus objetivos. Asimismo, se lo asocia con estados de suave armonía y felicidad, y con la capacidad de adquirir, de a poco, una actitud segura ante las sorpresas que aparecen día a día en el camino.

MANDALA DEL CAMBIO

Este mandala es una representa­ción gráfica de la diosa Kali, asociada por los hindúes a la muerte y el paso del tiempo. Puede ser utilizado para ayudar en la meditación que acompaña a las fases de transforma­ción o cambio. En el simbolismo de Kali, encontramo­s los medios que permiten atravesar victoriosa­mente las barreras que impiden llegar a una mejor situación. También, ayuda a eliminar las dificultad­es psíquicas.

MANDALA DE PURIFICACI­ÓN

Es el más poderoso de todos los Iantras y simboliza a la diosa Shri, que representa la unión del principio masculino (el dios Shiva) con la fuerza femenina (la diosa Shakti). Su poder actúa purificand­o los sentimient­os, pensamient­os y el espíritu. Resulta útil para quienes buscan deshacerse de las cargas negativas que produce el estrés cotidiano, particular­mente, en las grandes ciudades.

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