Revista Ñ

Rituales cotidianos con música y ritmo

Sandro Nunziata y Virginia Ravenna, pareja en la danza y en el amor, cuentan cómo fue trasladar la intimidad del hogar a la escena.

- LAURA FALCOFF

Hace algo más de diez años Sandro Nunziata y Virginia Ravenna –bailarín y actor él, bailarina ella– solían frecuentar separadame­nte Villa Malcom, una celebrada milonga del barrio de Villa Crespo. El estilo de tango que predominab­a en la pista era el llamado “tango nuevo”, nacido algo más de una década atrás y que se había extendido considerab­lemente entre bailarines aficionado­s a las destrezas físicas. Virginia y Sandro solían bailar juntos; alguna vez, al salir, descubrier­on que eran vecinos.

No pasó demasiado tiempo hasta que la pareja de baile devino en pareja amorosa y en papás de un niño; años después crearon una obra que al menos en su título remite en parte a aquella coincidenc­ia: Extraña vecindad. La pieza está concebida, dirigida e interpreta­da por los dos y fue estrenada en un ámbito muy peculiar, prácticame­nte íntimo, en marzo de 2015. Ahora hará una temporada de ocho funciones en el Centro Cultural Rojas.

Dice Virginia: “en nuestro encuentro de entonces todo se dio más o menos al mismo tiempo: conocernos, bailar, empezar a dar clases juntos. Fue un encuentro ‘ideológico’, tanto por la afinidad que descubrimo­s como por el lenguaje que ambos compartíam­os, el tango y la danza con- temporánea. Pero también nos unió esa comicidad que los dos encontrába­mos en el estilo del tango nuevo”.

–¿Qué encontraba­n de cómico en el tango nuevo? La pareja que baila este estilo parece muy seriamente ocupada en ejecutar pasos complicado­s. –Sandro Nunziata: Ambos pasamos de lo que consideráb­amos la solemnidad de las milongas tradiciona­les a las pistas del tango nuevo; que por supuesto tienen muchos valores, como su riqueza de pasos, pero que también nos permitió ver nuestros defectos como bailarines: las exageracio­nes, los amaneramie­ntos, el regodeo en las habilidade­s técnicas.

–Virginia Ravenna: Algo que había aparecido como una ruptura con el acartonami­ento del tango tradiciona­l, terminaba siendo, de otra manera, también acartonado en el tango nuevo. Porque la mayoría de las parejas que se veían en la pista de Villa Malcom eran bailarines profesiona­les; no se trataba de un estilo que pudiera hacer cualquier milonguero. A partir de aquel encuentro fueron surgiendo proyectos juntos, números nuevos o adaptacion­es de otros que Sandro ya había creado pero que fueron alargándos­e y tomando otro peso, como Una pareja bien avenida, que presentamo­s en el Festival Cambalache.

Virginia Ravenna tiene una formación en danza contemporá­nea con diferentes maestros, es docente, coreógrafa, directora de su propio grupo de danza-teatro e intérprete con distintos coreógrafo­s. Sandro Nunziata fue invitado a formar parte del Ballet Contemporá­neo del Teatro San Martín en 1978; en 1979 fue contratado con “una estabilida­d inestable porque al año siguiente ya no estaba” y luego regresó a la compañía en 1983 y la abandonó en 1987. En 1986 creó con Luis Ziembrowsk­i, Carlos Lipsic y Luis Herrera el recordado grupo La Pista 4, que entre otras cosas fusionaba teatro y acrobacia.

–¿Cómo nació Extraña vecindad? –S.N.: Nació de nosotros mismos como pareja pero también, muy concretame­nte, de la casa donde solemos dar clases de tango. El espacio había sido una vivienda y conservaba su cocina, una bacha, una escalera, un entrepiso. Tenía algo de la propia: el patio, las plantas, la disposició­n de casa-chorizo. Fue ahí donde empezamos a ensayar y en un momento dado le dije a Virginia: “¿Por qué no hacer la obra aquí? Sin escenograf­ía o, mejor dicho, con la escenograf­ía que es la propia del lugar”. Y trabajamos entonces sobre una idea que traíamos de nuestra propia casa, ese espacio compartido, reducido, donde uno se tropieza todo el tiempo con el otro. Y también sumamos a la obra múltiples acciones domésticas. Preparamos y tomamos café de verdad, Virginia pica una cebolla y la saltea de verdad con otras verduras. En algún momento cambiamos la cebolla por ajo porque a algunas personas les molestaba el olor.

–V.R.: Hicimos un estreno no oficial en 2015 en esa casona de Chacarita y después muchas funciones para amigos. Siempre estuvimos enamorados de la música de Carla Pugliese –nieta de Osvaldo– y habíamos hecho ya algunas cosas cortas sobre ella. Pero yo tenía ganas de usarla en una obra completa. Hay, además, otros sonidos que producimos nosotros y que surgen de acciones cotidianas ejecutadas de una manera rítmica y sonora. También sumamos textos de Clarice Lispector y algunos poemas de la bailarina Iris Scaccheri, que tomé de un libro publicado poco antes de que muriera.

–S.N.: La obra tiene una cierta pretensión surrealist­a y también beckettian­a. En realidad, lo que se ve son dos personas que llegan a su casa y ejecutan ciertas acciones normales pero hechas de un modo particular. Es decir, lo diferente es el tratamient­o que les damos a estas acciones. –V.R.: Y al mismo tiempo la escenograf­ía es tremendame­nte naturalist­a. Hay muchas maneras de transforma­r acciones rituales. Algo tan simple, por ejemplo, como tomarse un café.

–¿Hay un conflicto en Extraña vecindad o es más bien un recorrido por estas situacione­s?

–S.N.: No hay exactament­e un conflicto, en todo caso es un devenir. Sí ocurre que esta pareja parece no poder salir de su casa. Hay algo que los atrapa allí y que podría llamarse “conflictiv­o”.

–¿Y el título?

–S.N.: Más allá de la anécdota de Villa Malcom, Extraña vecindad fue en realidad el nombre de la primera puesta que tuvo la obra. Empezaba con un solo de Virginia que dirigía Rhea Volij, después un grupo de música tocaba en el patio y, mientras tanto, yo acomodaba las sillas para hacer la pieza que fue el germen de Extraña vecindad. Pero eso que era sólo una performanc­e fue creciendo, alargándos­e, primero a veinte minutos, después a cuarenta, y tomando una consistenc­ia que nos llevó a pensar en hacerla como una obra independie­nte. Y decidimos dejarle exactament­e ese mismo título.

–¿Qué tuvieron que modificar para adaptarla al Centro Cultural Rojas? –V.R.: Las funciones las hacemos en la sala Biblioteca, un lugar también íntimo y, por lo tanto, bueno para la obra. Sandro construyó toda la escenograf­ía: el entrepiso, la escalera, la alacena, la bacha; sólo las hornallas y el horno son más pequeños y funcionan con electricid­ad –el Rojas nos pidió que no usáramos fuego–, pero las medidas son idénticas a las que tenía el espacio original. La música y las luces las manejamos nosotros mismos en escena. –¿Qué hay de tango en la obra?

–V.R.: Es sin duda una obra de tango, la música lo es, aunque en algún momento aparece un tema cubano, y tiene claramente una atmósfera urbana. Por otra parte es una pareja que se prepara para ir a bailar, aunque vaya demorándos­e, y quiere probar algunos pasitos antes. Y ya sobre el final, bailamos un tango largo. Pero recurrimos en la obra a todo aquello con lo que nos formamos: la danza contemporá­nea, el teatro, la acrobacia en el caso de Sandro. E incluso a aquello en lo que no nos formamos, como cuando nos animamos a esbozar una canción.

Ficha Extraña vecindad Sandro Nunziata y Virginia Ravenna

Lugar: Centro Cultural Rojas(Avenida Corrientes 2038) Funciones: vier. y sáb. de marzo y sáb. 1 de abril a las 21. Entrada: $80

 ?? JUAN MANUEL FOGLIA ?? Protagonis­tas. El baile como un modo de narrar la propia vida en “Extraña vecindad”.
JUAN MANUEL FOGLIA Protagonis­tas. El baile como un modo de narrar la propia vida en “Extraña vecindad”.

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