Una exposición propia con fotografías ajenas
Parecen copias vintage de los años 30. Son tomas anónimas, convertidas en ensayo visual sobre la historia fotográfica argentina.
El título de la muestra es Francisco Medail – Fotografías 1930-1943. La estética de las imágenes corresponden a la información cronológica y, por lo tanto, lo primero que puede pensar un espectador desprevenido es que el nombre propio es el de un fotógrafo de la época. Pero la situación se problematiza al saber que nació en 1991 y que las imágenes tienen como fecha el presente año. Entonces, el visitante se puede preguntar: ¿hay trampa?, ¿existe Medail o es una ficción?, ¿quién tomó las fotografías?, ¿son fotomontajes?, ¿se trata de un autor aprócrifo?
Medail es un joven artista argentino, quien durante tres años buceó en imágenes del Archivo General de la Nación, compró fotos en mercados de pulgas y lotes en venta por Internet de autores anónimos. Decidió circunscribir su búsqueda a las imágenes porteñas de la época conocida como la “Década Infame”, con el inicio del golpe de Estado que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen y marcada por la corrupción y el fraude electoral. Entre esas, el artista seleccionó más de cincuenta fotos, las restauró digitalmente, las volvió a imprimir en un formato clásico de 20 x 30 cm en papel fibra, buscando calidad visual, y las expuso en la galería Rolf.
¿Qué se propone al exhibir estas imágenes anónimas? En el esclarecedor texto curatorial que acompaña el trabajo, la historiadora del arte e investigadora Verónica Tell escribe: “Francisco Medail Fotografías 1930-1943 es una hipótesis –o una provocación– historiográfica. El ensayo visual de Medail juega con la posibilidad de reescribir una página de la historia de la fotografía argentina. Mientras la historiografía artística local enarboló, de la década de 1930, las propuestas modernas de Coppola, Stern, Saderman, Heinrich, y las más conservadoras deudoras de la estética del fotoclubismo, desatendió fotografías públicas y privadas que corrían por otros canales, con usos y funciones ajenos al campo del arte”.
Al artista le interesa cuestionar la tradición y los problemas intrínsecos de la
fotografía como disciplina y su historia. El conjunto exhibido recuerda el trabajo del reconocido fotógrafo Robert Frank, que en la década del cincuenta del siglo pasado capturó la otra cara del optimismo de la sociedad estadounidense, dando lugar a una mirada que se constituyó en una corriente estética. Así, Medail encontró en estas imágenes anónimas y subterráneas una visualidad que sería dominante veinte años después.
“Esto lleva a preguntarse cómo se construye la historia, qué lugares de poder legitiman y permite pensar la fotografía local. A lo mejor esto fue una posibilidad que estuvo y no cristalizó. Pero las imágenes están”, comenta Medail mientras recorre la muestra con Ñ. En su propuesta se combinan, así, varios asuntos caracteducción
rísticos del arte contemporáneo como la recontextualización, el anacronismo, la reproducción y la copia, la autoría, la reflexión sobre el sistema de la obra de arte y los procesos técnicos.
Su trabajo puede situarse entre el postconceptualismo y el apropiacionismo como herramienta. Uno de los casos pioneros y frecuentemente citado es el de la artista estadounidense Sherrie Levine, quien a fines de los años setenta fotografió reproducciones en libros de imágenes de fotógrafos hombres reconocidos de los años 30 y 40 y las expuso sin ninguna modificación. Cuestionaba, así, la idea de originalidad y la autoridad masculina en el arte.
En su ensayo Sobre el arte contemporáneo. César Aira sostiene que “(…) la repro- se vuelve obra, y la obra reproducción, cuando ambas comprenden que lo que importa es la historia, el guión de la fábula, que mueve a ambas”. Las imágenes seleccionadas por Medail tejen un relato sobre un tiempo en el cual se entremezclan la modernidad –rieles de trenes, ensanchamiento de la Avenida 9 de Julio– con las vicisitudes políticas del fallecimiento de Yrigoyen, el gobierno de Agustín P. Justo, actos en la vía pública del Partido Socialista. Y otras de motivos más intrigantes como esa multitud de espaldas que lleva en lo alto un cuadro desconocido o la del hombre subiendo a un tranvía repleto con una cinta negra de luto en su brazo y mirando a la cámara. Además, su selección incluye fotografías deficientes técnicamente y encuadres que descubren una mirada amateur para cuestionar la idea de la imagen correcta, como en el caso de una mujer mayor sentada en un exterior con el rostro movido por la toma, lo cual, sin embargo, le otorga misterio a su apariencia.
La decisión curatorial logró el difícil equilibrio entre las imágenes más banales y las de connotación política para obtener una atmósfera de época y que el contenido no se impusiera sobre la estética. Y, a su vez, consigue que las primeras se vuelvan a nuestra mirada y reflexión tan trascendentales como las segundas. La información de cada imagen se encuentra en una hoja de sala que el público puede tomar y consultar mientras recorre la muestra. Pero tal vez hubiera sido deseable que
la referencia de cada foto se ubicara al lado de esta.
En la actualidad, varios son los artistas que recurren a archivos del pasado o del presente. Lo particular de Medail es que si bien estudió y se especializa en fotografía, desde el inicio de su carrera se sirve de imágenes tomadas por otros. “Me formé en fotografía y, sin embargo, siempre me peleo con ella, me genera preguntas, aunque no saco fotos, sino que trabajo con imágenes ya existentes”, precisa. En su trabajo Extimidad tomó fotografías de sitios de Internet para indagar sobre la intimidad y exhibición del cuerpo en la era digital; en Implosión se sirvió de fotos de Google de edificios derrumbándose estableciendo una relación entre la destrucción del referente y la de la materialidad de la imagen digital; mientras que en Parte, le devolvió el “aura” a imágenes publicadas por narcotraficantes en las redes sociales al copiarlas en gelatina de plata.
En su libro La utopía de la copia, la alemana Mercedes Bunz señala en relación con el apropiacionismo que “(…) reemplazó la intención creadora del artista por la repetición, una repetición que, por otra parte, nunca fue inocente”. Es esta falta de inocencia la que constituye la diferencia. Al trabajar con imágenes ajenas al campo del arte y tomadas por otros, Medail persigue una reflexión. En la presente muestra, pulcras copias digitales de imágenes anónimas de más de siete décadas atrás irrumpen en el espacio de una galería. Antes de irnos, volvemos a mirar la primera foto que nos recibe al ingresar en la sala: un segmento de pared y vidrio del frente de un edificio de los años 30 con marcas de cinco disparos. Nos vamos con varias preguntas de esas que logra la mirada artística atenta.