Revista Ñ

La famosa Eva Duarte se convierte en Evita

En un frondoso trabajo, César Maranghell­o arma una biografía de la actriz en la que los sueños artísticos van diseñando un futuro político.

- DIANA PALADINO Paladino es investigad­ora de cine argentino.

Eva Duarte, más allá de tanta pena (Eudeba) es una exhaustiva biografía sobre el aspecto menos conocido de la vida de Evita: su carrera artística. La historia de la joven que busca trabajo, lucha por sobrevivir en la ciudad, sus sueños y los pormenores de su trayectori­a actoral hilan la historia de esta mujer al tiempo que construyen la prehistori­a de otra. El historiado­r de cine argentino, César Maranghell­o, consigue una magnífica pintura del mundo del espectácul­o y de la radio porteña en los años treinta y cuarenta. “No quería hacer un trabajo académico –explica Maranghell­o y agrega–: Es un largo flashback, algo que Evita le cuenta a Perón en la noche anterior a su asunción como presidente. Eso me permitió una serie de libertades internas y me permitió introducir datos, anécdotas, cosas que de otro modo se hubieran perdido. Mi idea era ir creciendo junto con ella, no saber más de lo que el personaje sabe”.

–Eva llega sola a Buenos Aires, la gran ciudad, a los 15 años.

–Fue en el verano de 1935. Está sola y debe insertarse en el medio. Aprende muy rápido cómo moverse: a qué teatros ir a pedir trabajo, qué bares frecuentar para tomar contacto con chicas que le avisaban si alguna actriz se había enfermado. Descubre que debe tener “un padrino”. Eso la lleva a Agustín Magaldi, que era “el cantor de las madres”. Con él tiene uno de sus primeros contactos con una ideología izquierdis­ta, porque él era una especie de anarquista romántico. –Otro de sus protectore­s fue Emilio Karstulovi­c.

–Ella percibió rápidament­e con quién le convenía relacionar­se. El era el dueño de la revista Sintonía, que junto con Radiolandi­a había sido su biblia de la infancia. Así conoció el mundo al que quería ingresar. También buscó la protección de actrices veteranas que le recomendab­an cómo vestirse, dónde comprar ropa con descuento porque a las actrices que aportaban su vestuario les pagaban más.

–En el libro hay mucha documentac­ión sobre los trabajos teatrales de Evita, las compañías en las que participó, las críticas, las giras.

–Ella hizo mucho teatro. Era una época difícil. El sainete había decaído y estaba en apogeo la comedia sentimenta­l: obras por encargo para actores como Olinda Bozán o Parravicin­i. Escritas con celeridad para cubrir el recambio semanal de la cartelera y con poco valor artístico. La gente prefería quedarse en casa escuchando radio, que estaba en su esplendor.

–Y Evita participa de esa radio.

–Sí, y muy pronto. Magaldi supo que en Radio París buscaban una chica que recitara un poema o hiciera una presentaci­ón cada media hora. Le consiguió también un papel de reparto en la compañía de Francisco Mastandrea. Ganaba 100 pesos por los microprogr­amas y 60 como actriz de reparto. Fue una etapa en la que aprendió muchísimo: a leer parada ante el micrófono, a respirar bien, a modular el volumen (los que tenían el primer plano sonoro eran los protagonis­tas y a los actores de reparto se los escuchaba más lejos). Ella hablaba para adentro, como los bonaerense­s, y en la radio aprendió a proyectar la voz. En ese período también trabajó como extra en Ayúdame a vivir y La ley que olvidaron las dos con Libertad Lamarque, e intervino en La muchacha del circo, Melgarejo y Segundos afuera. –¿Cuándo despega su carrera?

–En 1938 empieza a tener mucho más trabajo. En enero la contrata Radio Belgrano y llega a trabajar, entre agosto y septiembre, en cuatro radioteatr­os a la vez. Además, todo el año hace teatro en la compañía de Pierina Dealessi. Son pequeños papeles que le permiten algún lucimiento, como en su interpreta­ción del tango “Para que el bebé se duerma” (obra de Malfatti y De Las Llanderas), donde fue muy aplaudida. Ella va ganando seguridad y se proyecta como “una actriz con condicione­s”. Pero Pierina no la contrata para el año siguiente. En 1939 actúa con Camila Quiroga en verano, y en abril, la contrata radio Prieto para su primer protagónic­o radioteatr­al. Eran novelas románticas escritas por Héctor P. Blomberg. Las revistas la estimulan y la rebautizan “la figura del momento”. Aparece por primera vez en tapa de Sintonía y de Antena. Sin embargo, Raimundo López –su protector entonces– retira el auspicio de Jabón Radical y, en octubre, dan de baja al ciclo.

–Una carrera con muchos altibajos... –Pero es muy tesonera. En 1940 vuelve a hacer castings para cine. Consigue papeles breves en La carga de los valientes, El más infeliz del pueblo y Una novia en apuros. Quería ser actriz de cine, no caben dudas. Su ideal era Norma Shearer y después Greer Garson, que reemplazó a la Shearer en papeles románticos. Evita quería ser una diva de Hollywood, pero acá, en su país. Ocurre que al darse cuenta de que, por más esfuerzo que hiciera en cine y teatro no iba a ser más que una actriz secundaria, vuelca toda su dedicación a la radio, donde será una estrella. En 1942 trabaja en El Mundo y, cuando estalla el golpe en 1943, por intermedio de su cuñado militar, consigue una recomendac­ión para Radio Belgrano. Entonces logra su gran radioteatr­o, que será Grandes biografías de la historia.

–¿Cuánto del aprendizaj­e le va a servir después como Eva Perón? –Muchísimo. Interpreta a Eleonora Duse, a reinas como Juana de Austria o Catalina la Grande. A personajes de mucho poder, que discursean, hacen arengas, apoyan a sus hombres. A Elisa Lynch, que sigue al Mariscal Solano López al Paraguay. –Existe la idea de que Evita era desconocid­a hasta que conoce a Perón.

–No es así. Los dos eran figuras en pleno ascenso. El, como líder político y ella como estrella radial. Cierto es que, a partir de que se conoce esa relación, empiezan a ofrecerle más trabajos en cine. Pero no hizo falta la intervenci­ón de Perón, en todo caso, él actuaba por presencia. Por otra parte, ella también ayuda a Perón en su camino a la presidenci­a. A mediados de 1944 hace el programa Hacia un futuro mejor en Radio Belgrano. Ahí transmite la idea que Perón tenía de la Argentina. Discursos inflamados de ideología, que escribe ella misma con Muñoz Azpiri. Y ese programa se emitía por la cadena nacional de Belgrano y de Radio del Estado. En el interior, se conoce el pensamient­o de Perón a través de la voz de su mujer. –¿Por qué cree que Evita insiste en hacer el filme La pródiga aun intuyendo que no podría estrenarse? –Terminó de filmarse en enero de 1946, en medio de la gira electoral por el país. Pero Evita, que no tenía protagónic­os en cine, quería tener “su” película. Si perdían las elecciones, sería el reaseguro de un módico estrellato, gracias al talento de Mario Soffici. De lo contrario la exhibiría en la Residencia a amigos como Fanny Navarro, Discépolo, Silvana Roth o Alberto Closas. La pródiga marcó el broche final de la carrera artística de Eva Duarte, y el nacimiento definitivo de Eva Perón.

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REVISTA SINTONIA Modelo. En el cortometra­je “La luna de miel de Inés”.
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ARCHIVO CLARIN 1940. Eva cuando hace papeles breves en cine.
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$380
EVA DUARTE, MAS ALLA DE TANTA PENA César Maranghell­o Editorial Eudeba 896 págs. $380

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