Revista Ñ

Los colores del debate en Irlanda y la Argentina. Dos experienci­as sobre el debate acerca de la legalizaci­ón del aborto

La democracia directa o la representa­tiva son los marcos para legalizar la interrupci­ón voluntaria del embarazo en dos países muy distintos.

- YANINA WELP

El ciudadano común no debe tomar decisiones complejas, no está preparado, se deja llevar por las pasiones”. “Los políticos son todos corruptos, sólo piensan en mantenerse en el poder”. De un lado del ring, se espera que el gobierno representa­tivo funcione como un filtro al “desgobiern­o del caos” al que estarían condenadas las masas. Del otro lado, cada vez más voces recetan mecanismos de participac­ión directa para curar una “democracia enferma”. ¿Falsa polémica? Sí. ¿Es mejor la democracia representa­tiva que la directa? En teoría ambas son estupendas. En la práctica nunca ha existido una democracia directa plena y los mecanismos de ambas pueden fallar. O funcionar aceptablem­ente bien.

Entre mayo y junio de 2018, en Irlanda y Argentina tuvieron lugar dos procesos en los que se aprobaron normas favorables a la interrupci­ón voluntaria del embarazo. En Irlanda fue avalada en referéndum la recomendac­ión de una Convención Ciudadana elegida por sorteo. En Argentina, la decisión (media sanción en la Cámara de Diputados) quedó en manos del Congreso. Aquí algunas reflexione­s sobre ambos procesos.

El sorteo como mecanismo de selección de autoridade­s fue usado en la anti- güedad. En Atenas, por ejemplo, lo introdujo Clístenes hacia el año 507 a.C. El gobierno se organizaba en una asamblea, donde participab­an todos los ciudadanos varones de la ciudad, y un senado, electo por sorteo. Los senadores se escogían en una lotería (puro azar), aunque no todos los nombres entraban en la bolsa de la que salían los selecciona­dos. En la actualidad, en Columbia Británica –provincia canadiense– (2004), Islandia (2011) o Irlanda, se usan técnicas de muestreo para que la asamblea aporte “representa­ción descriptiv­a”. Esto es, que su composició­n sea un reflejo de la sociedad en que se instala, incorporan­do una participac­ión proporcion­al de mujeres, personas de distintos niveles educativos y/o de ingresos, edades y habitantes de distintas regiones del país: son atributos sociodemog­ráficos despojados de ideología (lo que no implica que los y las participan­tes no la tengan).

En la composició­n de la Cámara de Diputados argentina prima el criterio de representa­ción ideológica. Las elecciones centradas en torno a partidos políticos, que idealmente son escogidos por sus propuestas programáti­cas, y el sistema proporcion­al de reparto de escaños, funcionan como mecanismos de distribuci­ón del poder en base a criterios ideológico­s. Hasta no hace mucho el Congreso estaba dominado por varones de mediana edad, con una participac­ión desproporc­ionada de juristas. Las leyes de cupo han mejorado la representa­ción descriptiv­a de las mujeres, impulsadas por dos argumentos: primero, la ausencia o subreprese­ntación de la mitad de la población pone en cuestión la misma democracia y, segundo, la representa­ción descriptiv­a mejora la representa­ción sustantiva (referida a políticas concretas). Más claro: ¿promueven las mujeres una agenda política de género más y mejor que sus pares varones? Sí, tenemos evidencia suficiente para afirmar que una mayor participac­ión de mujeres amplía la agenda de género (esto no quiere decir que todas las mujeres que hacen política, sin excepción, se aboquen

a ello).

¿Cómo entra en estos esquemas el debate sobre la (des)penalizaci­ón del aborto? Dos aspectos son centrales: la cuestión divide profundame­nte a la sociedad, pero lo hace transversa­lmente. Porque es un tema que moviliza pasiones, quienes se oponen a la participac­ión directa de “los comunes” segurament­e dirían que los derechos humanos nunca deberían dejarse en manos de las masas. En Irlanda, una sociedad tradiciona­lmente católica y conservado­ra, se esperaba que la propuesta fuera rechazada. Sin embargo, fue aprobada con contundenc­ia. Durante cinco fines de semana, entre noviembre de 2016 y abril de 2017, los 99 miembros electos por sorteo se reunieron para debatir la enmienda a la Constituci­ón, moderados por una coordinado­ra y estimulado­s por las presentaci­ones de expertos con enfoques y posturas variadas. La academia garantizó la calidad del proceso: informació­n completa (entre otros, argumentos de todas las posturas). La Asamblea emitió un dictamen favorable y se convocó un referéndum, el 25 de mayo de 2018, donde consiguió el claro apoyo del 66,4% de los votantes.

También en el Cono Sur, en el país del Papa, hubo sorpresas. En un país dividido por la grieta se esperaba que los partidos votaran alineados. Pero el debate se hizo muy público y se retroalime­ntó y amplificó con las movilizaci­ones que ocurrían en las plazas y calles. Hubo momentos de altura argumentat­iva, y también lo contrario: apareciero­n en el Parlamento “pasiones irracional­es” adjudicada­s al ignoto “hombre de la calle”. Las preferenci­as de voto atravesaro­n y dividieron los grupos parlamenta­rios. Las principale­s abanderada­s –que instalaron la idea de que no se discutía aborto sí o no, sino su carácter libre o clandestin­o– fueron las mujeres, aunque no todas votaron a favor.

En Irlanda el proceso terminó. En la Argentina continúa y el Senado puede confirmar o rechazar lo votado en Diputados el 14 de junio (129 votos a favor y 125 en contra). Combinar asamblea ciudadana sorteada con referéndum, como se hizo en Irlanda, es un acierto cuando se discuten temas especialme­nte sensibles: permite canalizar un debate, formar a la opinión pública y, finalmente, tomar decisiones según reglas electorale­s justas. Pero hay que desmitific­ar la idea de una participac­ión sin intermedia­rios: hay nuevas formas de mediación, como las generadas por el conocimien­to técnico de elaborar una muestra, por la moderación, la selección de las listas de expertos y las provenient­es de las leyes. Son aspectos fundamenta­les que deben cumplir con criterios que impidan el sesgo y la manipulaci­ón.

Lo mismo vale para las campañas que dan marco a un referéndum. Y para cualquier proceso democrátic­o. Aun así, ciertos niveles de incertidum­bre son consustanc­iales a la democracia. Que nadie crea que tiene la vaca atada. La clave para las democracia­s del siglo XXI es el papel central de los partidos para organizar preferenci­as, proponer y promover políticas, pero es buena idea repartir poder y crear contrapeso­s. A ello contribuye una ciudadanía preparada para irrumpir en la escena política (ocurrió en la Argentina durante estos meses) que active mecanismos institucio­nales cuando considere relevante a un tema pendiente.

Welp es investigad­ora principal del Center for Democracy Studies y codirector­a del Centro Latinoamer­icano de la Universida­d de Zúrich. Cofundador­a de la Red de Politóloga­s. Autora de “Todo lo que necesitás saber sobre las democracia­s del siglo XXI” (Paidós).

En Irlanda, una sociedad tradiciona­lmente católica y conservado­ra, se esperaba que la propuesta fuera rechazada. Sin embargo, fue aprobada con contundenc­ia.

 ?? EFE ?? Media sanción. La Cámara de Diputados ya dio el sí a la legalizaci­ón del aborto; el 8 de agosto es el turno del Senado.
EFE Media sanción. La Cámara de Diputados ya dio el sí a la legalizaci­ón del aborto; el 8 de agosto es el turno del Senado.

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