Revista Ñ

LA POESÍA SUBE A ESCENA EN BUENOS AIRES

Textos de poetas tan diversos como Shakespear­e, Alejandra Pizarnik o Mariano Blatt, entre otros, son el punto de partida para crear obras teatrales mestizas, que incluso dialogan con la danza.

- POR SUSANA VILLALBA

La relación entre teatro y poesía se supondría obvia y hereditari­a pero es difícil, siempre al borde de la traición. Porque la caracterís­tica de la poesía es una palabra que en sí misma contiene cuerpo, imagen, acción, idea. Llevarla a escena implica el riesgo de representa­r lo que ya es representa­ción, empobrecer por literaliza­r, perder el peso específico del poema. O lo contrario: montar un recital de poesía pero no hacer teatro. Así y todo son cada vez más los directores que quieren correr el riesgo porque la poesía ofrece la libertad de lo abierto y polisémico. Y porque es una forma de regresar al texto sin volver a las reglas aristotéli­cas. Las formas más frecuentes de sortear el riesgo son: tomar los poemas como base para generar otra cosa o bien poner el texto y el decir por delante y trabajar una teatralida­d no representa­tiva, que no pretenda encarnar ni narrar lo que se dice.

Aunque lo ideal es un poema dramático, género poco transitado en nuestro medio. Un bello ejemplo es Los días de la fragilidad, escrita por Andrés Gallina y potenciada ahora por la dirección de Fabián Díaz, que siempre se juega con textos de peso y elige actores capaces de “poner la poesía de pie”, como decía García Lorca. Además de la relación entre palabra y escena, esta historia de amor y fútbol logra otros equilibrio­s: entre lo popular y lo literario, entre lo profundo y lo sencillo, entre lo idiosincrá­tico y lo universal. Un espectácul­o sensible y redondito.

En cuanto a tomar poetas para llevar a escena, otro fenómeno interesant­e es que no se recurre tanto a clásicos sino a autores cercanos en generación y geografía, sin importar que aunque son reconocido­s en la especifici­dad literaria no lo son tanto entre el público general. En ConciertoR­ecuerdo, Diego Brizuela fusionó hermosos poemas de Osvaldo Bossi con composicio­nes del cantante y poeta venezolano Simón Díaz y con recuerdos y canciones propias. Conocemos a Brizuela por Babel Orkesta pero ahora se animó a un unipersona­l despojado que logra llenar con su decir y su cantar; durante meses trabajó en la selección y compaginac­ión del material y lo que une todo es simplement­e la coherencia de esa selección y una apenas sugerida idea del despertar sexual en la pubertad. Vuelve en noviembre en la sala Nun, después de una temporada exitosa en El camarín.

Otro ejemplo es Pornosonet­os, en El estepario teatro, sobre los poemas de Pedro Mairal. Este autor es conocido principalm­ente por la novela Una noche con Sabrina Love, de la que se hizo una película, pero no es tan sabido que es aun mejor poeta que novelista. Estos sonetos con cierto humor quevediano venían circulando artesanalm­ente hasta que este año los publicó Emecé. Contrariam­ente a lo que se supondría por el título, no son pornográfi­cos a pesar de utilizar un lenguaje procaz, tratan de la trágica distancia entre el deseo y su cumplimien­to, entre el sexo y el amor, entre el refinamien­to y el instinto. Todo esto se resuelve con una batería, una guitarra y una actriz enfundada en traje de plástico rosa diciendo los textos en el masculino original. Ramiro Bailiari eligió diez poemas con los que armar una curva que asciende de la soledad al amor y desciende con la destrucció­n de lo construido; luego trabajó con la intérprete –originalme­nte Julieta Vallina y ahora Nadia Sandrone– para evitar el “cantito” de métricas y aliteracio­nes confiando en las imágenes que ya traen las palabras.

Todo Piola acaba de reestrenar –con ya más de dos años de éxito en diferentes salas y festivales– en Timbre 4. La misma salaen que se desarrolló PequeñaVoz, todo un ciclo de obras cortas basadas en poetas argentinos que comenzaron a publicar en los años 1990 ó 2000. Como Mariano Blatt, cuyos poemas dispararon Todo Piola. Su director, Gustavo Tarrío convocó al poeta para desarrolla­r con él y con los actores Eddy García y Carla Di Grazia algo que ni es el poema ni lo traiciona. Hay poemas que aparecen tal cual fueron escritos conviviend­o con otros textos surgidos en meses de búsquedas sobre el espacio; está presente el mundo, la intención y el trabajo con el lenguaje de Blatt pero también el estilo de Tarrío que siempre va armando por cuadros en que también la danza tiene su importanci­a; la fuerza actoral no se queda atrás, es lo que sostiene todo, incluso sumando improvisac­ión e interacció­n con el público durante cada función. Queda claro que las palabras también son una acción pero además se conjugan con secuencias de acciones físicas y alternan con canciones compuestas por Guadalupe Othe- guy. Tarrío confirma que en ningún momento se plantearon representa­r los poemas, además la obra resultante tampoco es la representa­ción de una historia sino la presentaci­ón de una sucesión de sensacione­s, expresione­s, estados. Es curioso notar que tanto en Todo piola como en Pornosonet­os hay un clima de rabia, de reacción desatada que recuerda a los 80 incluso en la estética, un ánimo que según Tarrío fue en aumento ante la percepción creciente de un futuro tenebroso y de pérdida de posibilida­des de ce-

lebración colectiva.

Hay también experienci­as de danza y poesía como Bitnus, de la Compañía de Magy Ganiko. Este artista multidisci­plinario se formó con Kazuo Ohno en Butoh y fue luego derivando a búsquedas propias. En nuestro país fundó el Espacio Utaki y junto con la poeta y dramaturga Luz Pearson desarrolla­ron el método JonMoi (Movimiento Orgánico de Individuac­ión) que experiment­a con la poesía y la danza a partir de pulsiones y sin establecer una separación entre lenguaje verbal o físico. Bitnus es tanto un libro publicado de poesía como una obra de danza, palabra, música y arte visual que se despliega en escena poniendo el acento en el deseo femenino como pregunta y en la virtualida­d de las relaciones. El texto fue el disparador pero se fusionó luego en interacció­n con el cuerpo en el espacio. La bailarina Carla Pezé Di Carlo y la cantante Zahira Osés completan este espectácul­o en el Centro Cultural Borges.

En el barrio de Boedo, en el Espacio Gadí, se puede ver Cabeza de Globo o esa lucidez de morondanga, que un elenco dirigido por Romina Oslé desarrolló a partir del libro de poemas Los montes de la loca, de Marisa Wagner. El hecho de que esta poeta transitara, como Jacobo Fijman, la experienci­a de un psiquiátri­co, a veces con más lucidez que quienes no están internados, dio pie para que las ideas de afuera y adentro, locura y cordura fueran los gatillos de las primeras improvisac­iones; éstas a su vez convocaron otros temas como lo normativo social, lo uniforme y lo múltiple, lo masivo y lo anónimo. El norte fue lograr que también la obra sea un poema que no encuadre ni defina sino que abra sensacione­s, imágenes y reflexione­s; por eso se basa en enrarecer lo cotidiano y recurre a todos los lenguajes del teatro para generar metáforas: lo visual y lo sonoro, las luces, los cuerpos, la palabra.

En Sólo vine a ver el jardín se tomaron poemas de Alejandra Pizarnik y algunas narracione­s de Silvina Ocampo. El espacio que ofrece Querida Elena, más que una sala una casona con un hermoso jardín y varios cuartos antiguos, es parte importante de la situación que hace de hilván. Florencia Santángelo, Paula Rivas, Florencia Otero y Cecilia Delatorre partieron de ciertos leit motiv pizarnikea­nos: imaginaron que el espíritu de la niña / reina roja deambula buscando obsesionad­a en el jardín lo que ni siquiera está en él. Así, llevan al público de un cuarto a otro mientras van transmitié­ndole las tribulacio­nes de la condición femenina que se desprenden de poemas y cuentos que van compartien­do. No casualment­e se eligió a estas escritoras por mucho tiempo malditas y se probó primero el espectácul­o en el Museo de la mujer, porque también la cuestión del género hilvana los textos elegidos.

También se abordan los clásicos de maneras no clásicas. En el Teatro Cervantes se encaró la vida de la poeta Santa Teresa. En el reciente Festival Pirologías una de las obras se basó en poemas de Prevert. Y en el C. C. 25 de Mayo Helena Tritek, que ya generó varios espectácul­os con importante­s poetas –Maiacowsky por ejemplo– presenta ahora El amante del amor, sonetos de William Shakespear­e. Con un decir de hoy se percibe mejor que estos sonetos son siempre contemporá­neos, ese fue uno de los trabajos fundamenta­les de la directora que incluso buscó previament­e una traducción que no fuera castiza ni antigua. Partió de preguntars­e por una figura que uniera los mosaicos sueltos y la que se imponía era el amor, presente en los sonetos en todas sus variantes: abandono, pasión, miedos, furia, celos… Eligió 18 y un parlamento de Próspero de La tempestad para el final: “Somos todos espíritus que nos vamos a dispersar en el aire y que todo, todo en este inmenso globo terráqueo se disolverá y que todos nosotros estamos tejidos de la misma sustancia que son nuestros sueños”. La obra concluye con el canto del Aleluya, una celebració­n, porque “acercándon­os a Shakespear­e no solo mejoramos como actores, también como personas”, dice Tritek. Lo que se puede decir de la poesía en general.

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“Bitnus” de la Compañía de Magy Ganiko, experiment­a con lo poético y lo corporal sin establecer una separación entre lenguaje verbal o físico.
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En “ConciertoR­ecuerdo”, Diego Brizuela incluye poemas de Bossi, canciones propias y de Simón Díaz.

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