Cómo medir la dimensión de Masotta
Parque de la Memoria. Después de Barcelona y México, llega una muestra sobre una figura polémica y de gran influencia en el arte argentino.
La teoría como acción, eso que parece un oxímoron, es el nombre de la muestra sobre Oscar Masotta que acaba de inaugurarse en el Parque de la Memoria. Curada por Ana Longoni –impulsora de esta suerte de reivindicación tardía, y necesaria, que la figura de Masotta está experimentando en la Argentina y el mundo–, la muestra ya fue montada en Barcelona (reseñada en y México, y ahora llega aquí ampliada, para reunir, a partir de un sinfín de fragmentos, una idea –polémica e inacabada– de lo que fue este personaje, referente ineludible para los artistas de la vanguardia en los 60, introductor de Lacan y Barthes en los círculos intelectuales porteños, colaborador de la revista Contorno, como Juan José Sebreli y Carlos Correas, cultor de la historieta y lúcido analista de los medios de comunicación y su irrevocable capacidad de crear qué es lo real y qué no.
¿De qué se hace una muestra sobre un personaje semejante? Sus escritos sobre el pop se presentan acompañados por algunas de las obras que en ese momento mejor ejemplificaron el fenómeno en la Argentina, como las de Dalila Puzzovio y Marta Minujín. También pueden verse, por primera vez en más de 50 años, las tres “Biocosas” de Rubén Santantonín (otro artista sobre cuya obra reflexionó Masotta) reunidas y montadas como su creador las concibió, y los afiches con que Alberto Greco (espíritu afín por irreverente, cuestionador y mítico) intervenía las calles porteñas. A pocos metros una vitrina presenta las fotos con las que se armó “Participación total” –experimento mediático que Masotta ideó con Eduardo Costa, Raúl Escari y Roberto Jacoby inventando un happening que nunca sucedió– junto a los diarios y revistas que presentaron como noticia real el evento ficticio.
“El helicóptero” y “Para inducir el espíritu de la imagen” son dos de los happenings de Masotta que sí existieron y sus fotografías –único registro– se muestran en sala aparte, junto al filme que la artista Dora García realizó a partir de ellos. García no es la única convocada desde el presente para rescatar a esta figura del pasado: a lo largo del recorrido de la muestra, y en diálogo con este poliédrico personaje, podrán verse los esquemas conceptuales –suerte de mapa posible de su cabeza– que realizó Guillermina Mongan, las historietas que a partir de sus trabajos dibuja el colectivo Un Faulduo y retratos de cubiertas de algunos de sus libros, realizadas por el artista Gonzalo Elvira.
A 50 años de “Tucumán Arde”, todo el itinerario del 68 –que comienza en una radicalización de las acciones de artistas del círculo masottiano y termina en aquella acción colectiva y por etapas donde el arte se diluye en acción política– se encuentra detallado en una sala a partir de documentos y fotos inéditas. Y si bien es probable que Masotta no haya aprobado el curso de esos acontecimientos (para él la herramienta política de un intelectual o artista eran, justamente, la palabra y el arte) es imposible concebirlos sin esa conciencia crítica sobre los medios de comunicación que él mismo estimuló a forjar.
La muestra también contempla al Masotta lacaniano a partir de textos, y documentos de su actividad en la contracultura catalana en el exilio, una serie de dibujos que realizó en los 50, varias polémicas entabladas con figuras como Luis Felipe Noé o Allan Kaprow, y una galería de retratos aportados por amigos y detractores.
Con un vasto trabajo de archivo, La teoría como acción allana el camino para futuras investigaciones sobre una figura que no cesa en su despliegue, y cuyas ideas – absolutamente contemporáneas– recién estamos, a casi medio siglo, en condiciones de empezar a comprender.