La ficción y su fuerza emotiva

Sus directores se defienden recordando que se trata de una ficción. Pero a muchos la explicación no les alcanza. Y otra vez las aguas vuelven a estar divididas: para unos, si una obra de arte toma hechos de la realidad, éstos deben ser verdaderos; para otros, en la ficción está todo permitido. Las responsables de reflotar esta vieja polémica son dos películas nominadas al Oscar: Argo, que cuenta el escape de Irán de unos diplomáticos norteamericanos, en 1979, y La noche más oscura que relata la historia de una agente de la CIA y el operativo de captura y muerte de Osama bin Laden. Ambos hechos ocurrieron pero parece que las películas incluyeron cambios. Cuentan que Argo enfureció al entonces embajador británico en Teherán, quien jura que nunca “rechazó” a los diplomáticos que intentaban escaparse, y que lo dejó “muy apenado que los realizadores estuvieran tan mal informados”. En La noche más oscura se ven escenas de ahogamientos simulados de miembros de la CIA para obtener datos sobre el paradero de bin Laden. Los involucrados sostienen que eso no ocurrió y señalan que la película justifica la tortura “por una buena causa”. La directora, la premiada Kathryn Bigelow, dijo que la suya es “sólo una película” no un documental, y recordó los derechos que le otorga la primera enmienda “de crear obras de arte” y decir lo que le parece. Lo cierto es que buena parte del sano ejercicio de la polémica parece estar pasando por los terrenos del arte. Como escribió Tomás Eloy Martínez en el prólogo de Ficciones verdaderas, “la escritura de ficciones es una decisión absoluta de la libertad, pero aún así, no puede moverse fuera de ciertos límites. Para que una ficción tenga eficacia, debe ser creída y, por lo tanto, debe aludir a un mundo que otros comparten, en el que otros se reconocen o cuyas leyes pueden aceptar”. Rebelarse contra una película puede ser un error de enfoque. Pero demuestra que un filme impactante o una buena novela puede tener tanta fuerza emotiva como la realidad.