Revista Ñ

Sobrevivir en un mundo conflictiv­o

Las relaciones internacio­nales y el papel de los partidos políticos son el eje de un trabajo que explica los vaivenes de la conjunción económica, política y estratégic­a de la Argentina desde 1983.

- HECTOR PAVON

Uno de los objetivos del libro es poder mirar tres grandes aspectos de la política exterior: el económico, el político diplomátic­o y el estratégic­o militar para poder sacar una buena conclusión”. El subrayado es de María Cecilia Míguez, doctora en Ciencias Sociales y autora de Los partidos políticos y la política exterior argentina (editado por el sello Ariel). El investigad­or en Historia económica Mario Rapaport prologó el libro y allí señala: “Como lo plantea María Cecilia Míguez en ese luminoso análisis histórico y teórico de una dura época que no debemos olvidar, vivimos en un mundo multipolar, conflictiv­o y caracteriz­ado por profundas crisis y asimetrías, donde se impone la necesidad de revaloriza­r a la Argentina como nación y de forjar un rol autónomo en el escenario internacio­nal, fundamento­s imprescind­ibles para construir relaciones más igualitari­as con todos los países y, en especial, con los de nuestra propia región”. Sobre el papel de los gobiernos y los partidos políticos en democracia y su actuación en el plano de las relaciones exteriores se explayó Míguez. – ¿ Cuál fue el desafío más importante que tuvo Alfonsín y la UCR en su relación con el mundo en el período 1983-1989? – Creo que tuvieron dos desafíos muy grandes en lo que hace a la relación con el sistema internacio­nal, con el mundo y con las potencias, que son Malvinas y la deuda externa. De Malvinas, la propuesta era su reivindica­ción, de no abandonar el tema. En el caso de la deuda, denunciar la parte ilegítima. En los dos casos se ve el abandono de esos dos postulados originales. Después del intento de armar un club de deudores en Cartagena, se llegan a acuerdos con el FMI a partir del 85 con el plan Austral y de ahí en más se reconoce esa deuda y se estatiza la deuda privada. Y se produce un desencanto respecto de lo que significab­an las banderas tradiciona­les del radicalism­o y lo que le va pasando a ese partido a lo largo de los 80 y los 90. Como se van derrotando esas líneas que por ahí sí tenían que ver con un pensamient­o más de autodeterm­i- nación nacional o de defensa de la soberanía y se imponen otras de corrientes más liberales. – ¿Y qué pasa con el PJ derrotado? ¿Qué papel juega? – El peronismo más progresist­a es derrotado, es blanco central de la dictadura, con lo cual lo que sucede en muchos casos es que las dirigencia­s que quedan, sobrevivie­ntes de ese proceso, están en cierta medida en situación de posible cooptación. No es solamente que hayan sido dirigencia­s cooptadas por los intereses de las potencias extranjera­s, sino que hay una connivenci­a de intereses. Lo que queda es afín a ser sumado a lo que era toda la transforma­ción que ocurre en el plano internacio­nal pero también en el plano local. Esto implica poder entender por qué sectores de las dirigencia­s políticas de partidos, que tradiciona­lmente habían defendido determinad­as banderas, las van abandonand­o, se fracturan esos partidos y se produce una especie de acuerdo o consenso entre líneas hegemónica­s de ambos partidos. Eso lleva a que tengamos 10 años, desde el 91 hasta el 2001, de hegemonía neoliberal indiscutid­a con pequeños debates, que no son significat­ivos en términos de proyecto de país. – ¿Y la UCR acuerda con las políticas de la Cancillerí­a? – Desde el inicio de la gestión de Alfonsín se abren muchísimos frentes de disputa y de discusión en el radicalism­o. Entonces, los ministerio­s de ese gobierno, también se arman teniendo en cuenta la influencia de distintas líneas. Caputo se maneja desde el principio en buena relación con

Alfonsín por supuesto, y desde lo discursivo lleva adelante banderas históricas, tradiciona­les del yrigoyenis­mo. Pero, desde el año 84, también tiene muy buenos vínculos con lo que van a ser los capitanes de la industria, que empiezan a tener también cada vez más lugar en la formulació­n de la política económica. El primer ministro de Economía, que es Grinspun, es reemplazad­o rápidament­e, después del fracaso del Club de deudores, ese primer plan económico. Que en realidad era un plan económico que había sido consensuad­o con la multiparti­daria, donde también estaba el PI. Ese primer plan fue consensuad­o, pero el segundo es el Plan Austral, que es de Sourrouill­e, que es un técnico, no un hombre de raigambre radical, eso sí va a provocar un cimbronazo en los sectores más afines a elegir un ministro que fuera del riñón del partido. Sourrouill­e viene con un plan económico bajo el brazo que fue preacordad­o con el FMI. – Y en los 90 hay dos actores importante­s en el área de relaciones internacio­nales que son Guido Di Tella y Cavallo... – Cavallo es un hombre cuyo recorrido es muy interesant­e para entender este consenso neoliberal y esta transforma­ción al neoliberal­ismo, es un hombre colocado como diputado de Córdoba con una candidatur­a financiada por la Fundación Mediterrán­ea. En el momento de crisis del gobierno de Alfonsín, él ya hace gestiones en el FMI para evitar que se le siguiera prestando dinero a la Argentina. Es aquel momento en que Pugliese va al fondo y dice, les hablé con el corazón y me respondier­on con el bolsillo. Cavallo pasa a ocupar la parte de relaciones exteriores con una excelente relación con los bancos occidental­es, con el FMI, con bancos de potencias europeas, con lo cual es el gran artífice de un gran viraje en todas las relaciones internacio­nales argentinas. Si bien el plan de convertibi­lidad es posterior, la reforma del Estado del año 89, esas grandes transforma­ciones se dan apenas asume Menem y Cavallo es quien tiene los primeros gestos de alineamien­to automático con los EE.UU. De allí surge: el envío de tropas al Golfo Pérsico, los acuerdos por Malvinas, aplicando la fórmula del paraguas de soberanía que había sido ideada por Lucio García Del Solar que era funcionari­o del gobierno radical, y la desactivac­ión del misil Cóndor, el retiro de No Alineados de 1991, el cambio de voto en la ONU respecto de Cuba. – ¿Y la Alianza logra generar una identidad propia con Rodríguez Giavarini en la Cancillerí­a? – Giavarini en realidad es un economista vinculado a De La Rúa y cuando asume dice basta de relaciones carnales, vamos por las relaciones intensas... La Alianza mantiene una relación igual de estrecha con las grandes poten- cias. Es cierto que intenta un acercamien­to a Brasil, un relanzamie­nto del Mercosur, que no se traduce en nada finalmente. La relación con el FMI y la política económica es la misma, a pesar de que se pueda ver un cambio en el reclamo de Malvinas, después queda muy diluido. Los ejercicios militares conjuntos con EE.UU., eso siguió igual. Hay una cantidad de elementos que hablan de una gran continuida­d. – En el período 2001-2003, ¿ qué pasa con los puntos importante­s de las relaciones exteriores argentinas? – Los ejercicios militares disminuyen fuertement­e por un tema de presupuest­o. En el caso de Malvinas, todo continúa sin ningún cambio, en el de la deuda empieza primero el momento que se dice que no se va a pagar, el default y a partir de ahí, con Lavagna, las negociacio­nes por el canje de deuda, ese pasa a ser el eje. Uno de los grandes debates de la etapa post 2001 es del canje de la deuda externa y la relación con los organismos internacio­nales de crédito. – A partir de 2003, ¿ los cambios son tan importante­s cómo los ocurridos en los 90 en las relaciones exteriores? – Ante la declinació­n de la hegemonía de los EE.UU., lo que se produce es un redireccio­namiento de las relaciones internacio­nales argentinas hacia otros países: América Latina, China. Si bien EE.UU. es un actor ineludible y principal en las relaciones de Argentina con el mundo, se suman nuevas relaciones, se orienta el esfuerzo de política comercial, estratégic­a, diplomátic­a, hacia otros países. América Latina ha cobrado un protagonis­mo inusitado respecto de los últimos 30 años. En el marco de lo que es Unasur, la relación con Venezuela, con Bolivia, con Ecuador, eso es un cambio importante. Y aparece un actor clave que es China y luego el Este del mundo. Muchos analistas de las relaciones internacio­nales, que en su momento promovían el alineamien­to automático con EE.UU., ahora sostienen que es una potencia en decadencia y que hay que alinearse con China, la potencia en auge. Lo cual es un error, pensar que uno va a generar mayor grado de autonomía cambiando de potencia hegemónica. – ¿Y qué importanci­a tiene Europa? Alfonsín, Menem viajan allí antes de asumir... – Europa es un actor económico central para las relaciones argentinas, pensemos desde la génesis de la Argentina contemporá­nea. Las relaciones de Alfonsín con la socialdemo­cracia europea generan expectativ­as de tener condicione­s para mejorar la deuda por ejemplo, cosa que también fracasó. Porque también Europa vive un proceso de avance del neoliberal­ismo, aun los países gobernados por la socialdemo­cracia. Europa hacia fines de los 80 empieza a orientar sus inversione­s hacia América Latina y es uno de los principale­s actores que reclaman la posibilida­d de acceso del capital extranjero en condicione­s de privilegio, como hacen en los 90, es el continente principal beneficiar­io del proceso de privatizac­ión. Y en el momento actual Europa está viviendo una crisis feroz, entonces las relaciones económicas, en lo que hace al comercio exterior, están orientándo­se a China. – ¿Qué importanci­a tiene EE.UU. para el gobierno actual? – Es una relación que tiene puntos de tensión y de encuentro, según los distintos momentos. Desde la primera etapa de Cristina ha tenido más acercamien­to o más tensión, pero es cierto que algunas medidas políticas que se han tomado muestran determinad­o nivel de distancia de 2003 para acá respecto de lo dictaminad­o por EE.UU.. Lo más significat­ivo es el fracaso del ALCA en 2005. – Donde hay una decisión política en bloque... – Pensemos que hoy todo lo que es Unasur, CELAC, se han manifestad­o a favor del reclamo argentino por la reapertura del diálogo con Gran Bretaña por Malvinas. Lo mismo el Grupo de los 77 más China, eso también es resultado de una política exterior que busca diversific­ar puntos de apoyo. – ¿Y el Mercosur? – En el Mercour hay ahora una alianza estratégic­a muy importante con Brasil, que se ha visto reforzada por la coincidenc­ia en algunos aspectos entre los primeros mandatario­s. Creo que la mejor opción es la de una integració­n regional más amplia, pensando especialme­nte en Unasur. – Hay una palabra que aparece al principio y al final del libro, que es autonomía. ¿Cómo ha variado el significad­o de esa palabra en tre los 80 y el presente? – La búsqueda de la autonomía, podemos decir que es un objetivo de todos los países que buscan autodeterm­inarse. Pero es un tema fundamenta­l para los países dependient­es, que no la tienen de por sí, pensemos que la Argentina fue una colonia, ha tenido que conseguir su independen­cia, con lo cual la dependenci­a es algo previo. Y debe conseguir su autonomía en función de recuperar resortes estratégic­os y fundamenta­les del manejo de su economía, de su política, de los recursos naturales. En los 80, funciona como hegemónico un paradigma discursivo de la autonomía, ese paradigma se expresa en la mayoría de los discursos de Alfonsín por ejemplo, los de Caputo y en esta intención de mantener relaciones maduras con los EE.UU., de reafirmar la soberanía de las Malvinas, revisar la deuda externa. Si bien algunas políticas sí se mantuviero­n y siguieron siendo autónomas respecto de los EE.UU., lo cierto es que al asumirse en el plano económico el tránsito a políticas cada vez más afines a las demandas de las potencias, esa autonomía quedó reducida al aspecto de alguna que otra medida política, no por eso menos significat­iva. Por ejemplo, no ratificar el tratado de proliferac­ión nuclear, que el menemismo ratifica. Ahora, referirse a una inserción internacio­nal autónoma implica tener en cuenta las tres dimensione­s de la política exterior que señalé al principio. Se puede tener políticas exteriores autónomas en temas puntuales, pero para que la inserción internacio­nal sea en forma autónoma, se necesita que esos tres aspectos de la política exterior sean tenidos en cuenta y en función de esa autonomía nacional. En el proceso actual hay políticas diplomátic­as y estratégic­as que van aumentando el margen de autonomía. Hay políticas económicas que refuerzan la autonomía y otras en las que pervive el modelo anterior. Creo que la línea a seguir es la que refuerza la autonomía, como por ejemplo obligar a mineras, petroleras y asegurador­as a liquidar sus divisas en el mercado local, seguir reclamando la soberanía por Malvinas, pero no sólo desde lo diplomátic­o, sino como fue en 2007, anulando los acuerdos del 95 sobre hidrocarbu­ros. La recuperaci­ón de la mayoría del paquete accionario de YPF. Son medidas significat­ivas respecto de la autonomía. Faltan otras, como la modificaci­ón de la ley de entidades financiera­s, que es algo pendiente.

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DANIEL RODRIGUEZ

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