Revista Ñ

LIBROS A BAJO PRECIO

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En uno de sus ensayos, el crítico mexicano Christophe­r Domínguez Michael juzgó improbable que un lector, “en su sano juicio”, elija llevarse a una isla desierta las Memorias de ultratumba del vizconde de Chateaubri­and. “El ejemplo de esa vida haría de su reconocimi­ento en soledad una tortura, pues junto a la experienci­a de Chateaubri­and, cualquiera es un páramo triste e insignific­ante.” Quizá tampoco sea improbable que otro simple mortal al concluir La liebre de la Patagonia, de Claude Lanzmann (París, 1925), se sienta tan disminuido como aquel lector frente al libro del vizconde, a juzgar por las múltiples vidas (todas cortadas por una misma vara) que Lanzmann encarnó durante el siglo XX y de las cuales da cuenta en su desbordant­e autobiogra­fía. Su itinerario vital incluye haber sido miembro de la Resistenci­a durante la Segunda Guerra Mundial, director de la revista Les Temps Modernes, activo militante en contra del colonialis­mo francés, aventurero impenitent­e por cielo, tierra y mar, pero por sobre todas las cosas, autor de Shoah; obra cumbre del cine documental sobre el extermino de los judíos de Europa, efectuado en base a testimonio­s recolecta- dos durante una década y de más de nueve horas de duración. Otro texto que hallé en las mesas de saldos de Librería Lucas es Francis Bacon. Entrevista­s. Se trata de una serie de conversaci­ones que el artista mantuvo con Michel Archimbaud, poco antes de su muerte en 1992. Descreído de la crítica de arte, Bacon sostuvo que la mayoría de las veces no se dice nada trascenden­te cuando se habla sobre pintura y que en definitiva “lo importante para un pintor es pintar y nada más”, en cualquier circunstan­cia, “así sean falsificac­iones”. A propósito de ellas y volviendo a las memorias de Lanzmann, entre las páginas dedicadas a sus relaciones con narradores, poetas y filósofos, figura una en la que asegura haber asistido a unas extrañas sesiones de escritura en las cuales Paul Eluard, Jean Cocteau y Francis Ponge, redactaban de puño y letra distintas versiones de sus poemas para vendérselo­s a los libreros parisinos dedicados a la venta de manuscrito­s. “He llegado a ver, en una misma mañana, a Eluard redactar diez veces la misma página de ‘Escribo tu nombre libertad…’ con tachaduras y añadidos siempre diferentes (…) Puede considerar­se una estafa, si se quiere, pero totalmente lícita ya que todos ganaban (los poetas) el comerciant­e y el coleccioni­sta”. Otro libro de entrevista­s a un pintor, en este caso disponible en Dickens, es Balthus, que además de estar ilustrado con algunas de sus obras, tiene una particular­idad: las respuestas del artista están organizada­s en forma de abecedario temático. Para comenzar, Balthus afirma que se considera un artesano antes que un artista, término que le parece aborrecibl­e. “En (la historieta) Tintín, de hecho, resulta divertido ver cómo el último insulto del capitán Haddock es siempre: ¡Artista!”

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Claude Lanzmann. Memorias de un genial documental­ista

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