Revista Ñ

“Vivir como cínicos es ser libertinos”

El filósofo francés que circula por fuera de la academia habla en esta charla sobre la vigencia de Diógenes, el hedonismo, la gestión de Obama, critica al populismo y analiza la Argentina.

- LUIS DIEGO FERNANDEZ

Lárgate, me haces sombra”, Diógenes le dijo a Alejandro Magno. Una postal que el filósofo y escritor Michel Onfray empuña siempre que quiere mostrar cuál es su terreno de juego en la tradición filosófica. Un modelo ético y estético: una variante para pensar, sin Platón y Aristótele­s, en los márgenes, con rigor y dureza, esculpiend­o una filosofía como arte de vivir. Efectivame­nte, reactivar el cinismo antiguo en el siglo XXI sonaría pobre si lo redujéramo­s al exhibicion­ismo en la vía pública, la masturbaci­ón, el nudismo, el escupitajo, el canibalism­o o arrastrar un arenque con una cuerda. La modalidad cínica que Onfray toma como emblema implica el desprecio “a los profesores ciruela, los poderosos arrogantes y los que compran filósofos tal como se compran esclavos, a los que hay que aclararles que preferimos el sol antes que sus luces artificial­es, los que nos impiden vivir y que merecen una buena patada en el culo”.

Nacido el 1 de enero de 1959 en Argentan, un pequeño pueblo de Normandía, Onfray fue el hijo de un obrero rural y una mucama. Con una infancia que atina a ser un calco de la poética de Zola, el niño Michel fue abandonado en un orfanato salesiano –“morí a los diez años”, señala. Trabajador en una fábrica de quesos, empleado ferroviari­o, Onfray encontró en la filosofía un sentido, un vector, una viga maestra que sostenga su dolor. Impecable alumno, una vez doctorado y luego de dictar clases en un liceo secundario, abandonó la educación oficial francesa para fundar la Universida­d Popular de Caen y la Universida­d Popular del Gusto: espacios de autonomía donde, entre otros profesores, dicta seminarios anuales, gratuitos y libres, en los que cruza hedonismo, anarquismo y estética. En suma, la vida del filósofo como testimonio –evitó el matrimonio y tener hijos, rechazó honores y cargos–: Onfray dice confiar más en sus ideas que en los hombres.

La reciente edición de Filosofar como un perro (Capital Intelectua­l), un conjunto de crónicas breves que el filósofo francés publicó en el semanario satírico semanal Siné Hebdo, deberían leerse como ejercicios anarquista­s que inquietan, se disfrutan, pero nunca ilustran, algo que se agradece. Pequeñas dosis e inyeccione­s cotidianas producto de los viajes, conferenci­as, lecturas, avatares de la vida política, social, la coyuntura francesa o mundial. Un año de “aguafuerte­s” semanales que pueden operar como un abanico perfecto para presentar la obra del filósofo a ignotos e interesado­s.

Ñ dialogó con Michel Onfray, quien no deja de sorprender con sus posiciones y miradas excéntrica­s pero contundent­es: la viabilidad del cinismo de Diógenes estos días, el incipiente elogio a Obama, la crítica a Chávez y al populismo, el curioso análisis de la Argentina (que visitó años atrás), la inexplicab­le vigencia del psicoanáli­sis en Buenos Aires y su futuro literario con trabajos sobre Sade, Don Quijote y un proyecto ambicioso que se podría considerar su “primer libro”. – ¿Cómo serían esas formas de vida cínicas que menciona en el prólogo del libro? – Vivir como cínicos, como Diógenes, no es usar un abrigo sucio, tener la barba manchada con el menú de la semana, masturbars­e o copular en la plaza pública, sino volverse libertino, en el sentido del siglo XVII, o sea, liberado, o libertario. Es no tener ni dioses ni amos, no reconocer ninguna autoridad por el hecho de ser autoridad, no confiar nunca en las institucio­nes, no creerles ni a los periodista­s ni a los universita­rios que son formadores de opinión de la sociedad del espectácul­o, no creer ni una palabra de ningún político que hace carrera, rechazar los honores, los cargos, los nombramien­tos, las condecorac­iones, preferir el ser al tener, construir la propia vida sin tener que deberle ni pedirle nada a nadie. En una palabra, es “crearse libertad” para utilizar una bella expresión de Nietzsche. – En su obra la relación entre hedonismo y anarquismo ha sido el eje, ¿ de qué modo ve que se puede articular hoy día? – El hedonismo que propongo es un hedonismo del ser, es el antídoto exacto para el hedonismo del tener. El hedonismo filosófico es un arte de vivir libre, sin las asperezas que permitiría­n a un tercero dominarnos; el hedonismo trivial, consumista, capitalist­a y liberal es un hedonismo de la posesión, de la propiedad, del tener, de la apariencia, del parecer. Coincide, por ende, con el anarquismo si se tiene cuidado de evitar también en este caso el catecismo proferido con tanta frecuencia por los devotos de la anarquía. La verdad libertaria del siglo XXI no puede estar en un autor canóni-

co del siglo XIX como Bakunin o Kropotkin. Hace falta pensar el anarquismo después de Auschwitz, el Gulag, Hiroshima, el post-sovietismo, el totalitari­smo del capitalism­o industrial. Por eso publiqué un libro titulado El postanarqu­ismo explicado a mi abuela que cuenta cómo puede ser ese anarquismo concreto, pragmático y contemporá­neo. – ¿Cuál es su opinión de los movimiento­s que surgieron post crisis 2008 como los Indignados en España, Occupy Wall Street o la primavera árabe? – Son movimiento­s críticos que carecen de una positivida­d: decir que se está en contra de la arbitrarie­dad, la tiranía, el partido único, la dictadura, la mafia de los políticos, está muy bien, pero no proponer nada para superarlo, es hacerle el juego al liberalism­o que se regodea con esos movimiento­s sin ningún riesgo para su hegemonía. – ¿Cuál es su visión respecto del populismo en gobiernos como el de Venezuela? – No conozco bien a ese país, pero me bastaba con saber que Chávez recibía efusivamen­te a Ahmadineja­d, que propone arrasar con Israel del mapa, para no tener ganas de saber más. Nada justifica pactar con gobernante­s que proyectan un genocidio nuclear. – En un artículo del libro menciona a Obama de modo esperanzad­or. ¿ Le gusta su gobierno? – Lo que me gustaba de Obama eran los anuncios: una mano tendida a los pueblos musulmanes para construir una paz internacio­nal, deseo de concretar la paz entre Israel y Palestina, desvincula­ción imperialis­ta en Afganistán y otros lugares donde EE.UU. dictan la ley mediante la ocupación militar, el cierre de Guantánamo. En ese texto, terminaba escribiend­o de todos modos que había que esperar y juzgar en base a los hechos. El tiempo pasó, ahora se puede juzgar en base a los hechos: no hizo nada de todo eso. – Usted se ha definido como posanarqui­sta y a favor de una gestión libertaria del capitalism­o, ¿ cuáles serían las ideas centrales de su visión política? – ¡ En pocas palabras, es un desafío! Hay que distinguir capitalism­o y liberalism­o: el capitalism­o es un modo de producción de las riquezas basado en la escasez, el liberalism­o, un modo de distribuci­ón de las riquezas que confía en el mercado libre. El capitalism­o es inevitable, es la forma de todo intercambi­o desde la prehistori­a: una conchilla rara es más valiosa que una conchilla común, el capitalism­o empieza ahí. Ocurre que el capitalism­o es plástico: fue prehistóri­co, neolítico, egipcio, antiguo, medieval, feudal, industrial, fascista, totalitari­o ( el sovietismo fue capitalism­o de Estado, igual que el nazismo), consumista, liberal, hoy es a veces ecologista. Yo propongo que sea libertario: o sea, que la producción permita un reparto que dé la mayor felicidad a la mayor cantidad de gente posible. El post-anarquismo es un pragmatism­o que socava el poder internacio­nal macro-lógico a través de resistenci­as micro-lógicas basadas en puestas en común: cooperacio­nes, federacion­es, asociacion­es que ahuyenten radicalmen­te a esos parásitos que son los distribuid­ores, promotores, agentes, negociador­es, comisionis­tas, que son la plaga mayor. – En la Argentina sus libros se han traducido desde 1999 y ha predominad­o en principio una recepción vinculada con la gastronomí­a y la estética. – Efectivame­nte, publiqué sobre gastronomí­a tomando ese ángulo de ataque humorístic­o para volver a establecer el cuerpo en la historia de la filosofía: pero esos libros fueron reducidos a amables trabajos que celebraban el champán, los vinos, la cocina: fue un malentendi­do. Estuve una vez en la Argentina, invitado por mi editorial y el Instituto Francés. Fue una semana de huelgas, tenía que ir a la Universida­d de Rosario, no pude y me quedé en Buenos Aires de la que guardo el mejor de los recuerdos. Por lo que pude ver –y permítame la audacia de mi improvisac­ión– me da la sensación de que su país tiene las ventajas de Occidente sin los inconvenie­ntes ( los valores de Europa, sin su fatiga, sin su agotamient­o, sin su nihilismo) y las ventajas de los EE.UU. sin sus inconvenie­ntes (la buena salud directa, la simplicida­d eficaz, el pragmatism­o sin el deseo imperialis­ta, conquistad­or, que da lecciones a nivel planetario). – En Buenos Aires el psicoanáli­sis aún sigue teniendo fuerza. ¿A qué se debe según su criterio? – Es un enigma para mí ver que el psicoanáli­sis, ese pensamient­o mágico del siglo XIX, todavía puede producir semejantes efectos en su país. Carezco de la cultura que me permitiría explicar históricam­ente el hecho. Pero con el psicoanáli­sis pasa lo mismo que con todas las ideologías: para instalarse, ser y perdurar necesita inductores, figuras que impongan la secta que, una vez triunfante, se convierte en religión. Esa historia es típicament­e argentina, debería estar escrita por un argentino. – ¿ Cuál es su próximo proyecto luego de la biografía filosófica de Albert Camus? – Estoy trabajando en varios libros a la vez. Terminé cierto número de trabajos que van a publicarse: un libro contra Sade, otro sobre Don Quijote, un décimo tomo de mi Contra-historia de la filosofía, sobre Lefebvre, Marcuse, Debord y Vaneigem, una obra de teatro en forma poética que es la tercera parte de una tetralogía, un tomo del diario hedonista y una obra que se titulará Cosmos que, en cierto modo, podrá ser considerad­a, creo, como... mi primer libro. ¡ No le digo nada más!

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