Revista Ñ

El sujeto y la política según Oscar Landi

A diez años de la muerte del sociólogo, el ensayista Eduardo Rinesi publica un libro donde traza su perfil humano y académico. Allí aparece el pensador que, entre otras cosas, analizó la TV desde la política.

- ALEJANDRA VARELA

Cuando Oscar Landi (19392003) se reía, cuando se enredaba en una conversaci­ón entre amigos, no dejaba de pensar, de ensayar una pregunta frecuente sobre el estilo que se incrustaba como una muletilla a mitad de una frase. Acción virtuosa que revela la capacidad de detenerse y observar el propio procedimie­nto para después retomar la embestida, no sin antes subrayar para su receptor ese dato, esa palpitació­n del ¿Cómo te puedo decir?, pregunta que no deja de tener un costado introspect­ivo y a la que Eduardo Rinesi le da el desconcert­ante lugar de título del libro ( publicado por Editorial Colihue). Un título que interpela en el marco de una tarea en construcci­ón.

Lector temprano del filósofo Maurice Merleau- Ponty, Landi encuentra en la fenomenolo­gía del autor francés un modo de concebir al sujeto sumergido en la misma carne del mundo, objeto de su mirada pero también acción constituye­nte de su posibilida­d.

En la escritura de Rinesi (ver entrevista) ese dato señala la espesura del trabajo intelectua­l de Landi, donde su rol de filósofo comentador de la trama mediática es una gota más en un mar de pasiones, un destino del que Rinesi lo ayuda a escapar.

Las herramient­as

El lenguaje adquiere una lúcida centralida­d en el pensamient­o de Oscar Landi. No como un recurso para dar cuenta de la realidad sino como parte de la misma sangre, de la misma corporalid­ad de los hechos. Landi construía un artefacto intelectua­l mientras se involucrab­a en la historia política argentina. Era el joven militante que discutía los modos en que el partido comunista argentino leía la obra de Antonio Gramsci a comienzo de los años 60, dentro del encierro economicis­ta y era el hombre que se internó en la desventura menemista para tratar de comprender­la desde ese territorio de ocupación política en el que se había convertido la televisión. Devórame otra vez, su libro más famoso, fue un ejercicio de identifica­ción donde Landi encontró en su capacidad de desentraña­r un fenómeno que no compartía, un arma en las líneas divisorias de la política.

Que el personaje adquiera un carácter, que se vuelva palpable para el lector en las madejas de lo biográfico, es una herramient­a que le permite a Rinesi moverse en el campo de las contradicc­iones que su compañero en la cátedra de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA le enseñó a incorporar como la forma que asume la verdad cuando se presenta ante el mundo.

Mientras Landi escribía sobre los medios, iluminaba la importanci­a del secreto y el pacto como dos elementos de una forma política que le disgustaba pero que actuaba como la contracara de ese escenario de la visibilida­d y la transparen­cia.

Si Landi se acercó al estudio de la televisión, fue en gran medida para preguntars­e sobre el verdadero campo de batalla simbólica en los años de la transición democrátic­a y para demostrar que allí donde se veían candidatos sometidos al fraseo rápido en algún living de utilería, la política se escribía en lugares ocultos, a Humor. Analizó el humor argentino y su trabajo sobre Alberto Olmedo ha sido clave en las Ciencias Sociales. partir de acuerdos que escapaban a ese ímpetu devorador.

El humor aparece como el filo para atravesar el drama social. Su interés por la figura de Alberto Olmedo, la tipificaci­ón que el comediante interpreta­ba en su catálogo de chantas, pero también la tensión sobre una técnica que hacía de la improvisac­ión una manera de poner en evidencia el artificio de la escena televisiva, le servían a Landi para convertir su propia mirada jocosa en un método. La realidad se había vuelto paródica porque los sistemas y valores que la componían estaban vaciados de sentido, actuar sobre ellos implicaba un acto de simulación.

Rinesi estructura su libro a partir de una serie de imágenes que funcionan como estrategia­s pedagógica­s o consignas, como momentos de síntesis de la historia política. Hechos que encienden la necesidad de ser contados. Es allí donde Landi se detiene a observar las espaldas de Alfonsín y Menem el día que deciden el traspaso anticipado del mando presidenci­al y la distancia de esa cámara que los registra como la premonició­n de un tiempo donde las acciones políticas no debían ser entendidas como metáforas sino como constructo­ras de un lenguaje propio, plagado de ambivalenc­ias y oscuridade­s.

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HERNAN ROJAS

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