Sólo se trata de quererlas
Leo que un grupo de muchachas (de distintas edades) cantan a Fellini por aquí nomás. No he visto el espectáculo, pero descuento que entonan algunos de los temas recurrentes de sus películas, en su mayoría compuestos por el gran Nino Rota. Lo bien que hacen estas chicas, porque don Federico dedicó buena parte de su filmografía a homenajearlas. Pienso en la enorme Giulietta Masina, en Anita Eckberg, Anouk Aimée, Sandra Milo... Me pregunto, también, qué hubiera sido de la obra de Ingmar Bergman sin la presencia y la entrega hasta el hueso de Ingrid Thulin, Liv Ullmann, Harriet Andersson. Esas almas desnudas hasta la desesperación en “El silencio”, “Persona”, “Gritos y susurros”. Mia Farrow y Diane Keaton fueron musas para Woody Allen, antes de que les dispensara sus favores a Mira Sorvino o Scarlett Johansson. Me pregunto cuánto perdió Carlos Saura al separarse de Geraldine Chaplin. Pedro Almodóvar las recorrió de arriba abajo en toda su obra fílmica mostrándolas al borde de un ataque de nervios y Carmen Maura, Marisa Paredes, Penélope Cruz, Victoria Avril y Cecilia Roth deben estarle muy agradecidas. El manchego no olvidó homenajear a George Cukor, otro adorador de mujeres, en “La flor de mi secreto”. No creo exagerar si aseguro que Bette Davis le debe algo de su gloria a William Wyler. Todos estos directores y el empeñoso David O. Szelnick en “Lo que el viento se llevó”, las quisieron enormemente. Pero quien lo hízo de manera más entrañable fue François Truffaut en “El hombre que amaba a las mujeres”. Charles Denner las espiaba taconear desde un tragaluz en un subsuelo y nos hizo conocer sus agachadas, traiciones, arrebatos y gestos sublimes. Con Truffaut hubo que amar para siempre a Jeanne Moreau, Catherine Deneuve y Fanny Ardant. Como también convocaban su cuota de deseo y fascinación las criaturas voluptuosas, inalcanzables de Russ Meyer o Tinto Brass. Quien escribe estas líneas se suma al aplauso. El también las quiere a todas. Bueno, en fin, a casi todas.