Revista Ñ

A pesar de las quemaduras de los años

El guitarrist­a y compositor, conocido por su trabajo en el grupo Puente Celeste, habla de “Seis de copas”, su primer disco solista, donde musicaliza a Lamborghin­i y Juan L. Ortiz.

- LAURA HAIMOVICHI

Vivir en un espacio abierto, con mucho cielo y árboles, alivió una presión de la que no era consciente hasta que me mudé a 50 kilómetros. de la ciudad”, cuenta Edgardo Cardozo, luego de una de las presentaci­ones de Seis de copas, su primer y flamante disco solista donde sólo aparecen su guitarra y su voz.

Guitarrist­a, compositor y cantante de vasta trayectori­a, Cardozo es uno de los integrante­s del grupo de culto Puente Celeste. Su última experienci­a en un estudio había sido en 2007 junto a Juan Quintero para la grabación de Amigo. “Fue una necesidad natural volver a encontrar mi mundo privado musical, sin el filtro de la opinión o de la acción directa de los compañeros, y sin la protección que da un grupo de virtuosos con los que ante cualquier dificultad caes siempre o casi siempre bien parado”.

Para Cardozo, Seis de copas fue un desafío muy transforma­dor, la primera vez que pudo disfrutar de estar solo en el escenario y entregarse a la música “sin resistenci­as”, tratando de defenderse lo menos posible como intérprete y comunicand­o con la mayor claridad posible las emociones por las que pasó. Cuenta que el título del disco surgió cuando, poco antes de mudarse, encontró una baraja boca abajo en la puerta de su casa, la apuntó con un dedo y dijo en voz alta “Seis de copas”. Al darla vuelta, era un seis de copas. “En el significad­o que se le atribuye a la carta me sorprendió encontrar muchas concordanc­ias con lo que estaba viviendo”, asegura quien fuera también actor del grupo La Pista 4y partenaire de Cristina Banegas y Nelly Prince en el show Aire familiar. Es que para los esotéricos, esa carta tiene una gran carga de melancolía, pero a su vez señala las oportunida­des que el pasado le entrega al futuro.

Enfocado en las “procesione­s interiores”, en este momento el compositor casi no escucha música ni lee. “Estoy atento a la naturaleza, pero siempre tengo algún hueso técnico para roer. Quiero decir que casi todas mis canciones tienen detrás alguna cosa que empezó como un ejercicio técnico, algo que me obligó a superar una dificultad con el instrument­o o con la voz. Propio de mi temperamen­to que necesita quemar energía en demoler obstáculos que yo mismo me impongo para después poder entregarme. No puedo poseer la música, pero puedo ser poseído por ella”. Cardozo escribe textos pero también ha musicaliza­do poemas de Leonidas Lamborghin­i y de Juan L. Ortiz. “Con Lamborghin­i tuve un único encuentro inolvidabl­e; me recibió en su casa y sin decir nada, más allá del buenos días del saludo, fue a buscar un grabador, lo puso sobre la me- sa y esperó en silencio a que yo manipulara el aparato para hacer sonar la música. Escuchó las tres canciones que había compuesto mirando el piso y al terminar me miró a los ojos y supe que había aprobado. Después charlamos quince minutos, me contó de su intento de hacer jazz con la palabra, su grata sorpresa porque su poesía pudiera ser musicaliza­da, cosa que creía imposible porque la encontraba muy dura, cerrada al canto... Le agradecí mucho el encuentro y lo sigo haciendo cada vez que las canto, teniéndolo presente, invitando al público a leer sus libros”.

Caminar, no correr

– De la aspereza de Lamborghin­i a la lírica de Ortiz. – Cada uno me llegó en momentos muy contrastad­os, como su poesía. Y me ayudaron a completar un poco más el mapa de mí mismo. Pero no siento que pueda encontrarm­e sino perdiéndom­e más y más profundo en el adentro. La poesía siempre me trae la nostalgia de un estado de gracia perdido, un anhelo, añoranzas de algo desconocid­o pero entrañable, familiar. Esa dimensión espiritual de la palabra, más allá de la forma que cobre, le habla a una parte nuestra que está dormida. – Este disco fue producido por Santiago Vázquez, creador de La Bomba del Tiempo. ¿ Cómo vive el hecho de que otro músico se arriesgue por su obra? – Casi todos los discos que grabé fueron para sellos independie­ntes donde los músicos pagábamos la grabación, y el sello lo demás. En el caso de Seis de copas, los productore­s Santiago Vázquez y Alejandro Mazzei asumieron todos los gastos. Es la primera vez que me pasa. Fue un gesto de confianza y cariño muy grande. Con ellos tengo la suerte de que primero son mis amigos y después mis productore­s. – ¿ De qué modo le juega la expectativ­a de popularida­d? – Lo primero que me sale decir es que no tengo ninguna expectativ­a, pero me resulta un poco sospechoso mi ref lejo... ¡ Ja! De lo que estoy seguro es de que no estoy dispuesto a hacer ciertas cosas que la masividad te demanda. Y nada de carrera, hace rato que vengo caminando. – ¿Qué hace durante el día? – Doy clases, tengo mis momentos para estudiar y componer, y el resto es la vida familiar. Tengo un jardín grande y barro las hojas y me acuerdo del maestro zen que decía “saco agua del pozo, corto leña; qué maravilla, que misterio”. No tengo vida social, no salgo a ver espectácul­os. Rara vez voy al concierto de algún un amigo. Hace años que no tengo televisión. Es decir que soy una momia. Pero ya era así antes de irme de Palermo, así que en ese sentido no cambió nada. – Gran parte de su público es gente muy joven. – Tengo contacto con ellos por los talleres de composició­n que doy, supongo que eso ayuda a que mi música se difunda. Me alegra mucho que sea así. Trato de no vender nada cuando compongo, ni de endulzar el sapo a ser tragado. Y tengo algunos ideales juveniles todavía en buen estado a pesar de todas las quemaduras que suponen los años.

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Ensimismad­o. Cardozo, vive lejos de Bs. As. y dice que no tiene vida social: dedica parte de su tiempo al estudio.
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Seis de copas E. CARDOZO MUSICAL ANTIATLAS $ 60

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