El desafío de asustar sin trucos de cámara

“Las Bridas intenta pronunciarse como un cuestionamiento a la transmisión cultural del miedo. El miedo a través de la exaltación de la fe, en su expresión extrema, va provocando vaciamiento del cuerpo, vuelve vulnerable a las personas ante cualquier peligro, anula al ser. Y, es en ese punto, en el que lo que estaba invisibilizado empieza a pronunciarse, hasta reventar, hasta desgarrar lo que en apariencia se constituía como un todo seguro y único: la familia, una familia, cualquier familia”. Julieta De Simone habla de Las Bridas –los sábados a las 21 en Belisario (Corrientes 1624)– una puesta sin fisuras, un texto que corre el mojón del género y levanta polvareda. El escenario es una casa de campo, pocos animales, tres hermanas, un padre postrado y el temor a Dios sobre todas las cosas. “Estamos acostumbrados a odiar o amar el terror en las películas. El terror como género siempre está instalado en un imaginario que lo desestima, que lo instala entre los géneros ‘menores’. Si además, en el caso de Las Bridas, le sumamos que se trata de una obra de teatro independiente que transita por una matriz de terror, el desafío ante tantos prejuicios es aún mayor. Lo que Las Bridas intenta instalar es una atmósfera que deja zonas veladas, un relato que deja pistas abiertas para que el espectador vaya armándose el mundito, y pone el acento en el trabajo que opera la actuación”, dice De Simone. La carne, la sangre y el sudor para esta historia, que logra ser escalofriante, la ponen Antonio Bax, Débora Testi, Vanina Ferreyra, Natalia Franco, Celeste Mons y Pilar Boyle.