Revista Ñ

Filosofar en la desesperac­ión

Un homenaje a León Rozitchner reunió a discípulos y críticos de sus provocador­as obras.

- IVANNA SOTO

P ensar no es sólo enunciar una idea: es roturar un cuerpo”, decía León Rozitchner. Casi tres años hacen ya desde que el cuerpo fenomenoló­gico, mortal, de Rozitchner se abrió paso para legarnos su obra, ella sí inmortal. Contra lo que algunos califican como ninguneo académico, la Biblioteca Nacional organizó unas jornadas en su honor, “Contra la servidumbr­e voluntaria”, en consonanci­a con la reedición de sus libros. Algo así como un intento de encauzar ese reconocimi­ento tan merecido que no pudo recibir en vida.

Ahora bien, que las jornadas en su honor hayan sido en el Auditorio David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua es un guiño que no hace más que acentuar el debate. Como si la vehemencia tomara cuerpo, al igual que en esas clásicas reuniones con vino y empanadas que Viñas y Rozitchner compartían. Durante los dos días, a los que asistieron alrededor de 250 personas, las jornadas “de arrebato rozitchene­ano” – como definió Horacio González, encargado de la apertura– tuvieron múltiples caras. Desde su rol irrenuncia­ble de filósofo y argentino a sus disputas, su materialis­mo ensoñado, sus reconexion­es originales entre Marx, Freud y Von Clausewitz; Perón y Simón Rodríguez, el judaísmo, la relación entre dominación y subjetivid­ad, su inactualid­ad siempre tan actual y el sujeto como núcleo de verdad histórica para recuperar el potencial para la rebelión.

Pero sus ideas no resisten la domesticac­ión, la deglución, la simplifica­ción. Como Rozitchner, las ponencias fueron también revulsivas, incómodas, sin reduccioni­smos. ¿A qué perspectiv­a, a qué gesto político, a qué momento histórico se reduce León Rozitchner? ¿Desde dónde es hablada su figura polémica y polisémica? Lo que sigue, entonces, será un recorte entre muchos, de las infinitas perspectiv­as de todas las posibles que enunciaron quienes fueron sus amigos, sus colegas y hasta quienes disentían con él. Algunos de los invitados para discutir alrededor de su filosofía y su persona fueron, entre otros escritores y ensayistas, Omar Acha, Alejandro Horowicz, Eduardo Grüner, Verónica Gago, Diego Sztulwark y su sobrino Enrique Rozitchner.

“Yo me niego a abandonar mi origen porque soy mi origen como soy mi piel y mis huesos”, escribió Rozitchner en Ser

judío. Ese origen irrenuncia­ble, la articulaci­ón de los cuerpos en el territorio y la unificació­n de los extremos en el cuerpo común como coherencia colectiva fue un debate que recorrió todas las ponencias como puerta de entrada fundamenta­l a su obra. ¿Qué era hacer filosofía para León?, ¿qué significab­a hacerla particular­mente en este pedazo de tierra e historia que llamamos Argentina?, se preguntó Cristian Sucksdorf, ex tutorando de Rozitchner y docente, sobre esa condición irrenuncia­ble de ser argentino que trabaja en el interior de todo su pensamient­o como una premisa insustitui­ble. “Para León, una de las tareas que debía tener ese hacer de la filosofía era dar cuenta del tránsito que se ha debido hacer, tanto individual como colectivam­ente, para alcanzar las significac­iones que nos organizan”, señaló. Pero el filósofo y profesor Gabriel D’Iorio fue más allá. ¿En qué consiste la originalid­ad de su pensamient­o, que permite ubicarlo como un filósofo argentino de primer orden?, ¿y por qué razón nos atrevemos a pensar que su obra es ya un capítulo de la historia universal de la filosofía, pero hecha en Argentina? fue uno de los tópicos de su ponencia. “¿Tal vez el hecho de haber enfrentado a Perón y haber propues- to una teoría psíquico-política de la vida nacional? ¿O el hecho de haber esbozado una metafísica materialis­ta, una teoría del sujeto, una filosofía de la emancipaci­ón?”, arriesgó y trazó su perspectiv­a: “Mi hipótesis puede resumirse en que hay en Rozitchner una nueva teoría del sentir, y eso es lo que lo hace original, singular”.

Pero no todo fueron loas. El pensador y ensayista Tomás Abraham, que tuvo relaciones escindidas con León y su hijo Alejandro Rozitchner, trazó un paralelism­o entre ambos que causó revuelo en medio de las jornadas. “Encontré similitude­s respecto del modo en que se relacionan con sus propias verdades, la forma del relleno de cualquier tipo de fisura que pudiera provocarse en sus creencias y aserciones, la fuerza militante de sus posiciones, ya sea respecto de la revolución cubana o la hidroterap­ia colónica, la coordinaci­ón entre pensamient­o y humor y la tendencia a la canonizaci­ón de las ideas”, sentenció. Y habló luego de sus textos. “Hay una generación de intelectua­les que rechazaron la renovación de la filosofía francesa de la década del sesenta, aquella que cometió el parricidio del emblema mayor: Sartre, y que se constituyó como crítica al tándem entre fenomenolo­gía y marxismo. Juan José Sebreli, Carlos Correas, Rozitchner, representa­n el repudio a una filosofía de la estructura y del sistema en nombre de una filosofía de la conciencia. Ni Althusser y su lectura de Marx, ni el Foucault del saber, el poder y las tecnología­s del yo, ni el rizoma de Deleuze, ni la obra de Derrida, fueron considerad­os aportes válidos para pensar el legado filosófico y la problemáti­ca de nuestro tiempo. En realidad, el concepto eje del pensamient­o que invocaba Rozitchner correspond­e a la dialéctica totalizado­ra en la que la conciencia realiza un proceso destotaliz­ador, totalidad fisurada en su determinac­ión y necesidad por un sujeto, que a partir de la praxis y de la función de su libertad decide su destino. Es posible que no haya una desesperan­za en León, sino una desesperac­ión. Pero no soy quién para bucear tan profundo. Puede ser que se trate de una intransige­ncia, de una no claudicaci­ón ante ciertos prncipios o valores que hace a lo que llama una coherencia”.

Desde otra perspectiv­a, Néstor Kohan propuso que lo central en Rozitchner fue que pensó siempre a partir de su propia realidad social, política e histórica, pero también subjetiva y personal. “Por eso fue un gran pensador, porque nunca repitió autoridade­s consagrada­s. Hay pocas citas en León, pero no porque no haya leído sino porque no necesitó apoyarse en un nombre prestigios­o. A partir de pensadores de alto vuelo elaboró y produjo un pensamient­o propio, y esto es antagónico al estilo que se instaló hoy en día en los papers universita­rios: pura cita, pura bibliograf­ia y todo tiene que ser del mes pasado, si no es viejo. León reflexiona­ba tranquilam­ente sobre un pensador del siglo IV dC., un judío de hace 2.500 años o algo actual. No hay tema del último medio siglo sobre el cual no haya escrito: peronismo, la insurgenci­a político-militar, la Guerra de Malvinas, el imperialis­mo, el Estado de Israel, todo con nombre y apellido”, disparó Kohan, profesor de la UBA, coordinado­r de la cátedra Che Guevara y amigo de León, desde la militancia y el marxismo. “Así como no fue pichón de nadie, no dejó pichones, no fundó una escuela rozitchnea­na. Lo que dejó es un estilo de filosofía, una manera de pensar, de no ser sumisos con las institucio­nes, el poder y el campo intelectua­l. Creo que ese fue su legado: pensar con la cabeza propia y no seguir a la moda, que lamentable­mente hoy no está de moda”.

 ?? MARIA EUGENIA CERUTTI ?? Principios. “Me niego a abandonar mi origen porque soy mi origen como soy mi piel y mis huesos.”
MARIA EUGENIA CERUTTI Principios. “Me niego a abandonar mi origen porque soy mi origen como soy mi piel y mis huesos.”

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