Raúl Zurita, la voz de una poesía que no cesa
En 2000 Chile le concedió el Premio Nacional de Literatura. Hoy prepara dos nuevos libros, mientras traduce a Dante y Shakespeare.
Lleva seis años sin fumar. “No concibo los últimos años de mi vida sin cigarro”, dice Raúl Zurita (64), convencido de que volverá a exhalar el humo del tabaco. “Quiero fumar y leer”, específica y cita un título de Juan Carlos Onetti, Cuando ya no importe.
Finalmente, el tiempo dirá. Pero el poeta y Premio Nacional de Literatura enfrenta los días en una producción a contrarreloj. Luego de cerrar Zurita, en 2011, su último libro de poesía de 700 páginas, quedó en blanco. Pero no se detuvo. En junio presentó Saber morir, un libro de conversaciones con el crítico mexicano Ilan Stavans. Allí afirma: “Escribo porque es mi ejercicio privado de resurrección”.
También tradujo Hamlet, de Shakespeare, que publicó en ediciones Tácitas. “Me encanta como quedó, porque es muy literal, pero a la vez contemporánea. Es fascinante porque permite todas las traducciones y sigue siendo Shakespeare”, agrega. Habitualmente se dice que traducir el famoso monólogo de Hamlet (“To be, or not to be that is the question...”) es la prueba de fuego para medir una buena traducción. “Sí. Ahí se miden los poetas”, afirma el autor de Purgatorio. Y cree que hay dos opciones para enfrentar la traducción: “O te pasas 40 años en las primeras dos líneas o la haces en dos semanas. Yo no me demoré dos semanas, pero no mucho más de dos meses”. Mientras tanto continúa traduciendo
La Divina Comedia, de Dante Alighieri. “He avanzado con el Infierno, pero es difícil – confiesa–. El problema es que si le sacas la rima al libro se desarma. Hay que mantener la rima. Su sonido es impresionante”. Además realiza presentaciones junto a la banda González & los Asistentes. “Me reencuentro con una vieja juventud”, dice y agrega: “No sé si tendré tiempo para terminar todas las cosas en las que estoy”.
Raúl Zurita se calma por un momento ante los movimientos involuntarios del Parkinson que padece. Toma aire, calla. Hace un par de meses comenzó a escribir un libro en prosa, que se llamará Poema. Será un volumen testimonial sobre su participación en el CADA (Colectivo de Acciones de Arte), que irrumpió en la escena artística chilena en los años 80. “Es un relato feroz y bello. No sé si tendré tiempo”, repite. Además, prepara la edición definitiva de su poemario La vida
nueva (1994), que el próximo año se publicará en Francia. Esto, luego de hallar su archivo, que “en épocas muy negras” le compró el coleccionista Carlos Alberto Cruz. Son cerca de cinco mil páginas. “Encontré la versión original que tenía olvidada”, dice sobre el manuscrito de 800 páginas.
Sin embargo, reconoce que el libro sobre el CADA es una labor más exigente. “Allí se cruzan vidas, miradas, polémicas, quiebres, encuentros y una extraña vitalidad y alegría en medio de una ciudad ocupada militarmente”.