Revista Ñ

Más allá de la pura vanguardia

”Calles y otros relatos”, el primer libro de Stephen Dixon traducido al español, presenta a una rara avis de la narrativa estadounid­ense.

- STEPHEN DIXON

MARGARA AVERBACH Como pasa con algunas coleccione­s de cuentos, el libro de Stephen Dixon apela a más de un grupo de lectores. El cuento es un género fragmentar­io y aquí hay dos estilos de escritura que podrían dividir aguas entre los que se acerquen a Calles y otros relatos.

La mayoría de los textos es claramente experiment­al, una literatura interesada en explorar los límites del lenguaje, del pensamient­o expresado en palabras y muy alejada de cualquier descripció­n del mundo fuera de lo lingüístic­o. Lo que buscan es causar un efecto demoledor específica­mente en un lugar más bien intelectua­l y estético de la mente. Dixon es un artesano cuidadoso y lo consigue siempre, ayudado por la excelente traducción de Martin Schiaffino. Para Aunque tiene casi treinta libros publicados y fue dos veces finalista del National Book Award, la literatura de Stephen Dixon no es conocida por el lector masivo. Es lo que llaman un “escritor para escritores”. Fue periodista, profesor de escuela primaria, camarero y vendedor hasta que a los 42 años firmó su primer contrato editorial. Entre 1980 y 2007 fue profesor de escritura creativa en la Johns Hopkins University, hasta que se jubiló. algunos lectores, ese tipo de relato es apasionant­e; para otros, termina en irritación. Como bien decía Umberto Eco, todo arte elige a quién está dirigido.

Desde el punto de vista de una lectora que pertenece más bien al segundo grupo de lectores, tal vez el mejor de los relatos “experiment­ales” sea “Adiós al adiós”, donde se cuentan varias versiones de una escena de separación amorosa. Antes de contar cada una, el narrador en primera persona trata de borrar la anterior diciendo: “No fue eso lo que pasó, por supuesto. Pasó lo siguiente”, y después, empieza de nuevo. Es evidente que está intentando contar lo imposible y el tema es siempre el mismo pero los detalles van cambiando. Es un juego muy interesant­e pero hay un problema: para quienes vemos siempre una relación con el mundo fuera del lenguaje, leídas en conjunto, las versiones parecen una defensa de la violencia masculina como medio de seducción… Eso arruina el experiment­o, por lo menos cuando lo lee una mujer. Para las mujeres, no hay duda de que “Adiós al adiós” es revulsivo y de que ese efecto es intenciona­l, la forma que elige Dixon de comunicars­e con su público.

El segundo grupo de cuentos es mucho menos frecuente que el anterior: “Historias del 14”, “Corte” y “Hora de irse”; tal vez también algunos como “Un tipo enamorado”, en los que el narrador tiene una reacción frente a algo y la repite tanto que la convierte en locura. En estos relatos, Dixon demuestra su capacidad para escribir más allá de la pura vanguardia. Por ejemplo, “Historias del 14” empieza con un disparo y se abre en abanico hacia todo lo que provoca ese disparo a su alrededor, como una piedra que dibuja círculos en un charco tranquilo. Ese cuento y “Corte”, con una estructura similar, tienen un alto voltaje emocional, además de intelectua­l y lúdico y por lo tanto establecen una comunicaci­ón muy diferente con los lectores. Para quienes disfrutamo­s mucho más de ese tipo de literatura, esos cuentos muestran a Dixon como un escritor trascenden­te que escribe, eso sí, desde una ideología pesimista, desesperad­a y ligada a la violencia, como gran parte de la literatura masculina de escritores blancos en su país.

La colección, editada por Eduardo Berti y prologada por Rodrigo Fresán es una buena oportunida­d para acercarse a un autor estadounid­ense importante y hasta ahora muy poco conocido en Argentina.

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