Revista Ñ

Un lugar para ensayar la vida

Diálogo con Arístides Vargas, de visita aquí para participar en el Festival Latinoamer­icano que muestra en el Cervantes las poéticas de la región.

- IVANNA SOTO

E s posible que Arístides Vargas sea más conocido en Ecuador que en Argentina. Sin embargo, su obra entera es una interpelac­ión constante a nuestra historia como país. Este dramaturgo, actor y director argentino nacido en Córdoba ya lleva más de media vida en ese pequeño país. Exiliado a fines de 1975, con apenas 21 años, se llevó la patria con él, bien lejos. Y de a poco, la deja volver.

Su teatro, ese sutil espacio poético en el que ensaya la vida, está poblado de memoria corporal, de registros sensitivos, de ese inevitable no-estar en el país. Aun- que tardó casi 20 años en escribir sobre el exilio, todas sus obras están, de algún modo, relacionad­as con la pérdida de la identidad, desde Jardín de pulpos hasta La razónblind­ad a. Regresó por primera vez al país en 1984 con Malayerba, su grupo teatral constituid­o en Ecuador hace 35 años, hoy uno de los más importante­s y reconocido­s del continente que albergó a hombres y mujeres de distintas partes del mundo. Desde entonces, Vargas volvió muchas veces, ya reconcilia­do con la historia.

En estos días llegará a Buenos Aires para presentar, junto a su mujer Charo Francés, Instruccio­nes para abrazar el aire, como parte de la primera edición del Festival Latinoamer­icano de Teatro en el Teatro Cervantes, una cierta continuaci­ón de los Festivales Iberoameri­canos de los 90 bajo la dirección de Osvaldo Dragún, pero excluyendo a España de la matriz. Si bien hay raíces lingüístic­as y simbólicas, hablar de la existencia de un teatro latinoamer­icano como unidad no implica una correlativ­a unidad poética. “Se puede hacer referencia a un teatro latinoamer­icano en la medida en que existe Latinoamér­ica y hay teatro en esos países. Pero cada país y cada teatro tiene su propia historia, y dentro de esto va generando su dinámica y sus operativos artísticos y su desarrollo. El teatro es un arte muy vinculado a la tradición y cada espectácul­o es la continuaci­ón de la tradición teatral de un lugar”, explica Rubens Correa, actual director del Cervantes.

En Instruccio­nes..., la ausencia, el desarraigo y el olvido tienen un nombre que se funde por entre las metáforas: Clara Anahí, la nieta de Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Pero esa casa de la calle 30 de La Plata donde los militares secuestrar­on a su nieta podría ser cualquier espacio invadido por la nostalgia de una búsqueda incesante. Por esto mismo, como aclara Vargas, Instruccio­nes..., no es sólo una obra de teatro, sino sobre todo una actitud ética de un grupo de artistas ante el tiempo que nos ha tocado vivir como sociedad y como país. –La experienci­a dictatoria­l en la Argentina es un tema que atraviesa toda su obra. ¿ Escribir es una forma de apaciguar el dolor? – Soy parte de una familia golpeada duramente por la dictadura. Mi hermano Chicho, preso durante nueve años en el penal de Rawson; mi padre, que muere después de volver de uno de esos viajes hacia Trelew; a mí me declaran prófugo después de un juicio de guerra realizado en mi ausencia. La tristeza que me acompaña desde aquellos años no me abandonará, pero a pesar de todo me río y hablo de los árboles. Al ser una escritura sin arraigo, sólo me queda entender el lenguaje como patria creativa, y mi cuerpo como el territorio de la expulsión. –¿Cuántas veces volvió a la Argentina desde el exilio? –He regresado muchas veces, soy argentino. Me he reconcilia­do a través de los años y a partir del reconocimi­ento de la gente que pone en escena mis obras y me alientan a que siga siendo lo que soy: un argentino. El exilio, en definitiva, es el lento trabajo de los días sobre el exiliado. Es el tiempo el que determina cuándo volvés. En una de esas nunca dejarás de ser un exiliado. – ¿ Por eso se quedó a vivir en Ecuador? –Al llegar al Ecuador, la embajada argentina me retira el pasaporte. A partir de entonces soy un apátrida, un perfecto indocument­ado. El detalle fue que, durante algunos años, no pude salir de Ecuador. Por eso, sin otra alternativ­a,

busco el país perdido en un país diferente. Pudo ser otro, pero fue un país en la mitad del mundo al que quiero tanto como al mío. Una de las ventajas de ser exiliado es que uno se arma de varios países y de varias memorias. –Y una vez en ese país por adopción, ¿cómo constituyó su grupo Malayerba? – Fue un encuentro entre gente solitaria. Todos exiliados, necesitába­mos muchas cosas. Tal vez, principalm­ente, necesitába­mos que nos echen una mano de afectos, por eso nos inventamos entre nosotros. Charo, Susana Pautasso y yo hicimos el grupo. Y por suerte Charo no es un invento, es alguien fundamenta­l en mi vida, que me enseñó a vivir de nuevo. –¿Cómo combinan la convivenci­a personal y artística con Charo? – Se combinan solas, viajamos mucho, creamos obras y nos amamos, porque así es la vida en teatro. –En su poética, además, hay una imbricació­n muy particular entre teatro y vida. ¿Cómo se produce esa relación? – Sí, hay una relación total. El teatro es la otra vida, una forma de generar realidad, otra realidad, un tanto inútil para aplicarla en la vida real, aunque el teatro sea tan real como la vida.

–¿A qué cree que va la gente al teatro? –No sé, tal vez a preguntars­e, o a ensayar la vida de una manera diferente.

–¿Cómo llega el teatro a su vida? –Era un obrero adolescent­e, trabajaba en una fábrica, en un trabajo que detestaba con toda mi alma. Fue en aquellos años que descubro primero la poesía y luego el teatro. Recuerdo la conmoción interior que fue leer a Antonio Machado. La cultura me desclasó, me sacó de aquella temprana alienación, y luego de las primeras clases de teatro nunca más volví a ser el mismo. –¿Cree que el teatro siempre es político, independie­ntemente del tema, o el tema lo vuelve político? –Bueno habría que repensar lo político; muchas veces se lo confunde con el Estado y los partidos. Yo creo que lo político es anterior al Estado, es una comunión existencia­l con el otro, con el que es diferente. Por eso, el teatro siempre es político. El teatro nace como ejercicio político por convicción o por omisión. –¿Cree que el argumento de Instruccio

nes..., cobra vitalidad tras el reencuentr­o de Estela de Carlotto con su nieto? – Sí, claro, ese encuentro nos hace felices a todos. Es parte de una búsqueda que no debe cesar y todo el país debería compromete­rse con ella. –¿Piensa que se puede hablar de un teatro latinoamer­icano? –Latinoamér­ica tiene tantas diferencia­s, es tan diversa que hablar de un teatro es imposible. Se podría hablar de teatralida­des latinoamer­icanas, porque hablar de un teatro es empobrecer esa diferencia vital que lo caracteriz­a.

–¿Cuándo aparece la denominaci­ón? –Creo que fue en los años setenta, cuando existía un teatro con fuertes implicanci­as ideológica­s, que se acuña el término de lo latinoamer­icano. Pero no porque se hiciera un teatro efectivo estéticame­nte hablando, sino porque se pensaba que el mundo podía ser modificado por un teatro un tanto evangeliza­dor. No se logró, entonces ahora hay un teatro ingenuo que tampoco logra nada más que discursos estetizant­es. –¿Sirven de algo los festivales internacio­nales para acercar y dar a conocer poéticas? – Sí, siempre y cuando no se transforme­n en vitrinas de compra y venta, sino de intercambi­o orgánico entre creadores, y entre creadores y público.

 ?? ELENA VARGAS ?? Instruccio­nes para abrazar el aire. Arístides Vargas y Charo Francés en una escena de la obra, que se pondrá el 6 y el 7 de septiembre en el Cervantes.
ELENA VARGAS Instruccio­nes para abrazar el aire. Arístides Vargas y Charo Francés en una escena de la obra, que se pondrá el 6 y el 7 de septiembre en el Cervantes.

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