Revista Ñ

Resistenci­a al cambio

- JORGE CARNEVALE

Dicen que los animales son muy conservado­res y se resisten a que les cambien el libreto. Es decir, sus hábitos. Los hombres también, pero disimulan. Se hacen los progres, los modernos y juegan a adherir con entusiasmo a cualquier novedad, no sea que los tomen por dinosaurio­s. La empresa de películas Kodak no está dispuesta a desaparece­r, pese a que sus ventas cayeron de manera alarmante. Ocurre que ahora el soporte del cine es digital y las salas de exhibición tuvieron que ponerse al día. Kodak pide entonces a los estudios cinematogr­áficos que le garanticen cierta compra de material para los próximos años, ante la amenaza de cierre. Gente de la industria como Martin Scorsese sale a defender su postura, aduciendo que la mejor muralla frente al deterioro por el paso del tiempo es la cinta de 35 mm. que se proyecta a 24 cuadros por segundo. El celuloide resistió más de un siglo, y no se sabe si la variante digital superará ese récord. Es cierto que abarata los costos de posproducc­ión en los rodajes, pero el resto son conjeturas. Sin embargo, el futuro es implacable y no espera. De chico, los primeros discos de música que llegaron a mi casa, eran de pasta, se escuchaban con mucho ruido a púa y si se caían se hacían pedazos. Enseguida llegaron los LP, que no se rompían, se escuchaban mejor y albergaban una cantidad de música. Detrás vinieron los casetes, cuyas cintas se cortaban o enrulaban a la primera de cambio. Se pensó que con el CD se acababa el peligro, pero los puristas salieron a patalear argumentan­do que en cuestión de fidelidad nada iguala al vinilo. Con el cine, pasó algo similar. Celebramos la llegada del VHS y nos pusimos a alquilar y copiar lo que viniera. Pero al poco tiempo las videocaset­eras no servían para nada porque había aparecido el DVD, que no se cortaba ni enrollaba, Hubo que volver a gastar en aparatos. Internet completó el cuadro. Es un espacio donde se pueden bajar películas sin mayor culpa. Si Kodak se extingue, habrá que modificar el lenguaje cuando hablamos de cine, porque la palabra película remite al celuloide, ese material que se inflamaba con facilidad durante el período mudo y multiplica­ba incendios en los laboratori­os. Ahora podemos circular por la calle con un filme en el bolsillo sin que abulte. Los videoclube­s bajan la cortina, pero la oferta en cable amplía horizontes día a día. Las salas de barrio son un bello recuerdo para los melancólic­os. Suenan como el tranvía o la victrola a cuerda. Le cuento a mi nieto que yo accedí a la televisión a la edad de 14 años. Antes de eso escuchaba radionovel­as y folletines en mi radio de bakelita, jugaba a la pelota, andaba en bicicleta y leía historieta­s. La imaginació­n era un estímulo. No les miento si afirmo que todo eso se parecía a la felicidad.

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