Revista Ñ

Una escala literaria de la mano de Borges y Silvina

-

Adolfo Bioy Casares acostumbra­ba visitar solo la literatura fantástica, pero a la policial entró casi siempre acompañado por Borges o por Silvina Ocampo. En sus recuerdos y entrevista­s, el género policial está menos presente que la literatura fantástica, pero fue un gran lector no sólo de la novela de enigma sino del género duro norteameri­cano. Le gustaba Chandler, a cuyo héroe, Philip Marlowe, le encontraba un aire porteño. En 1942 Borges y Bioy publicaron Seis

problemas para don Isidro Parodi, enigmas policiales firmados por Honorio Bustos Domecq. Era una época en que los autores de policiales de habla inglesa intentaban hacer memorables a sus detectives a través de sucesivas innovacion­es (detectives chinos, ciegos, en silla de ruedas, ladrones redimidos, millonario­s). Entonces Bustos Domecq condenaba al pobre peluquero Parodi a una celda de la antigua penitencia­ría de la Avenida Las Heras. Hasta allí peregrinab­an las visitas para proponerle al peluquero sus enigmas. “Las doce figuras del mundo” y “Las previsione­s de Sangiácomo” son los cuentos más recordados del volumen. En sus otros libros firmados en conjunto, Bioy y Borges exageraron sus bromas hasta volverlos ilegibles.

A mediados de los años ‘40 Borges y Bioy le propusiero­n a la editorial Emecé una colección de policiales. Parece que en la editorial no estaban muy con- vencidos de compromete­r su sello en una literatura de poco prestigio, pero en febrero de 1945 la colección El séptimo círculo quedó inaugurada con La bestia

debe morir, de Nicholas Blake, en traducción de Juan Rodolfo Wilcock, que era amigo de Bioy y de Silvina. Nicholas Blake era el seudónimo que usaba el poeta Cecil Day Lewis para escribir sus novelas policiales. Este libro fue un éxito, y también los que siguieron.

Además de elegir los textos y consignar en contratapa los argumentos de manera convincent­e, Bioy y Borges redactaban con concisión y gracia las reseñas biográfica­s.

Años más tarde, al recordar la colección, Bioy señalaría que las novelas que más le habían gustado habían sido La

torre y la muerte, de Michael Innes, Mi propio asesino, de Richard Hull y La lar

ga busca del señor Lamousset, de Lynn Broke. Esta última es una verdadera curiosidad y es casi imposible considerar­la una novela policial; o en todo caso, como señaló Marcelo Birmajer, parece un policial escrito por Franz Kafka.

Aunque El séptimo círculo quedó vinculado a la novela problema, hubo muchas excepcione­s: las novelas de James Cain, un auténtico duro; las de Michael Burt, de resolución fantástica, y La da

ma del lago, de Raymond Chandler. Además de excentrici­dades absolutas, como

El señor Byculla, de Eric Linklater, escritor que encantaba tanto a Borges como a Bioy.

Es en esta misma colección donde apareció en 1946 Los que aman, odian escrita en colaboraci­ón por Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. La novela es memorable por el tono del narrador: el homeópata Humberto Huberman, que decide pasar unas vacaciones en el hotel Bosque del Mar. Allí, uno de los huéspedes aparece muerto; otro desaparece. Asombrado, el médico descubre que la pasión no se administra en pociones infinitame­nte diluidas: se da toda de una vez y con riesgo de sobredosis. La resolución es trágica y sorprenden­te, y parece más cerca del mundo de Silvina que del de su marido.

Dentro de los cuentos de Bioy, el que pertenece al género policial es “Cavar un foso”, que recibió varias versiones en televisión. Relata la historia de un crimen, no de una investigac­ión. Cuando Bioy se acerca al género policial, nunca es para hablar de la codicia o de la ambición: siempre está en el centro la pasión amorosa. Los asesinos de “Cavar un foso” reciben la condena pero también la compasión del lector, porque han matado en nombre del amor.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina