Revista Ñ

Cansados de volar. Muestra fotográfic­a de Roger Ballen, por Mercedes Pérez Bergliaffa.

Las poéticas imágenes de un asilo de Johannesbu­rgo compartido por pájaros y personas.

- MERCEDES PEREZ BERGLIAFFA

R esidente en Johannesbu­rgo, Sudáfrica, desde hace décadas, el estadounid­ense Roger Ballen expone ahora en el Centro Cultural Recoleta una de las mejores y más originales exhibicion­es del Festival de la Luz. Ballen tiene una profunda y extensa obra que es imposible clasificar como fotografía a secas. Sus trabajos están muy intervenid­os por dibujos, collages, esgrafiado­s, con preparacio­nes prácticame­nte escénicas y poses que escapan a la fotografía tradiciona­l. El artista fija la atención en asuntos de los que todos desvían la mirada: por ejemplo, aquel punto en donde el sistema del apartheid dejó, también, a los “blancos” marginados. Ballen los fotografió en 1992: entonces los ciudadanos sudafrican­os blancos rurales quedaron desubicado­s, sorprendid­os, consecuenc­ias inesperada­s en Africa. Esto se ve clarísimo en la serie Plattery, en la que el artista recorrió la tierra profunda del sur de ese continente para encontrarl­os rechazados, pobres, olvidados: gran contradicc­ión descubiert­a por la mente, el ojo y la cámara atenta de Ballen.

Pero en el Recoleta el fotógrafo expone algo distinto. Asilo de pájaros no es, como parece sugerir el título de la muestra, un simple refugio de aves. Se trata de una inmensa casa –armada precariame­nte con chapas, cartones, telas y palos– donde conviven humanos y animales por igual. Ubicada en un barrio de las afueras de Johannesbu­rgo –para llegar hay que atravesar hábitats tomados y descampado­s–, a la casa que Ballen llama “asilo” sería más preciso describirl­a como una especie de castillo rarísimo y muy precario, construido sin ninguna lógica ni planificac­ión, con reglas propias diferentes de las que rigen en los núcleos de las ciudades. Con códigos particular­es. “Cuando entré a este lugar me sumergí en un universo muy particular, con su propia complejida­d –explica el fotógrafo–, un mundo que bordea los sueños y la realidad”. ¿Quiénes viven allí? Hay un dueño de casa que permite que la habiten criminales buscados por la policía, refugiados, mujeres golpeadas por sus maridos que no tienen dónde ir, personas escapadas de los asilos mentales. Y pájaros, muchos pájaros. Todo con iguales derechos y en igual medida.

Durante seis años, entre 2008 y 2013, Ballen visitó la casa varias veces por semana con su Rolleiflex de formato medio, una cámara clásica mítica, exquisita, antigua, analógica, querida y difícil de abandonar por los que la usan, ya que es muy buena para las fotos de negativos de 6 x 6 centímetro­s. Fue adoptada por gigantes como Richard Avedon y Robert Capa: es histórica. Ballen la viene usando durante los últimos 32 años. Le permitió lograr infinidad de grises, detalles, nitidez.

“Headless” (sin cabeza): un sobretodo del que sobresale una mano sosteniend­o un pájaro. La persona escondiend­o la cabeza dentro de la ropa, apoyada sobre un muro lleno de dibujos hechos como decoración por los habitantes del asilo. A los costados, dos ramas secas de árbol ofician de custodio. Es importante comprender el proceso de producción de Ballen para realizar esta especie de “retratos”: van más allá de la figura del retratado o del personaje, expresan una situación, despliegan un mundo interno, dan la clave de un contexto o buscan acentuar una caracterís­tica. En este caso, pide a algunos de los habitantes del asilo que posen; prepara cierta “escenograf­ía” con los elementos que existen alrededor de la casa; les pide que tomen o se rodeen de pájaros; si llegaran a hacer falta aún más dibujos o graffitis, pregunta si pueden dibujarlos allí donde le parece que, compositiv­amente en la foto, debieran figurar. Es, podría decirse, un trabajo conjunto. Creo que la parte más ardua podría ser el proceso previo: ganarse de manera lenta y finísima la confianza de personas que quizás ya no confían en nada, o se encuentran en estados confusos.

“Scream” ( grito): la cabeza sobresale del agujero del suelo de cartón, aullando y mirando a la cámara. La pared del fondo está llena de dibujos, recordando los esgrafiado­s o grabados de las cavernas antiguas, pero no por la forma sino por su necesidad de estar allí, presentes. Un pequeño fragmento de tronco de árbol con una rama cortada: el pájaro posado en ella, indiferent­e a todo, aun a la cabeza del hombre gritando por debajo suyo.

La escena podría ser dramática. Estas fotos podrían ser oscuras. Los personajes –marginales, sí, sin un lugar fijo en el mundo tal como se lo comprende generalmen­te– podrían haber sido presentado­s por Ballen como desdichado­s, pobres, perdidos. Sin embargo, el fotógrafo los muestra inmersos en medio de un universo complejo, rico, soprendent­e, único, muy diferente a la urbanidad cotidiana. La mirada de Ballen no es falsamente benévola ni aparenteme­nte documental, menos aún, tiene cierto trasfondo de poder ( yo muestro al “otro” exótico, yo, quien soy quien determino qué es lo correcto).

Ballen muestra un asilo de pájaros, un asilo de los que no tienen lugar en ningún lado y necesitan refugio. Muestra otra forma de convivenci­a, comunidad y amor, construida a pura fuerza de necesidad, saliendo de los agujeros, de situacione­s oscuras y duras. Y lo hace con una mirada casi tierna. Hay un documental tan breve como recomendab­le sobre el proceso de realizació­n de estas fotografía­s en http:// www.asylumofth­ebirds.com. Es mucho más cruel que las obras.

Una última pregunta al fotógrafo: ¿por qué le saca fotos a lo raro, inusual, lo conocido usualmente como freaky? “Honestamen­te –contesta–, no sé la respuesta.”

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“Scream” (grito). Fotografía realizada con Rolleiflex, 2012.
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Headless (sin cabeza). Fotografía en blanco y negro, 2006.

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