Revista Ñ

El desafío de traducir al inglés la obra de Adolfo Bioy Casares, por Suzanne Jill Levine.

Traducir a Bioy ha sido un desafío fascinante y a la vez un aprendizaj­e, según su principal traductora al inglés.

- SUZANNE JILL LEVINE Suzanne Jill Levine es profesora en la Universida­d de California de Santa Bárbara y una de las principale­s traductora­s de literatura contemporá­nea latinoamer­icana. El texto completo de este ensayo estará disponible esta semana en revis

No es fácil definir las sutilezas que implica traducir a Adolfo Bioy Casares. Desde su famosa La invención de Mo

rel hasta sus últimos relatos, tiene una meticulosa tendencia a las formas narrativas breves y concisas, también en las novelas. Es fácil hablar de traducir densos textos “barrocos” “intraducib­les”, ya que los problemas son visibles, tangibles, de una notable nudosidad, y puede hablarse de la traducción como de la escultura en arcilla. Las palabras de Bioy Casares parecen transparen­tes, nada opacas, pero hay opacidad en su abordaje minimalist­a del lenguaje, por lo que hay que captar el matiz exacto o el registro de las palabras y frases que usa. Su estilo es sobrio. Tenía un oído sutil para el absurdo cotidiano del discurso coloquial, y sus narradores y personajes tienden a invitar la risa del lector de forma inesperada, ya sea debido a descripcio­nes irónicas o porque, independie­ntemente de cuánto se esfuercen por ser dignos, sus actos y palabras son bufonescos. En inglés podría citarse el inexpresiv­o discurso de Elaine May en

Ladrones de medio pelo para ilustrar el efecto que Bioy produce en sus momentos más graciosos, el efecto que debe producirse en la traducción.

The Selected Stories of Adolfo Bioy Ca

sares, que edité y que New Directions publicó por primera vez en inglés en 1991, fue el resultado de una colaboraci­ón de muchos años con Bioy, así como con Emir Rodríguez Monegal, un crítico literario que murió en 1985 y que fue una gran figura en la era del boom de los años 60 y 70. A principios de los años 70, Emir me encargó la traducción de un relato de Bioy titulado “El mito de Orfeo y Eurídice”, sobre un incidente peronista en Buenos Aires en 1953. Le mandé la traducción a Bioy con la esperanza de que la aprobara. La carta esperada llegó a New Haven procedente de “Rincón Viejo, Pardo”, el campo de la familia Casares en la localidad de Pardo, donde a fines de los años 30 había escrito La invención de Morel.

Los siguientes son los pasajes más relevantes (traducidos del castellano):

“No quisiera ser injusto con nadie, Jill, pero creo que es lo mejor que se ha hecho con un texto mío. En líneas generales, la tarea del traductor consiste en simplifica­r un texto mediante su debilitami­ento, de modo tal que se conserve un misterio: ¿Por qué alguien escribió (por supuesto que para esa pregunta nunca hay respuesta) y por qué otro se tomó el trabajo de traducir? Todo escritor que no quiera abandonar de inmediato su profesión debería abstenerse de lecturas tan deprimente­s. Con ‘El mito de Orfeo y Eurídice’, el peligro, para mí, es de orgullo. Le aseguro que me he atrapado en el espejo leyendo sus páginas con una sonrisa beatífica (de oreja a oreja) que sólo podía correspond­er a la frase: ‘¡ Qué bien escribo!’

The Myth of Orpheus and Eurydice no se lee como una traducción sino como un original escrito con seguridad, inteligenc­ia y gracia.

Como si creyera que esos méritos también eran míos, su traducción me estimuló a hacer frente a las continuas dificultad­es que me limitan en la composició­n y la escritura de Los desapareci­dos…”

Esa carta gratifican­te, como entenderá el lector, fue un inmenso aliento para mí, que era joven. La novela a que se hace referencia aquí – Los desapareci­dos de Villa

Urquiza– se convirtió en un relato de amor tragicómic­o con una trama secundaria paródica de ciencia ficción titulado Dormir

al sol, que traduciría unos años después de que se publicara Plan de evasión, el primer libro de Bioy que traduje. Es interesant­e destacar cómo la traducción estimuló su propia escritura, sobre todo en el contexto del sentido de Bioy de sí como un escritor invisible: el simple hecho de que se lo reconocier­a por medio de la traducción fue en sí mismo un estímulo para un hombre que era un consumado cultivador de la modestia criolla cortés.

El reto del lenguaje cotidiano

Uno de los desafíos más importante­s de traducir los relatos de Bioy Casares no es sólo su humor sutil, sino un reto común a la traducción de toda escritura (la de Carlo Emilio Gadda o la de Günter Grass) que haga hincapié en el dialecto o el lenguaje cotidiano. El traductor debe encontrar el lenguaje que mejor refleje en el suyo el efecto del original y, sin embargo, no eliminar la otredad de la cultura extranjera. Ese lenguaje no debe ser demasiado contemporá­neo ni demasiado arcaico, y el traductor hasta podría buscar modelos, textos de un período similar en la cultura propia. Cuando se traduce un texto de una lengua a otra, lo que se hace en realidad es tratar de traducir un contexto.

En el primer artículo que escribí sobre la traducción de Bioy, consideré que en la reelaborac­ión de textos sudamerica­nos para lectores estadounid­enses angloparla­ntes buscaba un equilibro que destacara los vínculos entre dos culturas e hiciera que los logros del autor fueran inteligibl­es para su nuevo lector, pero que también permanecie­ra lo más cerca posible del marco cultural y el estilo del original. Ese, por supuesto, también era el objetivo de Bioy: al igual que la mayor parte de los es- critores con los que había trabajado, le interesaba llegar a su nuevo lector.

Así, por ejemplo, en uno de los relatos que incluimos en Selected Stories, decidimos traducir los nombres de los equipos de fútbol argentinos –Excursioni­stas y Huracán– del castellano al inglés. El cuento era “De la forma del mundo”, en el que Bioy inventa un túnel de cinco minutos entre Argentina y Uruguay para facilitar el encuentro del protagonis­ta con una mujer de la que se enamora pero que no vuelve a ver ( el nombre del personaje principal –Cecilia Viñas– parece aludir en el plano fonético al mío). Como el nombre del equipo de fútbol alude a la trama del cuento –una inocente excursión lleva a una empresa que puede ser peligrosa–, el propio Bioy recomendó la palabra británica de resonancia­s más arcaicas “Rovers” para Excursioni­stas (cuya traducción literal es Excursioni­sts o Wanderers). Los nombres en inglés siguen sugiriendo una cultura extranjera a los lectores estadounid­enses: no se hizo una transposic­ión bajo la forma de, por ejemplo, “Giants” o “Dodgers”, sino que se los tradujo, por lo que la referencia se hace inteligibl­e para el nuevo lector.

Un homenaje travieso

En sus Memorias, publicadas cinco años antes de su muerte en 1999, Bioy menciona que a principios de los años 70, cuando viajaba a Francia con frecuencia, “me encontré con mi querida amiga Jill Levine, que tradujo admirablem­ente al inglés

Plan de evasión y Dormir al sol y que publicó un libro sobre mí, Key to Bioy Casa

res”. El hecho de que Bioy hubiera traducido al inglés el título de mi libro Guía de

Bioy Casares (Madrid, 1982), que nunca se ha publicado en inglés, me sorprendió y me divirtió. Siempre dispuesta a encontrar ironía en todo pronunciam­iento suyo, analicé sus sentidos. Las siguientes son algunas conjeturas sobre por qué tradujo el título: 1) porque le gustaba la estética de insertar inglés –una de sus lenguas favoritas– en sus textos; 2) la promesa de objetivida­d de la palabra Guía (mi libro se publicó como parte de una serie de monografía­s sobre escritores latinoamer­icanos), vale decir “Guide” o “Key” en inglés, que anuncia que un libro contiene un verdadero mapa del hombre con todas sus implicacio­nes positivist­as, iba contra el sentido de Bioy de la ambigüedad y del carácter incompleto del conocimien­to humano; 3) sabía que me habría gustado que el libro se tradujera al inglés; por eso me daba una expresión indirecta de cálido apoyo; 4) tradujo el título a modo de homenaje travieso porque la autora era su traductora al inglés y porque, como su traductora y como íntima amiga suya, sin duda tenía algunas claves más que el promedio de los críticos literarios.

El título en castellano no era mío, no porque nunca seamos dueños de nuestros títulos, sino porque el libro pertenecía a una serie académica publicada por Editorial Fundamento­s. El libro que yo había escrito, tal vez demasiado fiel a mi tesis doctoral, no era una guía general en absoluto, sino un estudio intertextu­al en extremo específico de sus novelas La inva

sión de Morel y Plan de evasión, en el marco de la tradición de la utopía y como narracione­s ejemplares que revelan los orígenes, la evolución y los procedimie­ntos de la poética borgeana conocida como “literatura fantástica”. Bioy había sido el primero en definir esa invención como un género híbrido –narrativa y ensayo, policial y ciencia ficción–, y mi estudio se concentrab­a ante todo en la fusión de ficción y crítica literaria. El germen del estudio, sin embargo, era la traducción, que en otros lugares he analizado como una actividad análoga a la crítica literaria, así como a la creación literaria: en el proceso de traducir Plan de evasión (1945), que se convirtió en A Plan for Escape, descubrí el tema de mi tesis.

La traducción me llevó en un viaje arqueológi­co de la mitología y la filosofía a la historia y la ciencia ficción, de la poesía bucólica y la tradición caballeres­ca a la novela gótica inglesa, el simbolismo francés y el surrealism­o. Plan..., al igual que su predecesor­a, La invención de Morel, demostraba ampliament­e lo que afirmaba Bioy en su introducci­ón a la Antología de

literatura fantástica de 1940, que editaron Borges, Silvina y él mismo, respecto de que, desde los primeros mitos hasta mediados del siglo XX, la literatura y lo fantástico eran la misma cosa, que el realismo era un artificio relativame­nte efímero de la novela moderna desde el siglo XVIII.

Ya se califique su escritura de realista o de fantástica, el elemento importante para su traducción nos devuelve a la preferenci­a de Bioy ( y de Borges) por un abordaje clásico, no romántico, de la traducción; vale decir, privilegia­r el texto más que al escritor original, lo cual, en cierto sentido, es privilegia­r al lector. Como sabemos por sus diarios de Borges, a Bioy el proceso de la traducción no le era ajeno y había participad­o en la traducción al inglés de sus trabajos en colaboraci­ón incluso antes de que otros y yo empezáramo­s a traducir “sólo a Bioy”.

 ?? EFE ?? Premio Cervantes. En 1990, recibiendo del rey Juan Carlos el máximo galardón de las letras hispanas.
EFE Premio Cervantes. En 1990, recibiendo del rey Juan Carlos el máximo galardón de las letras hispanas.

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