El desafío de traducir al inglés la obra de Adolfo Bioy Casares, por Suzanne Jill Levine.
Traducir a Bioy ha sido un desafío fascinante y a la vez un aprendizaje, según su principal traductora al inglés.
No es fácil definir las sutilezas que implica traducir a Adolfo Bioy Casares. Desde su famosa La invención de Mo
rel hasta sus últimos relatos, tiene una meticulosa tendencia a las formas narrativas breves y concisas, también en las novelas. Es fácil hablar de traducir densos textos “barrocos” “intraducibles”, ya que los problemas son visibles, tangibles, de una notable nudosidad, y puede hablarse de la traducción como de la escultura en arcilla. Las palabras de Bioy Casares parecen transparentes, nada opacas, pero hay opacidad en su abordaje minimalista del lenguaje, por lo que hay que captar el matiz exacto o el registro de las palabras y frases que usa. Su estilo es sobrio. Tenía un oído sutil para el absurdo cotidiano del discurso coloquial, y sus narradores y personajes tienden a invitar la risa del lector de forma inesperada, ya sea debido a descripciones irónicas o porque, independientemente de cuánto se esfuercen por ser dignos, sus actos y palabras son bufonescos. En inglés podría citarse el inexpresivo discurso de Elaine May en
Ladrones de medio pelo para ilustrar el efecto que Bioy produce en sus momentos más graciosos, el efecto que debe producirse en la traducción.
The Selected Stories of Adolfo Bioy Ca
sares, que edité y que New Directions publicó por primera vez en inglés en 1991, fue el resultado de una colaboración de muchos años con Bioy, así como con Emir Rodríguez Monegal, un crítico literario que murió en 1985 y que fue una gran figura en la era del boom de los años 60 y 70. A principios de los años 70, Emir me encargó la traducción de un relato de Bioy titulado “El mito de Orfeo y Eurídice”, sobre un incidente peronista en Buenos Aires en 1953. Le mandé la traducción a Bioy con la esperanza de que la aprobara. La carta esperada llegó a New Haven procedente de “Rincón Viejo, Pardo”, el campo de la familia Casares en la localidad de Pardo, donde a fines de los años 30 había escrito La invención de Morel.
Los siguientes son los pasajes más relevantes (traducidos del castellano):
“No quisiera ser injusto con nadie, Jill, pero creo que es lo mejor que se ha hecho con un texto mío. En líneas generales, la tarea del traductor consiste en simplificar un texto mediante su debilitamiento, de modo tal que se conserve un misterio: ¿Por qué alguien escribió (por supuesto que para esa pregunta nunca hay respuesta) y por qué otro se tomó el trabajo de traducir? Todo escritor que no quiera abandonar de inmediato su profesión debería abstenerse de lecturas tan deprimentes. Con ‘El mito de Orfeo y Eurídice’, el peligro, para mí, es de orgullo. Le aseguro que me he atrapado en el espejo leyendo sus páginas con una sonrisa beatífica (de oreja a oreja) que sólo podía corresponder a la frase: ‘¡ Qué bien escribo!’
The Myth of Orpheus and Eurydice no se lee como una traducción sino como un original escrito con seguridad, inteligencia y gracia.
Como si creyera que esos méritos también eran míos, su traducción me estimuló a hacer frente a las continuas dificultades que me limitan en la composición y la escritura de Los desaparecidos…”
Esa carta gratificante, como entenderá el lector, fue un inmenso aliento para mí, que era joven. La novela a que se hace referencia aquí – Los desaparecidos de Villa
Urquiza– se convirtió en un relato de amor tragicómico con una trama secundaria paródica de ciencia ficción titulado Dormir
al sol, que traduciría unos años después de que se publicara Plan de evasión, el primer libro de Bioy que traduje. Es interesante destacar cómo la traducción estimuló su propia escritura, sobre todo en el contexto del sentido de Bioy de sí como un escritor invisible: el simple hecho de que se lo reconociera por medio de la traducción fue en sí mismo un estímulo para un hombre que era un consumado cultivador de la modestia criolla cortés.
El reto del lenguaje cotidiano
Uno de los desafíos más importantes de traducir los relatos de Bioy Casares no es sólo su humor sutil, sino un reto común a la traducción de toda escritura (la de Carlo Emilio Gadda o la de Günter Grass) que haga hincapié en el dialecto o el lenguaje cotidiano. El traductor debe encontrar el lenguaje que mejor refleje en el suyo el efecto del original y, sin embargo, no eliminar la otredad de la cultura extranjera. Ese lenguaje no debe ser demasiado contemporáneo ni demasiado arcaico, y el traductor hasta podría buscar modelos, textos de un período similar en la cultura propia. Cuando se traduce un texto de una lengua a otra, lo que se hace en realidad es tratar de traducir un contexto.
En el primer artículo que escribí sobre la traducción de Bioy, consideré que en la reelaboración de textos sudamericanos para lectores estadounidenses angloparlantes buscaba un equilibro que destacara los vínculos entre dos culturas e hiciera que los logros del autor fueran inteligibles para su nuevo lector, pero que también permaneciera lo más cerca posible del marco cultural y el estilo del original. Ese, por supuesto, también era el objetivo de Bioy: al igual que la mayor parte de los es- critores con los que había trabajado, le interesaba llegar a su nuevo lector.
Así, por ejemplo, en uno de los relatos que incluimos en Selected Stories, decidimos traducir los nombres de los equipos de fútbol argentinos –Excursionistas y Huracán– del castellano al inglés. El cuento era “De la forma del mundo”, en el que Bioy inventa un túnel de cinco minutos entre Argentina y Uruguay para facilitar el encuentro del protagonista con una mujer de la que se enamora pero que no vuelve a ver ( el nombre del personaje principal –Cecilia Viñas– parece aludir en el plano fonético al mío). Como el nombre del equipo de fútbol alude a la trama del cuento –una inocente excursión lleva a una empresa que puede ser peligrosa–, el propio Bioy recomendó la palabra británica de resonancias más arcaicas “Rovers” para Excursionistas (cuya traducción literal es Excursionists o Wanderers). Los nombres en inglés siguen sugiriendo una cultura extranjera a los lectores estadounidenses: no se hizo una transposición bajo la forma de, por ejemplo, “Giants” o “Dodgers”, sino que se los tradujo, por lo que la referencia se hace inteligible para el nuevo lector.
Un homenaje travieso
En sus Memorias, publicadas cinco años antes de su muerte en 1999, Bioy menciona que a principios de los años 70, cuando viajaba a Francia con frecuencia, “me encontré con mi querida amiga Jill Levine, que tradujo admirablemente al inglés
Plan de evasión y Dormir al sol y que publicó un libro sobre mí, Key to Bioy Casa
res”. El hecho de que Bioy hubiera traducido al inglés el título de mi libro Guía de
Bioy Casares (Madrid, 1982), que nunca se ha publicado en inglés, me sorprendió y me divirtió. Siempre dispuesta a encontrar ironía en todo pronunciamiento suyo, analicé sus sentidos. Las siguientes son algunas conjeturas sobre por qué tradujo el título: 1) porque le gustaba la estética de insertar inglés –una de sus lenguas favoritas– en sus textos; 2) la promesa de objetividad de la palabra Guía (mi libro se publicó como parte de una serie de monografías sobre escritores latinoamericanos), vale decir “Guide” o “Key” en inglés, que anuncia que un libro contiene un verdadero mapa del hombre con todas sus implicaciones positivistas, iba contra el sentido de Bioy de la ambigüedad y del carácter incompleto del conocimiento humano; 3) sabía que me habría gustado que el libro se tradujera al inglés; por eso me daba una expresión indirecta de cálido apoyo; 4) tradujo el título a modo de homenaje travieso porque la autora era su traductora al inglés y porque, como su traductora y como íntima amiga suya, sin duda tenía algunas claves más que el promedio de los críticos literarios.
El título en castellano no era mío, no porque nunca seamos dueños de nuestros títulos, sino porque el libro pertenecía a una serie académica publicada por Editorial Fundamentos. El libro que yo había escrito, tal vez demasiado fiel a mi tesis doctoral, no era una guía general en absoluto, sino un estudio intertextual en extremo específico de sus novelas La inva
sión de Morel y Plan de evasión, en el marco de la tradición de la utopía y como narraciones ejemplares que revelan los orígenes, la evolución y los procedimientos de la poética borgeana conocida como “literatura fantástica”. Bioy había sido el primero en definir esa invención como un género híbrido –narrativa y ensayo, policial y ciencia ficción–, y mi estudio se concentraba ante todo en la fusión de ficción y crítica literaria. El germen del estudio, sin embargo, era la traducción, que en otros lugares he analizado como una actividad análoga a la crítica literaria, así como a la creación literaria: en el proceso de traducir Plan de evasión (1945), que se convirtió en A Plan for Escape, descubrí el tema de mi tesis.
La traducción me llevó en un viaje arqueológico de la mitología y la filosofía a la historia y la ciencia ficción, de la poesía bucólica y la tradición caballeresca a la novela gótica inglesa, el simbolismo francés y el surrealismo. Plan..., al igual que su predecesora, La invención de Morel, demostraba ampliamente lo que afirmaba Bioy en su introducción a la Antología de
literatura fantástica de 1940, que editaron Borges, Silvina y él mismo, respecto de que, desde los primeros mitos hasta mediados del siglo XX, la literatura y lo fantástico eran la misma cosa, que el realismo era un artificio relativamente efímero de la novela moderna desde el siglo XVIII.
Ya se califique su escritura de realista o de fantástica, el elemento importante para su traducción nos devuelve a la preferencia de Bioy ( y de Borges) por un abordaje clásico, no romántico, de la traducción; vale decir, privilegiar el texto más que al escritor original, lo cual, en cierto sentido, es privilegiar al lector. Como sabemos por sus diarios de Borges, a Bioy el proceso de la traducción no le era ajeno y había participado en la traducción al inglés de sus trabajos en colaboración incluso antes de que otros y yo empezáramos a traducir “sólo a Bioy”.